La delgada línea del deber/ The thin line of Duty.

El día a día/ The days we're living, Medicina/ Medicine

9bbd1db64c8411e2b82c22000a1fbca3_7   – Treinta y dos años. Inmunodeprimida. Ha perdido más de diez kilos este mes, ya la verás. Insuficiencia respiratoria, suponemos. Aquí están las pruebas…

   Quien me hablaba era el responsable de Medicina Interna durante la guardia. Un hombre a quien admiro por su sapiencia y su buen hacer. Si él comenta algún enfermo es porque necesita nuestra ayuda en UCI sin ninguna duda. Es tal mi confianza en él, que acepto sus ingresos sin verlos si quiera, porque sabe mucho más que yo de Medicina, tiene una generosidad como pocos,y un ojo clínico admirable.

   Sin embargo me pidió que fuera a verla. Allí estaba el pobre pajarillo asustado. Respiraba con dificultad aunque todavía estaba entera. Sólo con un vistazo supe que tenía que ingresarla. Las pruebas complementarias no me eran necesarias para corroborar mi decisión, pero lo hacían.

   Pálida, con sus ojos claros llenos de miedo. Yo estaba extrañamente cansado. Aun así me esforcé por explicarle, como me pidió sin rodeos, qué íbamos a hacer con ella y las posibilidades de empeoramiento que a todas luces veía. Intenté ser lo más atemperado posible. No es fácil decirle a una persona joven con todo el sentido que puede acabar sedada, intubada, conectada a un respirador y que eventualmente puede morir.

   Sonreí cuando le dije que las cosas podían ir mal pero que intentaríamos con esto y aquello evitar ese último paso. No debí ser muy convincente. La pobre, aterrorizada, entendió mejor de lo que dejó entrever, y aceptó que iniciásemos el tratamiento. Me pidió que su madre estuviese cerca e intenté conseguir un arreglo especial para que se quedase un poco más del tiempo permitido: estaba aterrorizada por lo que estaba pasando y por lo que pudiese pasar a partir de allí.

   – ¿Puedo morir? No me mienta.

   Sonreí con risa de circunstancias.

   – No acostumbro mentir, la verdad. Ni el resto de mis compañeros tampoco. Esperemos que no. Si todo sale como debe ser, en un par de días volverás a la habitación a seguir el tratamiento.

   Diez horas más tarde, en plena madrugada, el neurocirujano me llama para exponerme un caso singular. Un paciente que había tenido una caída en casa mientras estaba bebiendo, se negaba en redondo a ser operado de una lesión cerebral urgente que significaría su muerte si no se llevaba a cabo de inmediato. Anestesiología se negaba a su vez a sedarlo en vistas de sus manifestaciones, a pesar de estar en evidente grado de embriaguez. Se habló con todos lo que se tenía que hablar, se enviaron todos los permisos al juez y ahora necesitaban que alguien lo vigilase con la esperanza de que empeorase lo suficiente para poder meterse de máxima urgencia y así solventar el escollo.

   En los días de mi vida médica había ocurrido algo así. Pero acepté el ingreso porque había que vigilarlo de alguna manera. Cuando llegó, todavía oliendo a alcohol y con la cabeza medio rapada lista para la cirugía, me miró con ojos de alucinado y con cierta lentitud me expresó su deseo de no ser operado y de querer marcharse a casa.

   No podía tener objeciones a lo de la cirugía, estando de acuerdo con el neurocirujano como estaba, pero en mi poder estaba mantenerlo ingresado para vigilarlo y cuidarlo mientras todo aquel lío legal se resolvía.

   Le expliqué que estaba para eso y nada más, que le iba a dar tratamiento para su problema y sus dolores. Pareció hacerme caso.

   – No quiero que me operen, ¿entiende, doctor? Sólo quiero volver a casa.

   Su voz era apremiante y se notaba, por encima de su estado de embriaguez, un sincero deseo de hacer lo que pedía que le dejásemos hacer.

