La masa humana

El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside, Medicina/ Medicine

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Esta mañana salía de guardia. Otra de esas veinticuatro horas matadoras en las que apenas tuve tiempo para sentarme a comer y cenar.

Mientras esperaba a que me vinieran a buscar en la puerta del hospital, el día venía con ganas de frío y viento. La gente intentaba guarecerse arrebujada en sí misma y en sus prendas de abrigo y el paso ligero de quien quiere llegar a refugio lo más pronto posible. En mi caso, como estaba esperando ver aparecer el coche, estaba en plena acera, caminando con paso corto de un lado a otro para matar el tiempo y vencer el sueño, que tal era mi cansancio que ni el viento frío me despertaba.

En esas, sentí un golpe en mis cuartos traseros. Vaya por delante que soy una persona corpulenta y, en general, ocupo un buen espacio; por lo tanto, tropezarse equivocadamente conmigo es algo complicado. El golpe me lo había propinado una pareja a la que se les notaba apuro y nula educación. Pusieron como barrera un bolso que el caballero empujó contra mi espalda baja (tampoco tengo una estatura española media, tiendo más al aire celta o vikingo) y que les sirvió para moverme apenas. El segundo acercamiento fue embestirme sin piedad para apartarme a un lado. Cosa que mi sentido común hizo. Mi orgullo no lo hubiese hecho. Pero soy un reprimido en asuntos sociales y mi férrea educación se impone en momentos en los que bien valdría dar un portazo, un buen grito o un desplante. En fin, la pareja ni se disculpó ni puso cara de contrariedad: iban en pos de su objetivo, que yo claramente obstaculizaba, y siguieron inmutables. Yo me les quedé mirando irritado. Y durante un instante casi les doy caza. Pero me detuve.

La masa humana es así. Está educada para conseguir lo más rápidamente posible su objetivo sin importar nada de lo que le rodea: manejamos a la Naturaleza y a los animales a nuestro antojo (o eso creemos), alienamos a nuestros semejantes. ¿Qué le hubiese costado a ese señor o a esa señora un poco de por favor? ¿Un atisbo de urbanidad? Nada. Y hubieran conseguido que me apartarse hasta con una sonrisa. Porque no hay nada más atractivo y contagioso que la buena educación.

Los chavales lo observan de sus mayores; los adultos pretenden que sus derechos tengan mayor peso que el de los demás. La imposición de valores puritanos no hace más que aumentar la brecha entre individualismo y civismo, con prevalencia de lo primero. Se impone la compasión como forma de interrelación: en las redes sociales, en la vida real. Compasión supone dos cualidades fundamentales para la Individualidad: saberse superior y más dadivoso que aquél al que se compadece. La igualdad se transforma en igualitarismo; la decencia, en una sombra de las necesidades íntimas y la ansiedad por alcanzar metas, en un cáncer que promueve frustración y tristeza.

La masa humana es una misma cosa. Todos estamos hechos del mismo material, viviendo y sintiendo en realidades paralelas, pero provenientes de la misma fuente biológica, del mismo chispazo bioquímico. En días así me doy cuenta que la vida es un teatro del que nos enamoramos tanto, nos identificarnos tanto, que llegamos a olvidar que es un vehículo de expresión y experiencia, no la vida misma. En una cama de UCI no hay diferencia entre pudientes o no, entre bellos o feos. La desnudez sólo añade una carga de vergüenza a esa identidad que se iguala en lo básico, en lo que nos une y no nos separa.

Estoy cansado de lidiar, durante el trabajo, con la escasa responsabilidad ajena, con el arte de la dispersión o con la pillería inútil que busca salirse con la suya. Ayer particularmente. Estaba tan enojado a las siete de la mañana por un enfermo que me acababan de comentar (porque no se me había comentado antes), que casi pierdo las formas con el equipo de UCI. Pero algo me detuvo. Me vi a mí mismo con el ego inflamado por la burla de la que había sido objeto (la colega en cuestión se fue a acostar dejándome toda la responsabilidad del enfermo a mí) y me parecí ridículo. Formar parte de la masa humana conlleva esos ejercicios de separación, de identificación y de rectificación que nos permiten elevar la naturaleza humana, hacer brillar la individualidad y la colectividad a un tiempo, además de forjar nuestra voluntad al ser una tarea autoimpuesta, buscada.

