
Noche de Zarzuela.
Arte/ Art, El día a día/ The days we're living, Lo que he visto/ What I've seen, Los días idos/ The days gone, Música/ Music
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Teresa Bolaño es una mujer guapa. De corazón. De tópico y de realidad. Es una mujer sensual, apasionada, dulce, muy dulce, con los pies bien firmes en el suelo y la cabeza en las nubes y una sonrisa de sol y unos ojos cuajados de estrellas.
Es una mujer hecha a sí misma. Madre desde muy joven, ha construido (y continúa haciéndolo) su vida sobre los cimientos sólidos del corazón. Su pecho late y su sonrisa se esconde y sus ojos se llenan de lágrimas, y ella continúa impertérrita, intentando entender la vida, aceptándola y mejorándola con sus sentimientos, con su voz de ala y su constante entrega.
Teresa Bolaño es una mujer de entrega. A todo: al trabajo, a sus hijos, al amor, al desamor. Todo dentro del equilibrio inconstante de la pasión y el exceso. Porque todo en ella es desbordante, todo en ella es magnánimo y comprensivo. Con los años, aprende cada vez más los secretos de la vida, y su sabiduría intuitiva se despliega lenta pero constantemente cada día que pasa.
Es una Enfermera. Y es maravillosa. Sus hijos, como hijos, no ven aún el tesoro de madre que tienen; ella misma no se da cuenta aún de lo bella que es, de lo perfecta que es y lo merecida que tiene su búsqueda de la felicidad.
Teresa Bolaño es una de esas personas de las que podemos decir que vive, y que vive con todo corazón. Y que, por lo tanto, es buena y es bella y es eterna, como el otoño que la ha visto nacer. Y en esta semana ha estado de cumpleaños, y desde aquí saludo a una amiga, a una mujer excepcional, a la que quiero y agradezco todo lo bueno que brinda a mi vida; toda la risa y las confidencias, los paseos y las noches en vela. Ella lo merece todo, la paz, el descanso y la felicidad. La felicidad que, desconoce, tiene ya entre sus manos.
Teresa Bolaño: una mujer todo corazón.
Gracias, guapa.
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Tuyo es todo mi corazón y no puedo vivir sin ti…
¡Soy como la flor que se ensombrece sin el beso del sol!
Tuya es mi canción más dulce,
Porque florece sólo por tu amor.
Dímelo una y otra vez, mi único y solo amor.
Dímelo otra vez: Te amo…
Adonde vaya, te siento cerca de mí,
Debería beber tu aliento y yacer a tus pies,
¡Sólo a tus pies!
¡Qué maravilloso brilla tu pelo!
Tu radiante y encantadora mirada
Está llena de sueños y ansiedad por la larga espera…
Cuando escucho tu voz, es como música.
¡Todo mi corazón tuyo es!
El País de las Sonrisas, Franz Léhar (1870-1948)