La historia de mi vida

El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside, Los días idos/ The days gone, Lugares que he visto/ Places I haven been, Música/ Music

Silencio. No encontraba de qué escribir. Hay períodos que pasan así entre paréntesis; cuando somos incapaces de ver más allá, se nos puede escapar lo más importante.

Y te vi.

La historia de mi vida comenzó contigo. Y sé que terminará cuando te vayas (si decides irte).

Y te vi. Y una sonrisa me llenó la cara y el corazón se me puso ancho y grande como sabana libre.

Eres el verso que me rima, la prosa que acaba mi pensamiento y se adelanta a mis sueños. Eres el prefacio y el epílogo, el resumen y la estructura, la música de mis vocales, el alma que me llena los labios y el sonido de la voz repleta de tu nombre.

Me encontraste perdido, sumido en un silencio parecido a unos puntos suspensivos. E hiciste un punto y aparte.

Cada capítulo empieza con tu nombre; cada página tiene dibujado tu corazón.

Decir que lo eres todo es quedarse corto, pues nada más te pertenece que todo mi ser. Te pediría que te quedaras junto a mí por siempre; que me mimaras y lucharas a mi lado contra mis debilidades. Te diría que gobernases mi vida e hicieras un revolución. Pero te dejo libre, pues eres ave de paso que se pasa por mi isla y la toma por entero. Morirías si te atase, perderías el brillo y la alegría y la frescura si te encadenase con favores a mi vida.

Eres libre de amarme. Y de dejarme.

Así la historia de mi vida comienza y termina contigo. Pues hay libros, hay artículos, hay premios y reconocimientos. Pero nada de eso supera el calor de tu abrazo, la sonrisa escondida en un mohín avergonzado, esa caricia tranquila que baja por la espalda y acaba en un beso. Así mi historia se entrelaza con la tuya, le da su esqueleto, le regala su verso. Y quería decírtelo incluso en esos momentos en los que parece que no tengo nada que decir.

Soy un libro fácil de leer pues sólo hay un verbo que conjuga tu nombre. En todos los tiempos, en todas las inflexiones.

La historia de mi vida es sencilla: empieza el día que me encontraste y terminará, si así lo deseas, el día que decidas irte. Sin dejar(me). Amando(me).

Todo empieza contigo; todo finaliza en ti. Cada palabra y cada acto, cada intención y cada emoción. Cada sentimiento, cada hora de cada día. Todo termina cuando cierras los ojos y duermes soñando(me), amando(me).

Así es la historia de mi vida. Que escribimos juntos y que vivimos juntos. Tú y yo. Llena de verdad, para siempre.

Amor despeñado/ Love in the rocks.

Arte/ Art, El día a día/ The days we're living, Música/ Music

   226e8604eecb11e29a1a22000ae80024_7Podría decir que te extraño.

   Mejor: podría decir que te olvidé.

   Amor despeñado, mi corazón sigue yaciente y herido, sangrando lento y desvergonzado por ti.

   Te di mi alma, te di mis sueños. Pediste mi corazón y yo te di mi vida. Y deseé creerte hasta hacer de ti mi fe, y hasta mi eternidad te la regalé, en ese desengaño que es el amor.

   Amor, ese cruel fantasma.

   El que me tenías, sin duda. Y el que siento por ti.

   Porque nada puede hacerme más daño que recordarte. Amor despeñado, no hiciste nada para cuidarme y mucho menos para sanarme.

   Amor loco, lleno de tormenta. Amor que absorbe, que deshace, que desprende y deshilacha uno a uno los estambres de una vida normal.

   Podría decir que me engañaste; podría decir que te soñé. Pesadilla y mentiras, con esos trazos puedo dibujarte.

   Podría decir que me embrujaste; podría decir, sin temor a error, que me comiste las entrañas de deseo y entrega.

   Pero faltaría a la verdad.

   Yo te deseé, amor despeñado. Yo quise creer en ti. Yo quise tenerte y absorberte y olvidarme entre tus brazos y gozar en tu piel.

