El mundo real

El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside

escalera 25x40cm 300 ppp copia

Ojalá pudiéramos vivir sólo en nuestras ilusiones, que ese mundo cambiante, elástico, se hiciese real, firme, fijo. Ojalá pudiéramos sentir sin límites y  sin miedos, liberándonos de toda inhibición y llenarnos de la energía sin fin de lo posible. Esa esperanza que late a la espera de hacerse hecho, verdad.

Ojalá pudiéramos soñar a la vez. Porque los soñadores se encuentran en algún punto común, donde las sonrisas y los corazones parecen fundirse y no hay malentendidos, donde todo fluye con la facilidad de lo divino y vivir es realmente un regalo mágico.

Pero debemos dejarlo ir… En el mundo real tú no me amas y yo suspiro por ti. En el mundo real me abrazas como a un oso de peluche y me aprietas los carrillos ya un tanto fláccidos y me miras con ojos que no me ven, no como yo te veo a ti.

En sueños, tú y yo vamos de la mano. Y hay silencio. Porque nuestras intenciones hablan por los codos y no necesitamos palabras, el roce de un dedo, el reflejo del viento en el vello de nuestros brazos y una sonrisa que es como un sello de intenciones. Pero en el mundo real vamos separados, dos metros uno del otro, hablando de todo un poco y de nada en concreto, lamentando un hecho, suspirando por algo que quedó atrás, por el cierre de un local, por las ganas de tomar un café. En sueños nos miraríamos a los ojos y sonreiríamos. Y nos besaríamos. Pero en el mundo real nos vemos y no hay ninguna caricia, la mía se queda a medio camino, demasiado tímida; la tuya, es pura inadvertencia. Y sonreímos. Yo porque estoy a tu lado, tú porque te hago gracia y te sientes mejor cerca de mí.

En el mundo real debemos separarnos cuando nos vemos. Y nos vemos alguna vez, o dos, al año. En sueños iríamos abrazados hasta nuestro hogar blanco, y en nuestro sofá blando nos hundiríamos con el peso enorme de tu cuerpo, y el lenguaje de las caricias y de los besos lo llenaría todo, incluso los gemidos, y después te levantarías a buscar algo para comer y yo abriría las cortinas para que la noche celosa jugase con nosotros a hacer magia con el amor. Pero en el mundo real, cuando llegamos a tu casa, me abrazas como a un peluche, y me tiras de las orejas gracioso y hasta jugueteas con el pelo de mi pecho, sonríes como si tal cosa y me dices adiós. Y suspiras. Porque te vas con él. Y yo me quedo allí, de pie, con el dedo en el telefonillo, intentando buscar restos del calor de una mano que ya no está.

Ojalá pudiéramos vivir en nuestros sueños, donde todo es fácil, donde todo es realidad: el mar insomne, el océano de estrellas, el aroma de tu piel en mi piel, y la sonrisa de tu mirada en mi rostro. Ojalá pudieras darte cuenta, aunque fuera sólo un poco, de lo ancho de mi amor, de la profunda espera, de la pasión que refreno y de mis inmensas ganas de besarte, de beberte y de abrazarte en la singladura nocturna hasta atracar en el amanecer de tu vida. De tu vida real. En el mundo real. Allí, donde nada es posible, ni tú ni yo.

En el mundo real/ In The Real World.

Arte/ Art, El día a día/ The days we're living, Música/ Music

   Silencio. Sólo se oye el susurro de la respiración. Y el bamboleo suave del pecho subir y bajar. Y el roce de las sábanas. Y a veces el lento movimiento del dormido.

   Hace algo de frío. No hay calefacción. No la necesitaban hasta hace poco. El calor hacía sudar las ventanas; y las gotas caían sobre un cuello y sobre el otro, entre los labios abiertos y los brazos y las piernas. Y se acurrucan arrugando el edredón, y se acercan más y más, sintiendo en el sueño la caricia de la compañía y ese roce lento del placer saciado.

   El sol se asoma poco a poco. El amanecer es perezoso y atraviesa las rendijas de las cortinas como pidiendo disculpas. Aún no tiene fuerza suficiente como para rasgar el sueño de los amantes y calentar el día, pero la tendrá. Y puede que deshaga algo más que el sueño y el abrazo y la camaradería.

   Por eso se toma su tiempo. Y ellos también.

   Sin preguntas, sin dudas. Un encuentro y otro más. La vida de cada uno aparcada justo detrás de las palabras; jamás escondida pero sí suspendida: no puede haber mentiras en un abrazo febril, en una búsqueda que parecer haber llegado a su fin. Tampoco ninguna sombra ni ningún pasado: el tiempo se diluye en el amor sin calendarios, en las palabras no dichas, en los besos robados al sueño y al descanso.

   En el mundo real la vida se haya estacionada en el hueco que hay entre los dos amantes. Todavía es noche, todavía es una posibilidad. En el mundo real sólo los separan las sábanas y sus propias pieles, que se abren como flores, que se entregan como palomas mansas. Y no hay nada más.

   En el mundo real no hay soles, no hay mañanas. Ni hay finales ni hay porqués. Nada se dice y todo se sabe. El amor rueda indefenso y se atrapa indemne con la fuerza de un abrazo, con el sabor de un beso. Y se acuna, después de la locura y el éxtasis, regándolo con lágrimas de pura felicidad.

   Sin embargo, poco a poco el día avanza y el sol comienza a entrar desesperado por las ventanas. Indefensos, dormidos, serenos. Salvajes en el sentimiento, únicos y libres. Hasta que abran los ojos. Y dejen entrar el ritmo del reloj y de la vida en la habitación.

   Pero mientras tanto ellos están inmersos en un mundo libre, lleno de sueños que se tocan y de vidas que se saborean sin hartazgo. Mientras tanto, el mundo real los protege y los hace eternos.

   Hasta que despierten y todo vuelva a empezar.