En ese estado de cosas, esta mañana, tras ser atropellado por la pareja en fuga, en vez de decirles cuatro cosas y quedarme tan pancho (incluso pensé en bloquearles realmente el paso) me detuve para contemplarlos. Y verme a mí mismo. No deseaba ser como ellos: mal educados, irreverentes. Pero sé que puedo serlo. Formo parte de la masa humana y a nada soy ajeno. Pero hay algo que me detiene muchas veces, que me obliga a reflexionar y a dar un paso atrás, y es esa identificación como individuo y como colectivo y la premisa, bastante sencilla, de tratar a todos como me gustaría que me tratasen siempre: sea comentando un paciente, sea dirigiendo una entrevista clínica, sea en la cola del súper o esperando la cuenta en un restaurante atestado.

En cada día hay una oportunidad para mejorarnos a nosotros mismos, para esforzarnos y elevar el peso de la masa humana un poco más cerca de la perfección, del cielo o de la eternidad.

Insensibles

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Hace un par de semanas estaba de guardia con una de las residentes mayores. En medio del ajetreo habitual de una guardia de Cuidados Intensivos, y sobre una decisión que debíamos tomar sobre el futuro inmediato de un paciente, nos detuvimos en el medio de la unidad, entre el Control de enfermería y la cabina de medicaciones.

El enfermo de la cama 11 no tenía salida evidente; una lesión cerebral que lo dejaba en coma como efecto secundario más evidente, y una infección que no respondía a tratamiento habitual. La decisión gravitaba, como siempre, en cuánto ofrecer, cuándo esperar una respuesta y parar, cómo y cuándo. El factor tiempo es tan importante como cualquier otro; a eso aúno el bienestar del paciente y de la familia: hay decisiones que se deben tomar en consenso, sin que el peso del mismo caiga sobre personas que no están formadas para entender los procesos bioquímicos, la magia increíble que llamamos Vida, y cuya confianza han depositado en nosotros. En situaciones de limitación del esfuerzo terapéutico (llamado de forma más breve LET), cuando lo que tenemos que ofrecer de tecnológico, de avanzado, de soporte, ya no es suficiente, es necesario parar un momento (por siempre rápido) y pensar. Con el tiempo que pasamos trabajando y la experiencia que conlleva, somos capaces de percibir cuándo un paciente se aleja de la frontera de la curación, cuándo nuestros esfuerzos de soporte van a dejar de ser vanos. Para eso estaba la residente allí. Y se me dirá que está para aprender a Curar, y es cierto, pero voy más allá: está para aprender a Cuidar, que es algo mucho más amplio, arduo y difícil. Labor que hacemos en la UCI en equipo pero que, fuera de allí, recae sobre familiares cuya sorpresa y dolor desborda, en el presente tan brusco, un peso del que pocos se recuperan.

Pues bien, de pie hablando sobre el caso, me contó lo que hacía unos días le había ocurrido con la madre de una amiga de toda la vida: había tenido un traumatismo cráneo-encefálico, la operaron, mejoró durante unos días pero después entró en coma profundo al que ningún esfuerzo terapéutico pudo poner remedio. Los colegas de la UCI de ese hospital le habían ofrecido la posibilidad de hacer traqueotomía, un respirador y pasarla a la planta, con una sonda de alimentación a través del estómago y el soporte básico, del que ella debía encargarse, o bien, limitar el esfuerzo terapéutico, sedarla y con toda la comodidad posible, morir. Sobrecogida por la responsabilidad, el miedo de perder a su madre, el terror de decidir sobre algo que no manejaba bien, la llamó para pedirle consejo.

Mi residente  la estudiaba a medida que oía los datos y su respuesta fue la que yo esperaba de ella: le habló de las posibilidades escasas, del trabajo que conllevaría, que el futuro sería la muerte igual sólo que más tarde y con mayor desgaste: una infección sería la encargada de hacerlo mientras que en la planta le darían, debido al mal pronóstico vital, el soporte mínimo necesario. Pero mientras se lo decía a su amiga, mi residente se oyó a sí misma, y eso le llamó mucho la atención:

– Una señora que conozco de toda la vida, la madre de mi amiga, y estaba refiriéndome a ella como si fuera alguien ajeno a mí, desconocido… Y aún así, sé que ése es su futuro… Al final mi amiga me pidió que cesase de explicarle, que se sentía desbordada y que necesitaba tiempo para meditarlo. Obviamente, claro. Y colgamos.