   Yo anhelé ser más de uno contigo cerca; yo soñé que la perfección era posible.

   Pero nada lo es.

   Nada que tenga que ver contigo ni conmigo.

   Ahora suena la canción del olvido. Y el dolor mece mi sueño despedido y la calma que una vez creí sentir a tu lado.

   Todo sabemos cuál es…

   Amor despeñado, no ha habido más sorpresa que mi propio dolor.

   Y ya no quiero mentirme. Ya no.

   Ahora quisiera olvidarte, o perderte o ignorarte. O morirme o alejarme. Todo lo que te borre para siempre de mi vida.

   Amor despeñado, rodeado de los trozos de un corazón roto, ahora sólo quiero volver a reír.

   Reír lejos de ti.

En soledad/ Alone.

El mar interior/ The sea inside, Música/ Music

   Todo lo que tengo, que es mucho. Esta casa que crece con las horas; los coches aparcados en el garaje; la ropa en los vestidores; la fama que va y viene; el trabajo que parece agotarse y florecer más adelante; esta ciudad enorme que a todos acoge y a todos vomita al mismo tiempo, tan lejos de lo que fui y tan cerca de lo que soy. Y tu silencio que llena el espacio, y tu ausencia que todo lo marca.

   Todo lo que tengo, que es mucho, no es nada. Nada porque no te tengo a mi lado.

   No sé de dónde soy ni adónde voy. Mis sueños se han disuelto no sé dónde, pero lejos de ti. Y de mí.

   Un gran jardín que esconde en su umbría el reflejo de una persona que no soy yo. O que fui. Contigo.

   Todo lo que quise, que fue mucho, y que he sido yo, no une al corazón y a la mente, ni siquiera al corazón y al sentimiento.

   Y me he quedado mudo en esta soledad que me rodea.

   Toda la belleza que parece rodearme; toda la algarabía de esas comparsas de aduladores, que se disuelven tan pronto notan el más íntimo cambio; todo el sinsentido que usé para ensordecer mi propia voz… Nada hace que vuelvas a mí. Nada hace que hayas huido de mí y que ahora me encuentre así: solo.

   Yo soy yo y nadie más. Un sólo solo, lleno de vacío. Jugando a los ecos del silencio pues ni los muebles me hablan. Sólo me recuerdan lo que fue una vez y ya no es. Y yo, siendo yo, viviendo en soledad.

   Sin ti.

   Solo.

   Rodeado de gente, de cosas, de vacío.

   Sin ti.

   En soledad.

   Todavía.

Ya no hay más flores/ You don’t bring me flowers.

El mar interior/ The sea inside, Música/ Music

   Ambos están sentados. Intentan desayunar. El hotel está lleno pero a esa hora, quizá un poco temprana, los turistas empiezan a desperezar y apenas molestan.

   Ellos podrían serlo, unos turistas en una ciudad desconocida, por la que caminar cogidos de la mano mientras observan las maravillas del mundo reflejadas en sus miradas, en las sonrisas veladas y en las palabras no dichas que el entendimiento rápidamente comprende. Ellos podrían serlo, pero ya lo fueron, y estaban allí para intentar recordar lo que una vez les unió.

   Y no es que se digan mucho: habían llegado a ese punto en el que el silencio es la salida más decorosa y la más fácil también. Apenas si han reñido alguna vez; creo que no recuerdan si quiera la última vez que uno molestó al otro. Si buscan en su memoria en común puede que consigan un par de rencillas por tonterías, que escondían detrás quizá algo más que fruslerías, y poco más. ¿Cuándo dejaron incluso de hablarse? No lo recuerdan. El tiempo con sus olas pequeñas termina por empaparlo todo y lo malo se diluye en lo bueno y lo bueno en lo que no se repite jamás. Como ese viaje que hicieron de mala gana, es decir con pocas esperanzas, para recuperar algo que ni muerto estaba, pues su amor (aquel amor) se había transformado en algo indescifrable y mudo, como sus rutinas diarias, que de tan afianzadas ya se sabían de memoria.