   La chica fue evolucionando mal. Cada vez más cansada y con la respiración más dificultosa; no me quedó más remedio que decidir sedarla para intubarla y conectarla al respirador. Necesitaba descansar de tanto esfuerzo y sus pulmones requerían una atención y un aporte de oxígeno que con las medidas habituales no llegaban.

   Le tomé de la mano y acariciando su frente como hago con todos los enfermos a los que hay que comunicarles malas noticias, se lo dije. Inmediatamente sus pupilas claras se dilataron y se negó en redondo.

   – No, no, no. Nada de eso, No quiero que me intuben…

   Pude reconocer los signos de pánico. Estaba muy nerviosa y, sobre todo, muy asustada. Me dediqué a convencerla usando todo el encanto posible. Ella seguía en sus trece a pesar de estar cada vez más cansada y con sensación de ahogo.

   – Necesitas descansar… Y no te vas a enterar. Cuando todo pase te despertarás y notarás..

   – ¿Cuántos días?

   – Los que sean necesarios, pero no te darás cuenta, te lo prometo. Necesitas descansar y que tus pulmones no luchen tanto como ahora…

   Algo debió ver en mí, la voz serena pero inflexible, o la necesidad real de descansar de aquella carga… Algo de esto o todo a la vez, consiguió vencer su miedo. Y logramos lo que habíamos esperado hacer desde que supe del caso en la planta de hospitalización.

   Mientras tanto, el paciente de Neurocirugía seguía en sus trece.

   Salí a hablar con su hermano. Entre muchas cosas me dijo que su madre había fallecido en febrero y que desde entonces estaba algo deprimido, bebía más de lo habitual y la extrañaba mucho. Era un buen hombre, albañil, había construido él solo la casa que habitaba y había cuidado de su madre desde que ésta había enfermado.

   El paciente, a pesar de la intoxicación alcohólica, o quizá exacerbado por ésta, expresaba un sentimiento más profundo que, al desconocerlo, chocaba con nuestro hondo sentido del deber.

   Cuando volví a verlo, no cejaba en su empeño. Sin embargo, sabiendo como sabía ahora sus verdaderos motivos, me dispuse a explicarle con bastante crudeza la situación en la que se encontraba y el inmenso riesgo vital al que se exponía, y aún peor, al elevado riesgo de padecer secuelas importantes por la tardanza que se estaba produciendo.

   Saber qué le podía pasar y sobre todo cómo podría quedar lo impresionó. Al menos comenzó a tratarme con algo más de cuidado y de sentido común: creo que se dio cuenta que yo  comprendía el motivo escondido de su negativa reiterada.

   Ambos casos, tan diferentes, me hacen preguntarme dónde está la delgada línea que separa el deber de tratar de la entidad como persona que todo paciente es; dónde está el límite entre las decisiones médicas y las decisiones voluntarias de cada individuo; dónde la deontología deja paso a la humanidad.

   ¿Tenemos derecho a intubar a alguien simplemente para salvarle la vida? Sé que es mi deber, pero, ¿tengo el derecho de ir contra su propia voluntad? En el caso de la chica, sabiendo que su negativa era por miedo, pude enfrentar mejor la circunstancia: me gané su confianza diciéndole lo que merecía ser dicho y escuchándola y entendiéndonos. Es importante este flujo de comunicación, este lazo de respeto que debe existir entre todas las personas, pero en especial entre médico y paciente.

   Pero en el caso de alguien que desea morir y que hace lo que sea para conseguirlo… ¿Dónde está el límite que me permite a mí ayudar a salvarlo de ese escollo para que encalle, quizá, posteriormente? No lo sé…

   El Deber, el deseo de hacer lo correcto a veces choca con circunstancias vitales, con las personas y no sólo con casos, y nos llevan a reflexionar… Nuestro trabajo no es sólo curar o ayudar al cuerpo a regenerarse; es también oír e indagar y ver y tratar de conocer, en los escasos minutos que un problema agudo nos da, el contexto de vida y los sentimientos y los temores y las necesidades de cada una de las personas, y no sólo pacientes, a las que atendemos.

