Pequeñas historias de amor (II)

El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside, Lo que he visto/ What I've seen, Los días idos/ The days gone

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@RalfPascual

Lo mira. Empieza a aprenderse sus mohínes. Por ejemplo ahora, que algo no le gusta, tuerce los labios y la nariz respingona se arruga graciosa. Cuando se relaja, los ojos son hermosos y sus pupilas limpias. Y si busca algo todo su cuerpo se pone en tensión, marcando cada movimiento con la flexibilidad de una pantera.

Moreno de playa, pelo oscuro. Moruno el norteño. Alto, rotundo y potente. Así son los del Norte. A veces desteñidos, porque ven poco el sol. A él le ha pillado de lleno. Como la sonrisa que le sale de la boca. Qué blancura sobre la de todos en aquel antro. Incluso la suya. Inconsciente, lleva la mano a sus labios y oculta su propia sonrisa.

Porque ríe al verle. Lo que hace le parece un poco infantil. Le da hasta un chisco de vergüenza. Como hace nada, cuando sus ojos se encontraron. Él le miró serio y no supo dónde meterse. De haber tenido una copa en la mano se la hubiera ofrecido en la distancia, pero en aquel momento tenía las manos vacías. Si fumase le hubiera enseñado la cajetilla invitadora, aunque él tenía la pinta de ser un hombre súper sano, de proteínas y deporte; acabaría ninguneando la cajetilla (que no es barata), pero bueno, tampoco fumaba. Se hubiera puesto de pie, se hubiera sentado si hubiese dónde. Al final, sacó fuerzas y le sostuvo la mirada. Ninguno cedió durante esos segundos y él le ladeó la cabeza después de arrugar los ojos. No pensó que podía ser miope, el pobre, ni que en la consulta le hubieran recetado lentillas nuevas. Porque esas cosas ocurren a veces.

Sabía moverse. No sabría decir si bailar. Él, que había ido a clases, bien le enseñaría unos cuantos pasos. Hasta dejaría que liderase la pieza. Total, tenía pinta de campeón de regatas, con los rizos medio engominados y la camisa abierta hasta el pecho. Le propondría un cha-cha-chá aunque sonase a regaetton. Porque no hay nada más sensual que un baile latino. Ese restriegue de cuerpos, hebilla contra hebilla, pecho contra pecho, barbilla y corazón. Acercarse y alejarse en una imitación casi perfecta de la marea y humedecerse con el sudor que cae. Como hacía ahora, escabulléndose de los moscardones que le perseguían con esa sonrisa perenne y su cara de aquí no hay para nadie más.

Le invitaría a una copa. Estaba decidido. Había un mar de seres que los separaba; la marea de cabezas entre el juego de luces y de sonidos, como si sufrieran de epilepsia, casi le persuade, pero oye, esto no se tiene todos los días (o todas la noches). Su corazón aventurero despertó de repente sacando la billetera y rascando los billetes… ¿Qué bebería? Dudas… ¿Qué hora era? ¿Y bebería? Gira un momento mientras el camarero esperaba impaciente, y se decide no más verlo sudar. Una cerveza de esas modernas tan tradicionales. Tostada, que viste más. Y algo amarga. Y para él una Muerte Súbita, que nada le parece más alegórico en ese momento.

En un pestañeo se ve con las botellas en la mano. Una oliendo a cereza, la otra tan grande como un báculo. Parecía un druida con esa barba poblada y algo arisca que estaba tan de moda. Se la dejó porque casi nadie se ve mal con ella, salvo en ese instante en el que estaba la suya, entre náufrago y modernuqui. Debía habérsela arreglado. De saber que tropezaría con alguien que le gustase… Al menos estaba bien peinado; todavía aguantaba una hora de arreglo en el lavabo. Estaba orgulloso de ese tupé perfecto, de ese pelo de maremoto calmado que tenía. Era su mejor arma, sobre todo en un ambiente donde la calvicie abunda. Se ríe de su ocurrencia. Las botellas están heladas y sudorosas, pero no por mucho tiempo. Así que se adentra en el mar de cuerpos  con decisión.

