Por lo que sabemos, mañana llegará y nos separaremos.
Iremos cada uno por caminos separados. Seguiremos en contacto y quizá nos veamos para un café rápido o una palmada en la espalda.
Por lo que sabemos, esto es un sueño. Juntos aquí, en esta ciudad desconocida, conociéndonos lentamente, con las prisas de la primera vez. Todo es nuevo. Tu piel, la mía; el olor, la tacto, el hambre, la búsqueda, y también el placer.
Juntos aquí tras muchos intentos, muchas pruebas. Juntos muy juntos, piel con piel, tanto que ni nos separamos para cenar, comiendo de tu mano, bebiendo de la mía.
Hemos descubierto nuevas puertas, hemos horadado campos ignotos y salvajes. Tu valentía, y la mía, y todo junto: corazón, pechos, piernas, manos, idos y venidos, dentro y fuera de un mundo único que hemos construido, ladrillo a ladrillo, tú y yo en estos dos días llenos de besos.
Besos con sabor a piel, a tacto novedoso y sin embargo tan antiguo como esta hermosa ciudad que nos acoge como a amantes secretos.
Durante dos días nos amamos sin haber sido nunca amantes. Por dos días el mundo se detiene en el dintel de nuestra habitación y no hay alba, no hay atardecer que rezume en la ventana abierta al frío otoñal.
Qué bella esta ciudad que has escogido para vernos. Qué belleza hay en tu mirada y en tu sonrisa pícara. Y en tus manos y en la solidez de tus piernas.
Por lo que sabemos esto es un sueño. Y los sueños se acaban. Como se acaba la vida.
Por lo que sabemos, esto puede no ser más que un espejismo y mañana todo habrá acabado.
¿Y qué, mañana? Mañana puede que nunca exista, o que llegue puntual en la curva del reloj.
Mientras tanto tú sobre mí, yo sobre ti y la noche abrazados y el día acurrucados en el lento mecido de nuestros cuerpos, escondidos entre pieles, sábanas y champaña. Y amor. O un sueño de amor.
Por lo que sabemos, quizá no volveremos a encontrarnos otra vez. Quizá todo esto no haya sido más que una casualidad, Piernas de Alambre. Tal vez llegar a abrazarte haya sido un pequeño regalo que nos debía el Destino. No lo sé.
Por lo que sabemos, mañana puede que no llegue nunca y este encuentro, este reencuentro, quede grabado en la memoria de los días con la intensidad de una cicatriz o de un sueño. Quién lo sabe.
Verte a mi lado es para no creerlo. Mi corazón corre a una velocidad untuosa, como si supiera algo que nosotros ignoramos; como si supiera que el mañana, que llegará muy pronto, no esté hecho para nosotros si no para otros, que vienen detrás, y que merecen vivir su historia.
Una historia mejor que la nuestra.
Tienes una nena. Preciosa y morena como tú. Y qué despierta es. Y qué dulce. En eso no se te parece.
Verte a su lado ha sido una sorpresa. Decirte buenas tardes y ver esa sonrisa de pocos dientes casi me deja sin aire. Esas piernitas corriendo, esos bracitos regordetes que te abrazaban el cuello con ardor y ansia, egoístamente como sólo los niños nos abrazan, llena de la intensidad que nace de la suprema seguridad, ésa que una vez sentí a tu lado.
Y tú sonreías al verme llegar por la calle atestada. Y reconocerme en medio de la gente a pesar de haber cambiado, de no ser el mismo. Y saludarme con un abrazo enorme, con un silencio cómplice y tuyo.
Sin preguntas. Sin explicaciones.
Tú no quisiste darlas. Y yo ya no las necesito. No de ti.
Piernas de Alambre… Por lo que sabemos, nuestro amor es real en un vericueto de la vida, en un pasado que llega sólo en deseos hasta mí. En un espacio en el que esa personita, todo sonrisas, no está; ni el recuerdo de un dolor único y mío, ni la marcha callada de tu abandono, ni una cama fría, ni una casa vacía.
