Mejor: podría decir que te olvidé.
Amor despeñado, mi corazón sigue yaciente y herido, sangrando lento y desvergonzado por ti.
Te di mi alma, te di mis sueños. Pediste mi corazón y yo te di mi vida. Y deseé creerte hasta hacer de ti mi fe, y hasta mi eternidad te la regalé, en ese desengaño que es el amor.
Amor, ese cruel fantasma.
El que me tenías, sin duda. Y el que siento por ti.
Porque nada puede hacerme más daño que recordarte. Amor despeñado, no hiciste nada para cuidarme y mucho menos para sanarme.
Amor loco, lleno de tormenta. Amor que absorbe, que deshace, que desprende y deshilacha uno a uno los estambres de una vida normal.
Podría decir que me engañaste; podría decir que te soñé. Pesadilla y mentiras, con esos trazos puedo dibujarte.
Podría decir que me embrujaste; podría decir, sin temor a error, que me comiste las entrañas de deseo y entrega.
Pero faltaría a la verdad.
Yo te deseé, amor despeñado. Yo quise creer en ti. Yo quise tenerte y absorberte y olvidarme entre tus brazos y gozar en tu piel.
Yo anhelé ser más de uno contigo cerca; yo soñé que la perfección era posible.
Pero nada lo es.
Nada que tenga que ver contigo ni conmigo.
Ahora suena la canción del olvido. Y el dolor mece mi sueño despedido y la calma que una vez creí sentir a tu lado.
Todo sabemos cuál es…
Amor despeñado, no ha habido más sorpresa que mi propio dolor.
Y ya no quiero mentirme. Ya no.
Ahora quisiera olvidarte, o perderte o ignorarte. O morirme o alejarme. Todo lo que te borre para siempre de mi vida.
Amor despeñado, rodeado de los trozos de un corazón roto, ahora sólo quiero volver a reír.
Reír lejos de ti.