Me decían que sí, me decían que no. Que el amor existe, que el amor se acaba. Que el amor es un disfraz o una moda.
Y es cierto.
El amor es todo eso. Pero además es nerviosidad y tonterías; es profundidad y dificultad; es el todo y la nada.
Pero sobre todo es felicidad.
Y la felicidad lleva tu nombre.
No hay nada que se acerque a ese estado asombroso en el que entro cuando te tengo cerca. Esa energía es la que hace que las plantas crezcan y que las mareas lleguen puntuales a la orilla. Es lo que hace a la luna maravillosa y al sol, un corazón que late.
La felicidad hace que abra los ojos cada mañana y busque el arrullo de tu sonrisa. Y que de tus ojos sean mi cara lo primero que vean.
La felicidad lleva tu nombre.
Y el amor muda, y el amor cambia. Y es muchas cosas, y deja de serlas.
Pero también es felicidad.
Y lo será por siempre, mientras lleve tu nombre.