   Uno recuerda los cortos paseos que daban al comienzo de aquel amor que les consumió las energías: el nudo en la boca, un embrollo hecho de abrazos, la desesperación por no encontrar el botón perdido, el resto de tela que salvaba la desnudez. El otro, mientras tanto, mordisquea una tostada con poca gana, aunque podría tragársela entera de un solo bocado, como aquella boca sabrosa, con aquel sabor a menta y a café recién hecho, envuelto en el olor suave de todo el día, recién duchado y libre la piel de prejuicios y pesadillas…

   Recuerdan sin querer la penumbra de los cuerpos, el lento planear uno sobre el otro hasta alcanzar una calma común, un disfrute pronto olvidado. Uno recuerda cómo sonreían los ojos oscuros al verle atravesar el umbral con un ramo de flores en la mano, revueltas como su pelo, lleno de rocío nocturno. El otro ronronea canciones que murmuraba cerquita del oído, cuando los amantes se despliegan en abrazos a medio terminar, y el sueño del cansancio rompe el velo de una fantasía que se transforma en pasado.

   Ya  no habrá más mimos al amanecer, cuando el despertador sonaba y había que levantarse despacio con el calor de una compañía tatuado a la piel; ya no habrá comidas en el parque, sentados sobre la hierba fresca, rodeados de manzanilla y lavanda, oyendo corretear a los niños entre los murmullos de un abrazo y las palabras no dichas de una dicha común.

   Mucho aprendieron de ambos. Mucho supieron de cada uno. Tanto, que se aburrieron quizá, o perdieron el interés en amarse, tan sólida es la felicidad que acaba consumiéndose lentamente, siendo aún montículo cuando no es ya edificio, sentimiento o intención. Y sin embargo…

   Uno mira hacia el jardín despierto, mojado por el otoño, alfombrado por hojas secas que dan paso a una estación más severa y recia. Juguetea con la taza y la cucharilla, como una vez jugueteaba con los dedos que sujetan una tostada con aceite y revuelven distraídos un café que ya está frío. El otro suspira, perdida la mirada en aquellos árboles que se desnudan lentamente al paso del tiempo. Y recuerda cómo perdía una a una sus ropas, cómo yacían revueltas en una confusión de telas e intenciones con las del otro, y se enredaban piernas y torsos y manos y bocas y cabellos en un berenjenal de roces y de saliva, cayendo cada capa de vergüenza, cada centímetro de desazón entre el abrazo del amante y del querido, del deseado y el encontrado…

   Poco a poco el comedor acristalado se va llenando de gente. Gente extraña, como ellos. No, no como ellos. Ellos se conocen demasiado bien, y quizá por eso se calmaron las caricias lascivas y cesaron las preocupaciones y los celos, los latidos y el amor. Ellos se tienen cariño, un cariño que no es filial ni deja de serlo, como se quiere a un perrillo, a alguna tía anciana perdida en la lejanía de la sangre y el tiempo… Ellos aprendieron a amarse y a callarse, a ganar y a perder, a desgastarse y hoy, finalmente, a aceptarse. Ya no habrá más mañanas recubiertas de piel y de deseos, ni más bienvenidas al atardecer con el arrullo de una canción, ni más flores con las que adornar un salón que era de los dos.

Los vídeos de Vodpod ya no están disponibles.

Hola/ Hello.

El día a día/ The days we're living, Música/ Music

Me encontraba solo, dando vueltas por la habitación del hotel. No sabía qué me pasaba, pero en un agobio venido de no sé dónde, me largué a dar un paseo por el puerto. Y sin embargo, el ir y venir del agua, la brisa serena que llegaba del mar, parecían no calmarme, y me traían tu imagen una y otra vez, como la marea insomne.