Piensa de repente que está persiguiendo un arco iris en aquel ir y venir ondulante de luces, sudores y miembros. Pero vale la pena. Desde que lo vio se le paró el pulso. Ni siquiera seguía el ritmo de la música. Fue verlo y engancharse, seguirlo hasta casi sabérselo de memoria. Estuvo dudando en ir a por él, pues parecía un intento vano. Pero sus miradas se encontraron y le ladeó la cabeza, y ahora hasta juraría que le había sonreído. Casi era demasiado guapo para ser cierto. Entre esas dilaciones casi se le cae una botella intentando sujetar la otra, que resbaladiza llega al suelo. La Muerte Súbita queda desparramada en un piso rozadísimo y pegajoso, como un cuerpo después del amor…

Un segundo tarda en recuperarse. Nadie lo ha notado. Hasta la botella acaba escondida entre el mar de piernas cimbreantes. Sujetando mejor la tostada, levanta la vista para dirigirse a su lugar… Pero ya es tarde. Busca ansioso con la mirada, barre con rayo láser cada palmo de locura nocturna. Todos podían ser él, pero nadie había más que él… Si todos podían atravesar el arco iris para disfrutar del amor… Él no sería menos.

Pero no esa noche.

Acerca la tostada a sus labios y besa el lugar en el que se hubiesen posado esos labios. Por un instante imagina un roce, un reconocimiento, unas palabras, unas caricias, un beso. Y todo lo que viene después… Pero ya se lo dicen sus colegas: siempre buscando lo imposible…, como los arco iris, que ya no existen; como las abejas, que ya no hay, como tampoco hay ya mariposas: seres solitarios que se aman brevemente en la noche y se separan después, para siempre.

Ay, amor fugaz… Pero amor después de todo.

Quizá la próxima vez lo consiga, se dice por no estar callado. Quizás.

Raúl Nuevo: vida nueva/ Raúl Nuevo: A New Life.

El día a día/ The days we're living, Los días idos/ The days gone

11807126_10206407968293465_7339321047210007059_oRaúl Nuevo es un espíritu de acero. Sin aristas, brillante, duradero, confiable. Es muchas cosas, que él resumiría rápidamente en cinco minutos: esa voz profunda, esa capacidad de comunicación única, ese intento constante de ser feliz. Tanto, que a veces olvida en su intensidad que realmente, y pese a todo, ya es feliz.

Su vida es puro corazón. Lo lleva en los ojos y en la voz. Dueño de una generosidad de mundo entero, cuando abraza parece un bosque profundo, y a la vez, las alas de un ángel. Quiere tanto que su corazón pesa como el oro; es tan desbordante, que la selva de palabras, de expresiones, de gestos y de sonrisas nos llena de ternura y de comodidad. A su lado nadie es un extraño, nadie pasa desapercibido, nadie tiene nada que contar.

Es el perfecto anfitrión. Histriónico, divino, carente de cinismo (salvo, quizá a veces, consigo mismo) y lleno de positivismo. Nada ha hecho naufragar la nave de ese corazón de aire que posee, oxígeno que nos regala así, a manos llenas. Exigente, más consigo mismo que con nadie, desbordante, único, siempre es nuevo, siempre es él mismo, siempre es único y siempre sobrevive, a punta de esfuerzo y de cabezonería, de querer estar y de amar. Pocos hombres hay más constantes que Raúl Nuevo en sus virtudes y en sus carencias, y nadie tan apasionado ni tan dulce.

Hoy es su cumpleaños. Y quiero que lo celebre con la tranquilidad de una vida vivida, con la seguridad que, una vida nueva, en Raúl Nuevo, es sinónimo y destino. A veces las cosas que nos pasan nos nublan el horizonte; a veces, las vueltas del destino nos entorpecen la marcha. Para Raúl Nuevo sólo deseo que esa travesía tan suya, tan él mismo, consiga darle la paz que tanto anhela (y que lleva dentro), y ese amor, amor, que tanto sueña (y que lleva dentro).

Para Raúl Nuevo, en su cumpleaños y todos los días, en cada amanecer y en cada puesta de sol, una vida nueva, una nueva vida.

Con cariño.

Cuando te miro/ When I Look at You.

El día a día/ The days we're living, Música/ Music

When I Look at You. Linda Eder.  

   33210512569f11e39f760a8f4e0ede20_8Sentados así casi no te reconozco.

   No has cambiado nada. Tu aspecto es más o menos el mismo: la cara aniñada, la nariz discretamente aguileña, cierta sombra en la sonrisa. Pero no, ya no eres tú.

   Cuando te miro no hallo  aquel del que me enamoré. Que hacía pájaros de papel, que hacía sonar una melodía con el arrullo de su sonrisa. Que me decía que me quería así más o menos de aquí a las estrellas.

   ¿Dónde se ha ido? No lo sé. Pero cuando te miro, aquel niño que fuiste parece perdido en el fondo de tus ojos y yace moribundo en el techo de tu corazón.

   Eso es lo que siento cuando te miro.