Durante un instante, después de un suspiro, quedó callada, mirándome. Yo la veía con serenidad, para nada asombrado de su entereza y su valentía; pocas personas capaces de salir de su zona de confort e ir al encuentro de lo que teme y vencer esos miedos como ella. Dentro de su fragilidad, esa mujer tan sensible se estaba convirtiendo en una médico capaz de vislumbrar las capas más finas de la profesión, eso que no enseñan en la facultad: la empatía, la sensibilidad ante el mal ajeno, la comunicación firme y fluida sobre lo que es mejor en un momento de decisión inmediata.

– Al colgar me dio la impresión que ella creía que yo era insensible… Y eso me preocupa.

Su comentario me sacó de la abstracción en la que estaba, recordando los momentos en que ella había luchado contra sus miedos y vencido esas batallas, instantes que me servían de lección una y otra vez; mi admiración crecía día a día frente a su aparente fragilidad: el muro de su voluntad es férreo y maleable, es una mujer recia y dulce a la vez (y bastante cabezota).

Ante su duda le planteé las cosas desde otro punto de vista.

– Veámoslo así: ¿No serás tú más sensible ante el sufrimiento de esa paciente y de esa familia al estar bien formada e informada de su estado y de lo que le espera escogiendo un camino u otro? ¿No será que, a sabiendas de lo que va a pasar, deseas ahorrarle a tu amiga un trago mucho más amargo que el de perder a su madre?

Ella se me quedó mirando. Por un instante parecía que nada importaba en el mundo que aquel intercambio de ideas. Me di cuenta que había captado mi mensaje.

– Sabes que mi padre estuvo aquí ingresado ocho meses. Meses en los que, una vez pasado el límite, todos sabíamos que seguramente no sobreviviría, todos excepto mi padre y mi madre y mi hermano. Y que tuve (y tuvimos) que dejarles el tiempo que necesitaran para poder darse cuenta de ello, para aceptarlo, para que ocurriese… No encuentro mejor ejemplo para darte. Puede haber sido insensible y suspender todo tratamiento sin explicación alguna, pero no lo hice. Al contrario, me dediqué a cuidarlo con el corazón en la boca en cada guardia, todas las tardes cuando traía a mi madre para que estuviesen juntos; la ayuda de todos vosotros, tan solícita, sólo me demostraba lo sensible que erais ante la situación de fragilidad que nos envolvía… No todos los médicos, sobre todo, son capaces de esa empatía, de esa conexión con la profundo de la Vida. No es sencillo saltar la formación recibida, los miedos heredados y pensar por nosotros mismos. Eso sólo es de valientes… La fragilidad, la empatía, la firmeza, la sensibilidad… Son cualidades privilegiadas que sólo las personas más fuertes poseen, aquellas que deben decidir, a pesar de las dudas, el mejor camino, la opción más válida, la menos traumática y dolorosa posible.

Siguió sin decirme nada, mirándome. Mi razonar inmediato, hecho de instinto y conocimiento y por eso mismo difícil de articular, podía haberla abrumado. No quería confundirla más, si no mostrarle que las cosas, las situaciones en la vida, tenían más de una lectura, dependiendo de la óptica que se tomase. En esto, que para mí es importantísimo porque la integridad del Enfermo es lo primero, y en todo lo demás.

– El enfermo de la cama 11… Limitar es lo más humano, estoy segura…

– ¿Y a la madre de tu amiga qué le desearías entonces?

Bajó los ojos cabeceando. Yo suspiré, me había entendido.

– Podemos crucificarlos, gracias a la tecnología, a una agonía más larga o podemos dejar que, gracias a esa misma tecnología y saber, dejar de interferir en el ritmo natural de las cosas aportando el máximo cuidado y el mayor cariño.

En ese momento nos llamaron precisamente por el enfermo de la cama 11. Le dije que fuera a atenderlo mientras yo iba a hablar con la familia. Pero me detuvo.

– Por favor, ¿podrías ir tú junto al enfermo? Me gustaría hablar yo con la familia, si no te parece mal…

Cabeceé con  la cabeza. ¡Qué me iba a parecer mal!