   ¡Qué complicado es todo lo referente a lo humano! ¿Dónde está esa fina línea que define el Deber? ¿Dónde está el límite entre la acción y la inacción que nos lleve a definir vidas, a emitir juicios y tratamientos o a intentar no darlos?

   A veces todo parece fácil. A veces.

   La chica terminó la guardia sedada e intubada y conectada al respirador. Al menos descansaba. Cuánto camino le queda para sanar…

   Y dejé sin operar al testarudo borracho. Que quizá lo estaba, pero quizá su embriaguez sólo dejaba al descubierto su incapacidad de seguir viviendo sin su madre, su negativa a seguir con vida en una vida que ya nada tenía que ofrecerle…

   ¿Cómo hacerles ver que siempre hay una segunda oportunidad, en la que la Muerte es una posibilidad, pero también lo es la Vida?

   No lo sé…

   La delgada línea del deber sigue siendo difícil de ver y nos saca el sueño una y otra vez, y nos llena de preocupaciones en ese ímpetu, al menos por ahora difícil de extinguir a pesar del empeño de denigración que sufrimos por parte de la dirigencia política, de hacer las cosas con la máxima calidad y, siempre, con excelencia.

   La Vida, la Muerte, el Deber, la Voluntad… En fin…

Todo lo que te pido/ All I Ask Of You

El mar interior/ The sea inside

   ccb3268c47ab11e2b19422000a1f9bc9_7Ven. Siéntate a mi lado.

   Me gusta tu perfume. Tu piel se suaviza con ese aroma y hace que me tranquilice.

   Ven. Quisiera decirte algo.

   Empieza el invierno y los días son cortos, las noches muy largas, y estamos juntos.

   Te quiero.

   Quiero que sepas que cuido de ti sin rubor, que me gusta preparar el desayuno, disponer la cama para los dos, encender la chimenea y verte echado en el sofá con la tele puesta y tus ronquidos sonoros.

   Allí adonde vaya tú vas conmigo. Allí donde esté, tú me acompañas.

   Quiero seguir compartiendo cada mañana, cada cena, cada hora del día contigo. Quiero que la noche llegue y nos encuentre así, juntos, cada uno en su mundo y en el de los dos.

   Te quiero.

   En soledad te siento cerca; a tu lado sólo hay plenitud.

   Ven. Siéntate aquí, cerca de mí. Así… ¿Te acuerdas?

   Quiero que sepas que nada te hará daño; que te protegeré con mi corazón rabioso y esas ganas locas que tengo de amarte. Quiero que sepas que siempre podrás contar conmigo, no importa el futuro ni las vueltas del destino.

   Nadie verá por mí mal de ti. Nadie sabrá, por mí, mal de ti. Eres demasiado grande, demasiado único, demasiado irreal para poder soñarte. Te lleno de besos como me lleno de goce y los días pasan y el amor crece por tenerte así, junto a mí.

   Ven. Siéntate. Sí, junto a mí. Quisiera decirte algo…

   Ámame igual o ámame diferente. Pero ámame así, juntos y separados, por siempre.

   Es todo lo que te pido.

Estar vivo/ Being Alive.

El mar interior/ The sea inside, Música/ Music

   50df83483e4b11e28f4222000a1fb75e_7Estaba como dormido. Mi corazón de piedra.

   Creo que hacía que vivía.

   Dormía (mal) sin sueños. Comía (mal) sin ganas. Lloraba a veces y a veces me quedaba callado. Y hablaba para llenar el espacio vacío con ruido.

   No tenía pulso. Y respiraba sin consciencia.

   Día a día. Semana a semana. Mes a mes. Corazón de piedra.

   Hasta que te encontré.

   Y empecé a estar vivo.

   Alguien que me despertó del sueño gris de sobrevivir. Alguien que me enseñó la luz de la mirada, la untuosidad de la caricia y ese sabor tranquilo del beso y del placer.