He dormido poco estos días lejos de casa. Mucho trabajo, poco más bien; las distancias cada vez más frecuentes; el cambio de comidas, de costumbres; los malos hábitos; yo qué sé. No he vuelto a fumar, así que puedes quedarte tranquilo. Y sin embargo he estado perdido todos estos días; me he dormido en dos conferencias, y la verdad no me importó que se supiera (creo que nadie se enteró, pues no fui el único en dormitar allí); he comido con un ansia irregular, ganando todo lo que tu dieta me hizo perder, y no, no he frecuentado el gimnasio del hotel, lo siento.

Ya sé qué me vas a decir. Y puede que sea por eso por lo que te he llamado. Sólo tu voz consigue calmarme un poco; consigue centrar mi vida y aclararme los objetivos y mis necesidades. Porque eres una necesidad única, la única que me importa realmente. Y te he llamado esta noche, en medio de las estrellas y del mar, sin importarme si estarías dormido, o en casa , o solo, o acompañado.

Tu voz oscura y susurrante, hecha de terciopelo, es una caricia que me llega a través del teléfono, mira tú. Sólo oír tu respiración a través de la línea, sólo sentirte murmurar, vale la pena cualquier tontería, cualquier deshora y cualquier circunstancia que no nos envuelva a ti y a mí.

Quería decirte Hola. Solamente. Simplemente. Porque oírte es estar a tu lado, y tu lado es lo único que quiero en mi vida. Ni mi trabajo, ni los viajes que nunca se terminan, ni las distancias que nos separan, nada es importante si se compara contigo, lo único incomparable de mi vida.

Eres tú, sólo tú quien consigue serenarme. Y por eso te he llamado, entre el arrullo del mar en el puerto y el murmullo de la brisa que llega hasta mi piel desnuda. Y aunque era tarde y todo estaba oscuro, tu voz ilumina mi momento y lo hace presente y necesitaba sentirte cerca de mí, de casa, de mi amor.

Porque ya no lo puedo callar más. Sí, sé que es una locura, después de tanto tiempo, después de lo que ha ocurrido entre nosotros, los desencuentros y los hallazgos… Todo eso tiene cabida en el mundo, y en mi mundo, tú eres el resumen y la finalidad, y la vía última para ser yo por completo.

Así que te he llamado tan tarde, y te he despertado para decirte que te quiero con una locura tranquila, que te amo con una caricia que escapa a la distancia y llega hasta nuestra casa y te arropa en el sueño. Te he llamado tan tarde, despertándote, porque la angustia del silencio me estaba matando, y la falta de sueño me desconcertaba y tu ausencia me enloquecía…

Pero fue oírte decir Hola y no pude seguir. La brisa marina se levantó entonces más fuerte e hizo que mi piel se erizara lleno de ti. Y callé, y callé lo que quería decirte, porque la distancia se me hizo insalvable, y nuestra historia juntos, una muralla inaccesible… Y temí perderte como amigo, como dulce amigo para ganarte como amante, amante que ya somos cada ve que sueño contigo. Pero sólo es un sueño y nada más…

Así que fue oírte decirme Hola y todo se calmó. Mi excitación, mi insomnio, mi desesperación. Porque tu voz de oscura caverna y suavidad de terciopelo calmó mis locuras y serenó mis deseos y me devolvió a una realidad en la que tú y yo somos más que amigos y menos que amantes, pero que aún podrá ser, la próxima vez que nos veamos, la próxima vez que estemos juntos y pueda abrazarte con este cuerpo hambriento y brindarte mi sed con unos labios llenos de ti.

Y aunque pienso en ti todas las noches, yo aquí solo y tú en casa, y aunque mis caricias sólo tengan tu nombre… Has conseguido que mi cabeza gobierne de nuevo a mi corazón, y lo haga retroceder… Esta enfermedad que lleva tu nombre continúa latiendo en mi interior, y me siento feliz de que así sea, porque me hace seguir hacia adelante y mirar al futuro, un futuro en el que siempre vas a estar tú, aquí a mi lado, en cuerpo y en alma, mientras mi corazón lata por ti y tu voz, de seda y de caricia, consiga serenar mis demonios sólo con un Hola a través del teléfono, de las circunstancias, de la distancia y del amor.