   Y de noche, a solas mientras duermes, me pregunto dónde te has ido. Qué ha sido del hombre que me despertaba cada mañana con un beso y me abría la puerta antes de pasar, con los modales más antiguos posibles y sin embargo, más encantadores. Con los brazos enormes abiertos en abrazos de eternidad y la tranquila seguridad de vivir por siempre.

   Cuando te miro mientras duermes, me pregunto quién eres, quién sonríe con esa risa de antes, quién habla con la voz oscura de los años que han pasado entre los dos; adónde se ha marchado ese chico que corría todas las tardes por la orilla del mar y llegaba hasta mí lleno de sonrisas para abrazarme y dejarme empapado de sudor y de amor. Porque ya no te encuentro.

   A veces cierro los ojos cuando hablas y el tiempo se empequeñece hasta hacerse una nada, y logro tocar los dedos de ése que eras y que se ha perdido, que me convenció de amor y me llevó hasta su lecho y hasta su vida, y del que me enamoré sin preguntas ni condiciones, como sólo los niños, y quizá los tontos, lo hacen.

   Pero no, no eres tú aquel de quien me enamoré. Ni el que me hizo amar. Tu mirada es fría, tu risa es falsa; esos dedos que pretenden acariciar mi cara pasean automáticos por mi rostro cansado. Ya no eres el que fuiste. Te has perdido delante de mí y no, no sé dónde estás.

   ¿Por qué el tiempo nos hace esto? ¿Por qué, pudiendo amar por siempre, perdemos el camino, olvidamos la luz que nos ilumina?

   ¡Oh! Si por un momento quisieras ser aquel que fuiste, si pudiera escuchar el sonido de esa voz de mediodía, cuánto amor me queda para darte, para regalártelo todo así, sin llevar cuentas, sin contar días, sin esconder abrazos…

   Pero no. Cuando te miro todo parece cambiado. Ni un eco de tu antiguo ser, ni un latido que lleve mi nombre… ¿Lo imaginé? ¿Te soñé con tanta fuerza que me creí mi propia fantasía…?

   No…

   Pero, cuando te miro, no eres tú siendo tú. No eres tú siendo yo. Cuando te miro ya no hay amor, si no indiferencia o algo más que no deseo descubrir.

   Cuando te miro aún te quiero… Aunque en ti sólo haya olvido.

Cuentos de hadas/ Storybooks.

El mar interior/ The sea inside, Música/ Music

   fa161dd06b5b11e3b0330e308ba3951d_8Dime, ¿de verdad existen?

   ¿Esas historias que leemos, las sonrisas, los peligros, los arreglos fallidos, los encuentros finales?

   ¿Existe ese amor increíble que parece irreal, que nace de una mirada y quema todo a su paso, hasta encontrar la felicidad?

   Dime: ¿eso es lo que nos pasa a nosotros?

   Sé que sólo en lo sueños ese amor es real. Pero tú tienes magia en la mirada, que me embarulla los pensares; y en esa voz, que teje embrujos que me obsesionan. Y te has metido en mis  sueños sin permiso y sin ganas de irte. Y me susurras palabras de amor.

   Dime, ¿tú eres un cuento de hadas? ¿Acaso eres un príncipe encantador que me encanta y me desencanta y me deja jadeante pidiendo más?

   ¿Seremos el último renglón, la última frase de una historia que no parece tener final?

   El amor, ese que has hecho nacer en mí, que fluye desbaratando todo a su paso: mi pensar, mis sentidos, mi entero sentimiento, ¿es tan hermoso como parece? ¿Es tan seguro como aseguras? ¿Sabe que no sabe que ama?

   El amor, ese que parecía de cuento, es tan real que casi lo toco con los dedos cuando te abrazo y cuando te respiro y cuando, juntos, rodamos por la hierba mojada llena de risas. De las tuyas y de las mías.

   Dime, ¿es verdad que este amor es real? ¿Que hay un cuento de hadas para nosotros dos y que hoy nos rodea?

   Dime: ¿mi corazón es tuyo y late en mis manos? ¿Mis besos son tuyos y se llenan de tus sueños? ¿Es verdad que habito en tu piel?

   ¡Oh! El amor ideal, ese amor irreal, parecía un sueño… Y sin embargo aquí estás. Juntos, junto a mí, junto a ti. Juntos. Unidos con pegamento de escarcha. Y risas.

   Sólo en sueños creí ser tan feliz. Sólo en sueños imaginé que las caricias fueran tan quemantes y la pasión tan abrasadora. Sólo en lo cuentos de hadas pensaba que la vida se hacía mágica y que cambiaba todo de repente. Hasta que te conocí.

