En esta nueva novela de Sergio Bero están todas las identidades que conforman su universo literario. Después de tres libros podemos decir que posee un mundo escrito donde los elementos de la vida que más le interesan conforman ya un universo donde se entrelazan personajes y experiencias tallados con los cinceles de lo que conforma nuestra sociedad.
Porque en Mimi me salvó, su último relato, pubilcado por Ediciones KaboYbero, la sociedad actual está más presente que nunca. O, mejor dicho, el presente, aquí disfrazado de futuro, late en cada una de las frases y de las aclaratorias que posee el relato.
Es un relato reivindicativo. En muchos aspectos. Cada uno de sus protagonistas está construido con un arquetipo que, en manos de Sergio Bero, con esa habilidad muy suya, pese a estar muy marcados, se desdibujan conforme avanza el relato, y se entrelazan, como toda relación que ha nacido y ha vivido de forma intensa un período definitorio que llega, bien en ecos, bien en recuerdos, al momento actual. Mimi me salvó tiene el truco de parecer sencilla en su vertiente reivindicativa, pero es un trampantojo, un disfraz: esos tres protagonistas (podríamos decir, cinco) han unido sus vidas y sus experiencias, que relatan, a través del hilo más bello posible, el verdadero afecto y un agradecimiento infinito, lleno de ternura y de la solidez de lo que se ha vivido.
Las dos novelas previas de Sergio Bero nos llevan a Mimí me salvó. Porque tienen los mismos elementos. Pero el genio del autor es utilizarlos de acicate o de palanca, pero jamás de relleno. Y en los tres relatos se adivina una intimidad muy profunda que nos hace pensar que el propio autor, como el creador de un mundo, está en cada uno de los personajes y en todos los detalles a la vez, pero en forma de éter, de rumor de mar, de sol que brilla. La calma luchada, de lo mejor que leí en plena pandemia, era un canto a la supervivencia, una voz poética que se ahogaba si no era escuchada. En Cierto que miento, la complejidad nada superficial de una relación que avanza de la mera atracción a la necesidad más patológica, desarrolla aún más ese estado de comunión íntima que el autor había iniciado en su primera obra, de suerte que asistimos a dos relatos a la vez: el que autor ha elegido y el que le sirve de reflejo.
Ambas características están en Mimí me salvó, más amplificadas si cabe, haciendo justo el ruido necesario, (aunque quizá a veces, muy pocas, algo de más), y que se refleja, de forma omnipresente en su obra, en la identificación con la música pop, siendo revelada (nuestro yo más juvenil lo sigue reconociendo sin rubor) como la explicación última, el vehículo adecuado, para la compresión de lo que sentimos, y la inspiración necesaria para construir futuros al menos de mayor calidad.
La relación de Marta, Asier y Dailos se construye con la evocación; la música nos transporta al pasado, y las voces que hablan, con gestos y silencios, al momento actual, en la que tres personas ya maduras, desgranan sus experiencias y lecciones vitales con una fluidez que no requiere etiquetas, y una sinceridad que desarma.
Hay en Mimí me salvó, todo de Sergio Bero. Y hay en cada uno de sus protagonistas: Marta, Asier y Dailos no sólo su comprensión, si no rasgos comunes. Escribir sirve de terapia, nos dicen. Pero esconde un secreto mayor: nos lleva hacia la libertad. Y eso es lo que el autor ha hecho en este relato lleno de energía, incluida la de la enfermedad, y la valentía de exponer la realidad del siglo XXI aún con los ojos, alegres y asombrados, de un siglo atrás.