Al cabo de unos 10 minutos traía una expresión de alivio. Esa mujer había salido fortalecida del mar de sus dudas una vez más. Una vez más su fragilidad la hizo más fuerte.

Y comenzamos la limitación del esfuerzo terapéutico de la cama 11 y su sedación y analgesia profunda. La enfermera encargada del enfermo, una veterana de batallas incontables, accedió gustosa. Nada nos define mejor que servir. Y servir bien.

Eso es verdadera sensibilidad.

Todo en mí/ All in Me.

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485259_388629887834858_463158060_nSilencio.

Oigo un susurro rítmico, respiración algo agitada. Y labios que se humedecen. La saliva refresca mi boca reseca. Cada una de sus grietas, cada cosquilleo casi imperceptible de mi lengua sobre ellos.

Ojos.

Siento la luz que escapa de la lámpara. Un rayo atenuado me hiere las pupilas, que se contraen de repente con un chasquido. Y parpadeo. Y dejo de ver por un instante la sombra que me acompaña, el bulto forme que dirige cada uno de sus movimientos hacia mí.

Un principio.

Tiendo mis brazos para alcanzar su espalda. Y noto cada uno de los músculos tensarse y relajarse,  extender cada una de sus fibras, llenarse de esfuerzo para después descansar, intranquilas, en la piel achispada y suave.

Hay pequeños chispazos de electricidad entre mis dedos y su piel, algo húmeda por el sudor. Siento cómo me baña cada uno de los dedos, como penetro en su interior, el agua caliente de la transpiración, la perspicacia de la carne, ese juego escurridizo y viscoso de los humores del cuerpo.

Todo en mí se haya en alerta, como un secreto abierto. Cada poro, cada cabello; mis orejas sonrosadas y mis pies algo fríos, que froto una y mil veces, retorcidos por el secreto placer de la compañía y también de la soledad. La mía.

Y mis dedos recorren cada parcela de su cara. Se detienen en las cejas, dibujándolas.  Y en la punta de la nariz, graciosa como una broma a dos. También en el mentón delicado, y en ese cuello interminable.

Los sentidos como abanicos desplegados, llenos de electricidad y de certeza y de un calor frío. Procuro no parar un deseo que parece desbordarse de mí, latiendo desaforado y nublándome el pensamiento. Intento que el sentido no se deshaga en sentidos, y que toda conciencia deje de serlo al hundirme más y más en las caricias que le dan mis manos, en la presión de mi torso sobre le suyo, en la maraña de mis piernas y las suyas. Pero me cuesta.

Todo en mí está encendido. Me veo fulgurar como una hoguera, como un planeta. Y la tierra y el mar están aquí, a diez centímetros de mí, con la respiración agitada, llena de vaho que humedece mi rostro.

Calor.

La habitación está llena de humedad. Nuestro sudor se mezcla como se entrelazan los besos. Hundo mi cabeza en su pecho y el cosquilleo de cada cabello me produce risa. Y me río, me río con la boca abierta y las intenciones desnudas, como la penumbra que nos acompaña y la noche que llena la ventana. Y la felicidad que se engancha en cada abrazo y en cada beso.

Todo en mí es un descubrimiento. Siento que tiemblo y cada uno de mis músculos es un espasmo que busca perpetrar esa excitación, ese momento infinito donde todo es posible: la belleza, la urgencia, el placer, el abandono, la soledad y el silencio.

Todo en mí es un principio, una novedad. Su cuerpo es. El mío respira. Y la espalda se encorva para recibir aplausos y el cuello se humilla ante la vida. La que nos damos estando juntos, muy juntos, casi sin hablarnos; la que sentimos lejos, en otros cuerpos, en otros momentos de efímera ilusión.

Silencio.

Gemidos a veces que escapan mudos de mi garganta. Cierro los ojos y siento el maremoto de mis sentidos expuestos, todos y cada uno, desnudos, liberados, ajenos a todo lo que no sea su propio deseo, su único placer.

Y no me preocupa nada: ni el alquiler, ni la comida, ni lo que me pondré mañana. Sólo quiero estar así en pura perpetuidad. Desnudo de inhibiciones, lleno de anhelos y de apremios, sediento de besos y caricias y dedos y sentires. Y de deseos de perfección, de belleza, de penumbra y oscuridad y pura luz. La suya.