   Mi corazón despertó de su letargo de acero. El cincel de un cariño inmenso lo liberó de ese hielo que lo protegía y lo hizo latir pum, pum, pum, otra vez.

   Gracias a ti sé lo que es estar vivo. Reír, llorar, cantar, soñar, extrañar y besar.

   Alguien que me ha hecho correr por el parque en su busca; que hace que hiperventile por puro nervios al verle; que me despierta por la noche, que me abraza por el día, que me quiere una hora y otra, haciendo mis días un conjunto de sensaciones y de sabores vibrantes.

   Alguien que me agobia y me hace enojar. Alguien que me dice qué hacer y qué no ponerme. Y que discute conmigo y se deja querer y se deja abrazar y se deja acariciar y que me dice y me desdecir y sigue allí.

   Estoy vivo: siento el latido de mis arterias, siento el aire llegar a mi corazón. El futuro vive en mí, y el pasado se deshace en el olvido.

   Porque te encontré. Y el mundo es inmenso y gira, gira en derredor nuestro lleno de vida, ahíto de alegría.

   Poco y mucho: extremos de estar vivo.

   Estoy vivo.

   Desde que te encontré.

   Y esto es felicidad.

Mejilla con mejilla/ Cheek to Cheek.

El mar interior/ The sea inside

548790_10151293906692836_879509732_n   En el cielo. Estoy en el cielo cuando bailamos así, juntos y apretados, tú y yo.

Todo parece desvanecerse salvo el brillo de tus ojos y el calor de tu piel.

Y teniéndote entre mis brazos el mundo se detiene. Y sentirte es lo único que deseo y volar contigo, entre la música y el amor, hasta llegar al cielo.

Porque soy feliz bailando, haciendo que nuestros pies dibujen pasos ligeros y tiernas caricias. Soy feliz sintiendo tu mejilla con la mía, y como en sorpresa, tus labios en los míos y sonreír a la vida que nos ha unido y a la música que nos permite, bailando, estar en el cielo.

Qué felicidad.

Entre los dos/ You and I.

Los días idos/ The days gone

   52482e3e3d7811e2957722000a1f9a39_7Un espacio entre los dos.

   Aire entre los dos.

   Y una discreta descarga eléctrica.

   Miradas que hablan sin decir nada.

   Silencio entre los dos.

   Y un discreto roce de los labios.

   La tarde corre, corren los días.

   Todo parece lo mismo, pero evoluciona. Cambios mínimos, imperceptibles.

   Y una sonrisa cálida.

   Paseo por la playa cálida.

   Tú y yo.

   Entre los dos no hay anda y lo hay todo. Como en una historia inacabada.

   Y tus pupilas pálidas y mis manos ávidas.

   Hasta que nada nos separa más que nuestro amor.

   Y se deshace el espacio entre los dos. Y los labios se encuentran y una chispa de energía nace de nuestro encuentro y llega a nuestro corazón. Uno solo. Un latido y la misma emoción.

   – Te amo.

   Digo.

   Y todo vuelve a empezar.

   Entre los dos sólo hay un comienzo y una eterna evolución.

Por la mañana/ In the morning.

El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside, Música/ Music

   La calefacción está encendida. La noto sobre le sueño y siento que me arropa cálida y sabrosa. Como tus abrazos.

   Entre el vaivén de la conciencia me muevo y sonrío. El espacio entre mi cuerpo y el edredón está lleno de calor y se siente rico, suave y apetitoso. Rozo con mi cara la almohada y se hunde haciéndome cosquillas. Sonrío. Y me muevo y parece que floto y nado a un mismo tiempo.

   Me desperezo. Pero todavía tengo los ojos cerrados. Qué dulce el sueño, qué dulce el despertar del domingo contigo cerca. Atrás queda lo dicho la noche anterior, por delante aún está el porvenir. No importa. En este momento, en este ahora en el que te quiero el mundo se detiene y la luz entra a raudales por la ventana abierta; el otoño se va y con él la pureza de los días de cristal y la sensación de que todo puede aún ser.