   Sé mi príncipe encantado. Que yo seré la magia que una nuestras manos.

   ¡Oh! Sé mi sueño preciado, que yo seré la noche que nos abrigue y nos encante, el mar en calma que nos arrulle y la hierba que nos sostenga.

   Dime: ¿así es el amor?

   Dime: ¿así es nuestro amor?

  Pues ven, no esperes más, y acércate. Abrazémonos. Besémonos. Amémonos. Escribamos  juntos las líneas de un cuento de hadas lleno de felicidad.

Una vida nueva/ A New Life.

El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside, Música/ Music

    2ca0de9c600411e396c612eede970894_8En silencio pienso en una vida nueva.

   A Piernas de Alambre no le gustaban mis silencios. Decía que la voz del mundo parecía acabarse, tan lleno de excesos como soy. Y la mirada se me perdía en la melancolía y él no sabía qué hacer para arrancarme una sonrisa o para que volviese la luz a mis pupilas.

   Yo me reía entonces con sonido de circunstancias, entornaba los ojos y le daba un manotazo a mi estado de ánimo para volver a empezar. Y me centraba en su vida, en su compañía, en el calor de su cuerpo, y en los sueños que parecían cobrar carne en la suavidad de su cercanía y en el calor de su voz grave.

   Una vida nueva. Un amanecer diferente, limpio y sereno. Una nueva vida llena de proyectos, chispeante de objetivos, repleta de sueños maravillosos a los que perseguir y dar caza.

   En silencio sueño con la lucha, con el sabor del sudor, con el regocijo del trabajo bien hecho. Y me asomo a la ventana y creo ver una sonrisa abierta y el brillo de unos ojos que bien pudieran quererme.

   Un amor nuevo, un trabajo nuevo, una esperanza para seguir adelante. Porque la vida se congela y no es por el invierno que toca a la puerta. El miedo paraliza, pero la abulia mimetiza la inmovilidad y la transforma en el único presente de la vida.

   De mi vida.

   Una vida nueva. Eso es lo que necesito. Una piel sobre la que descansar, unos labios a los que besar, un plan que por fin salga bien. El gozo de la despreocupación, el brillo de la esperanza y la claridad de un día sin sombras.

   Un amor quizá, el solaz de una compañía llena de las estridencias de lo novedoso. Y un sueño más pequeño cerca del corazón, que late lento por falta de ilusión.

   Sé que ahí fuera hay algo para mí. O quizá dentro de mí esté la llave que abra la puerta de mi esclavitud. No lo sé. Sólo sé que deseo una vida nueva, llena de las cicatrices de la antigua, como señales de neón para no perderme otra vez. Necesito algo que logre convencerme que existe ese impulso único, ese sueño encarnado, el calor de un tacto que no juzga y el eterno abandono de la felicidad.

   Porque no soy feliz. Ni guardo ya sueños en mis bolsillos enormes. Y los mitones que llevo dejan expuestos mis dedos, que con el frío del alma se me cuartean y duelen, recordándome el inmenso dolor que el fracaso deja en los labios, y la amarga melodía de un fin.

   Amo sin ser correspondido; navego en un amor que ya no es el mío; y nada parece encender la chispa de una ilusión.

   Por eso callo. Porque sé que necesito una vida nueva, y puede que no la halle en el silencio, pero al menos éste pueda curar mi corazón.

   Piernas de Alambre, eras mi vida, mi única ilusión. Tenerte cerca me mantenía con energía; saberte cerca me llenaba de excitación y de una cierta calma. Tus ojos de arena, tu voz oscura y suave; el lento planeo de tu espalda sin fin.

   Pero hasta el regalo de tenerte a mi lado ya no existe. Se malgastó, supongo, por mi mala cabeza, por mi ceguera; porque olvidé que tú, siendo como eres, perseguías tus propios sueños, construías tu vida nueva.

   Y yo me he quedado atrás. Esperando, tal vez. Deseando, quizá. Y perdiendo, una y otra vez. Sin fin.

   Puede que no haya un amor verdadero; puede que la vida sea una ilusión absurda cuyo peso nos hace envejecer. No lo sé. Lo que sí sé es que necesito saberme útil, buscar la llave que abra la puerta de mi cárcel y engrasar mis alas, que de tan oxidadas sólo emiten sonidos absurdos que llenan de angustia mi corazón.

   ¡Oh! Una vida nueva que todo lo explique, que todo lo olvide y que lo regale todo… Como la esperanza de un niño y el asombro infinito de un hombre afortunado.

   Ese que nunca he sido.