Todo en mí está aquí, ahora resoplando, ahora dormitando. La lámpara apagada, las cortinas descorridas, la ventana abierta, la noche asomada, las nubes desplegadas, la luna tímida.

Un principio de entera libertad.

Carlos Puig Padilla: Mirada de terciopelo/ Carlos Puig Padilla: Velvet Eyes.

Arte/ Art, El día a día/ The days we're living, Lo que he visto/ What I've seen

Madeleine Peyroux. Gentle On My Mind. 

 Captura-de-pantalla-2012-10-28-a-las-00.53.17El mundo Instagram regala muchas sorpresas. Saca de nosotros, artistas no desarrollados, el impulso creativo y el hedonismo de ser vistos que de otra manera mitigaríamos sin dudar.

   Pero dentro de esa miríada de amateurs, es decir amantes de la fotografía, esta aplicación de telefonía móvil nos permite descubrir el trabajo y el talento y la belleza de artistas que, de otro modo, pasaríamos por alto, al no reconocerlos.

   A partir de hoy iré citando y nombrando aquellos que han captado no sólo mi atención, si no que me han enamorado con su talento magnífico y, por encima de todo, su sencillez y saber estar.

   No es un secreto que adoro la Fotografía. Por este modesto blog he intentado mostrar el trabajo de personas que me tocan de cerca, que me hablan en imágenes y también en sensaciones y sentimientos. Enrique Toribio, Izak Amancio, Ralf Pascual o Valero Rioja me son muy queridos. Martín Gallego, Daniel Almeida o Arkaitz Morales no les van a la zaga. Creo con sinceridad que es la forma actual de Arte, nos acerca a la realidad de la que otras manifestaciones plásticas se alejan cada vez más, quizá en busca de una abstracción que se regodea de la comprensión (o de la supuesta aceptación) de unos pocos entendidos. Y nos regala verdaderos hallazgos técnicos y delicadezas a la mirada.

   Carlos Puig Padilla es un descubrimiento. Es un portento de talento. Puede con todo y con todos. Con estilo propio, con una personalidad acusada y un mucho de buen gusto, su obra tiene la inmensidad de lo delicado, el toque sedoso y acariciante del terciopelo. Sus imágenes pletóricas de vida están, sin embargo, llenas de ternura, y arranca de lo cotidiano una poesía que se nos esconde a los demás. Es un mago de la luz y de la sensualidad, como Enrique Toribio. Pero mientras en Toribio las imágenes son carne pura, un movimiento congelado que escapa de la bidemensionlidad, en Carlos Puig Padilla son pura caricia, piel que invita al bocado, sensualidad sedosa, alma de terciopelo.

   Admiro todo aquello que soy incapaz de ser. Me gusta saber cómo lo hacen no para imitarlos, si no para comprenderlos mejor. Así hice con la Medicina, y así me gusta acercarme a la Vida. Me gusta rendirla de homenajes porque ella me regala Belleza todos los días. Y en Carlos Puig Padilla encuentro una fuente divertida, irónica, menos despreocupada de lo que parece, más trabajada que ociosa, sensual y maravillosa, llena de luz y de poesía.

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Algo que leer (en el universo 2.0)/ Something To Read (here).

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   No se actualizan siempre de forma continuada, ni falta que hace.

   Sus objetivos e intereses, sus pareceres y géneros son dispares, y por eso me atraen y los sigo.

   Todos son artísticos a su manera. Muchos de ellos aportan rigor científico e informativo. Todos nos acercan a un universo nuevo para que lo entendamos y aceptemos y sepamos que el mundo es demasiado diverso y que todo en él tiene cabida. Cada uno defiende su parcela de pensamiento, y aunque tienen derecho, no me atraen por eso, si no por su espontaneidad, su dedicación y esa pasión que les une a sus respectivas carreras y a sus ilusiones e intereses.

   Asignatura pendiente, el blog del Dr. Sergio Fernández, nos habla de las pasiones de su vida, que es la vida en toda su extensión, de su labor como insigne médico cosmético, sus viajes y sus preocupaciones, y nos sirve de guía frente al innovador campo de la Medicina Cosmética, de importancia creciente y de interés general. Desprende energía y actividad, exactamente como es él en realidad.