Por lo que sabemos, quizá no nos encontremos de nuevo. El silencio entre los dos forma parte de nuestra esencia, y las palabras no dichas hablan por sí mismas, y se dicen muchos secretos que nuestras bocas callan. Y sin embargo, qué bien se está a tu lado, Piernas de Alambre, como si el tiempo no pasase ni tuviese un final.
Por lo que sabemos, el amor todavía late en nuestras arterias, todavía inunda de sangre al pobre corazón. Qué suerte la suya que late y late pese a las ausencias, que se inflama por tu compañía.
Así que, antes de que te vayas y te lleves tu vida contigo, y a esa joyita preciosa, que podría haber sido nuestra, acércate a mí y dime con esa voz de terciopelo oscuro lo feliz que eres, la calma que habita en tu vida, el ritmo pausado de un hombre apolíneo que cría una barriguita en un cuerpo de atleta y que ha hecho nacer una maravilla de sonrisas y palabras inconexas.
Por lo que puedo saber, tal vez no la vea más, ni a su padre tampoco. Por lo que sé, podría abrazarte hasta quedarnos sin aire entre los cuerpos, y podría arrullar tu boca sabrosa hasta un pasado anterior a todo esto, en un tiempo en el que sólo yo, perdido en mis sueños, era feliz.
Pero descuida, por lo que sabemos, eso nunca pasó ni podrá ocurrir; no importa lo que traiga el mañana, ni con quién esté mañana.
Porque habrá un mañana, aunque no estemos juntos. Aunque este instante bendito se extienda hasta la eternidad.
Qué risas, qué charla tan animada, cómo resumimos dos vidas en diez minutos, cómo retrasamos decirnos adiós.
Y mi corazón late entre tus manos y tú las miras y aún sigues sorprendiéndote de eso.
No sé qué pasará mañana, el futuro es tan impredecible… Encontrarnos ha sido una prueba de ello, y seguirnos queriendo, a tu manera y a la mía, es casi un milagro.
Nunca te diría hasta mañana, nunca dejaría que el tiempo pasase… Pero, por lo que sabemos, ese momento llegará y volverás a tu vida perfecta de hombre perfecto, y yo me quedaré donde siempre, caminando en la distancia, sabiendo que el mañana puede que no sea para mí en esta soledad sonora, en este siglo de mi vida del que has vuelto a formar parte.
Te pediría que me amases; te pediría que me arrullases por última vez. Pero, por lo que sabemos, puede que nos encontremos de nuevo y puede, incluso, que vea crecer a esa belleza paticorta que te sigue adonde vas, con una fe ciega y un corazón hambriento.
Te pediría que te quedases conmigo, que vivieses conmigo, que volvieses a mí. Pero ambos sabemos que tú no lo harías y que yo ya no lo necesito.
Por lo que sabemos, todo puede pasar. Así que este instante bendito lo alargamos hasta la oscuridad de la tarde y hasta el arrullo de las estrellas. Es un sueño, un deseo y una alegría. Y una liberación.
Te quiero, Piernas de Alambre. El mañana está hecho para los amantes y para los niños que nacen a veces del amor y a veces del error. Por lo que sabemos, la vida es así.
Al menos la tuya.
Y la mía.
Gracias por haber estado en mi vida; pese a todo, después de todo. Por lo que sabemos, has sido lo mejor de mi vida y yo, para ti, alguien más que dejó una huella, una huella que, quizá, llegue hasta la mañana…. ¿Pero quién sabe lo que vendrá mañana?
Mientras tanto, quedémonos juntos un ratito más, charlando desenfadados, callando, riendo con el corazón, hasta que salgan las estrellas. O hasta el nuevo día. O hasta la eternidad.
Juntos y separados, Piernas de Alambre, tú y yo, para siempre.