   Como nosotros.

   Por la mañana todo es nuevo. Los pensamientos, los movimientos, los sentires que vendrán. Por la mañana tú y yo juntos, abrazados por detrás como queriendo poca cosa, y aspirar el olor de la piel dormida y la leve crispación de la mente que despierta.

   Me acerco a ti… Y noto un espacio vacío, un conjunto de aire y frescor. Me aferro a tu almohada aterrado. Por unos instantes se detiene el pulso de mis arterias y mi conciencia se apaga y se congela.

   Abro los ojos: una nota perfumada, unas líneas con tu letra, la tinta violeta de los recuerdos de amor.

   Has salido a correr. Traes el desayuno.

   Y el mundo vuelve a girar.

   Por la mañana todo es perfecto. Hasta la ausencia, hasta el miedo a perderte. El amor, el deseo y también la tranquilidad.

   Vuelvo a mi sitio y me arrebujo en el edredón tibio. Estiro mis piernas… Y oigo el sonido de la llave en la cerradura.

   Abro los ojos y hay luz y la mañana entra a raudales con tu sonrisa, con tu voz.

   Y todo es perfecto: el domingo, el desayuno, nuestros besos, nuestro abrazo y la felicidad.

El amor es…/ Love is…

El mar interior/ The sea inside

   Me he equivocado tantas veces… Creo que he perdido la cuenta.

   Podría quizá recordar la primera vez que me rompieron el corazón. Estaba sentado y así me quedé. Sólo que solo.  Así de repente. No me lo esperaba. Eso no se prevé, creo. Puede que haya algunas señales que se pasan por alto porque el corazón se ciega y la razón se nubla y la ternura de la primera vez y el miedo de la primera vez se mezclan con lo que creemos que es amor y que puede ser muchas más cosas además de amor.

   El amor es huidizo.

   Hubo una vez que lo fingí. Estaba tan cansado de ser abandonado que me hice el ofendido. Y resultó tan convincente el teatro que se fue ese mismo día sin despedirse. Qué cosas. Tanto que, cuando me di cuenta, estaba otra vez solo. Y con el terror que nos da a veces la casa vacía, la cama hecha un ovillo de nada y unos calcetines olvidados en el suelo y la última huella de un beso en la mejilla.

   El amor es tragicómico.

   Me sentí mal cuando me llegó el turno. Era bello y delicado como una flor. Digno de ser expuesto y admirado, pero tan tranquilo que me dejaba sin sentido. Pretendía quererlo, y quizá hasta algo de cariño le tenía, con su mirada dulce y sus gestos coquetos y suaves. El desayuno en el cuenco de esas manos pálidas y los besos cortos y la piel tibia apenas sin roce. Fue un hiato, un paréntesis de ceguera en un mundo sin luz.

   El amor es sucio y a veces cruel.

   Demasiadas veces he visto rupturas que parecían imposibles, apagados fuegos que parecían eternos. Él y yo éramos así. No podíamos decirnos adiós sin más y alargamos al infinito una despedida que necesitábamos como un milagro. Había demasiado cariño, demasiada camaradería; éramos dos amigos que se rozaban y quizá hasta se querían. La pasión era intensa pero inestable, por lo demás llena de drama, calurosa como un día de verano y pegajosa también y cansina. Y llegó el día y un agujero de pared apareció en mi corazón y aún hoy, tanto tiempo después, noto un bultito en el pecho que se hunde si lo toco y me hace llorar.

   El amor es eterno. Hasta que se termina.

   Tenemos necesidades, dibujamos ideas, soñamos ideales… Y siempre tropezamos con la piedra de la realidad.

   Y es que el amor es real, demasiado real. Y por eso hace daño. Y por eso nos lleva hasta la estratosfera y por eso nos engaña y por eso es cruel y tragicómico y maravilloso y alocado e huidizo y lleno de polvo.

   Eso es lo que siento por ti. Por fin. De verdad.

   El amor es lo que siento por ti. Ahora sí. Y nada más.