  Enrique Toribio es un artista. Su arte fotográfico, lleno de sensualidad, es barroco. Todo. Sus claroscuros, su búsqueda de la textura, su ansia de movimiento. Sus fotografías son poesía congelada y a la vez móvil, donde un gesto, una mirada, una mano o una boca hablan con sentimiento y sensibilidad.

 Truthkill Satrian es un blog que nos mantiene al día de la realidad televisiva y cinematográfica mundial, es decir casi toda anglosajona, con noticias frescas, tráilers, nuevos proyectos y crírticas en muchos casos acertadas, en una acercamiento útil al momento en constante evolución del mundo del espectáculo y del entretenimiento.

   O Garfelo es una delicia. Un blog que se dedica a desmigar la cultura gastronómica fundamentalmente gallega, expresada en practicidad. Loly Llano nos acerca, con su habilidad, todos los secretos de la cuchara y el tenedor, y los rincones más recónditos de la gastronomía rural con los ojos del siglo XXI.

   El Pakozoico es la idea de Francesc Gascó para impregnar de cotidianidad la Paleontología y unir los orígenes de la vida con la evolución del día a día, desde el rigor científico, la algarabía del disfrute y la alegría de una persona que goza de lo que hace, con lo que hace y que le gusta transmitir grandes verdades escondidas en lo más recóndito y en lo más inusual. En El Pakozoico nos damos cuenta que lo más trivial tiene un transfondo mucho más profundo, y por eso es divertido y por eso nos sentimos a veces tan identificados y tan atraídos por ello.

   Both Sides Now es una pequeña joya que comienza. Raúl Nuevo llena con sus sensibilidad esos pequeños detalles que conforman nuestro día a día, y encuentra verdaderos tesoros escondidos para la mayoría. Su labor como empresario y restaurador, su alegría y melancolía, hacen que sus palabras, que sus reflexiones, tengan un peso real que escapa al simbolismo que emplea. Si hay algo que esconde Both Sides Now es un corazón que late y que quiere ser compartido con todos.

   En El Hombre Confuso todo es homosexual. Todo. No hay ninguna entrada, ninguna intención fuera del esquema que aparentemente define a este blog. Pero Confuso es mucho, mucho más. Su gusto camp, su búsqueda y admiración por lo kitsch no sólo es gay, es universal, pero no se queda ahí. Su habilidad como escritor traspasa todas esas fronteras iniciales, y nos descubre a un hombre que se prefigura y se busca, que intenta encontrarse y que se pierde, dentro de lo confuso de la vida, llenando de poesía cada uno de sus pasos. Más allá de las fotografías homoeróticas, abiertamente pornográficas a veces, la sensibilidad de Confuso escapa los límites de su blog y nos hace esperar un futuro brillante para él en el mundo del papel impreso.

   Life and Wonderland es una joyita bilingüe. IT llena de poesía sus encuentros personales, sus preguntas, su búsqueda de sentido. Llena de arte y sensibilidad, su búsqueda de lo real se mezcla con las fibras de la vida y crean un universo que se presta a la maravilla y al sueño.

   Plan de vuelo, de César Cabo, desglosa la actualidad desde un punto de vista crítico y sereno, algo tan poco español y que es de admirar. Toda persona que expresa sus pensamientos en alta voz en cierta forma se confiesa y esto es lo que encontramos muchas veces escondido en las líneas de este blog. La inteligencia y la fina ironía, el pensamiento clarificado y una cierta contención admirable, fluyen por este blog de un autor polifacético que promete dar mucho más de sí fuera de los límites aparentemente inexistentes del universo 2.0

   Yorokobu es una delicia. Es una revista física, es un blog extraordinario, es una forma fresca de ejercer el periodismo que casi se transforma en un estilo de vida. Tiene espíritu propio, como Monocle, por ejemplo, aunque alejado del esnobismo que tiñe demasiado la obra de Tyler Brûlé (por lo demás, muy interesante), y contagia con su espíritu alegre y crítico el espíritu de quien lo lee, dejando siempre abierta la puerta al cuestionamiento, al pensar fluido de ida y vuelta.

   Esta es una pequeña muestra , muy pequeña, de la riqueza de internert y de lo que en él podemos encontrar y disfrutar, ramas de un árbol frondoso o dendritas de esa gran neurona que es el pensamiento y el sentir humano llevado a la expansión casi infinita de las posibilidades del universo 2.0