Guapo. Eso es lo que pensé cuando entraste en la habitación llena de gente.
Se fumaba. En aquel tiempo fumábamos en los locales, los pisos, en las aceras. Y era normal. Pero ver tu cara entre la bruma gris, pegado yo al balcón abierto para respirar y quedar sin aliento. Una revolución que calló todo el ruido alrededor cuando nos encontramos con la mirada.
Guapo. Todo el mundo lo pensó. Y más de uno intentó alcanzarte con algo más que una intención. Pero tú sellaste tu mirada con la mía, y mi piel de arena casi se deshace cuando me diste la mano y pronunciaste tu nombre. Que nunca he olvidado.
Siempre tú. Desde esa noche, cuando bailamos casi sin palabras. El tacto de tu piel, el lento roce de ese calor que emanaba de tu pecho; el color blanco de la camisa un poco ajustada, ese susurro juguetón de pecho y pezones y brazos. Y esa sonrisa que borraba todo pensamiento racional de mi cabeza loca.
Me pareció estar en una noria. Tu voz lenta, tu caricia sin fin. Ese pelo rizado y esos ojos de miel. Y ese cuello único, que emergía de un tronco de mármol. Deseé labrar con mis besos cada uno de los surcos de tu cuerpo. Me pegaba a ti, hasta intercambiar el sudor suave de un piso cerrado y lleno de cigarrillos.
A veces una copa, a veces el roce de un dedo en la mejilla. Y enrojecía y decía una sarta de tonterías. Y tú reías como si nada, y me tocabas el cuello y el brazo y la pierna al bailar. Y me susurrabas cuentos asombrosos, frases incitadoras, un futuro de tan increíble que ha durado veinte años.
Guapo.
Siempre tú.
Veinte años después la luz de la mañana ilumina tu rostro. El pelo revuelto y lleno de reflejos plateados, la sonrisa de niño pequeño, esa pequeña barba que me hace gracia. Y ese cuello hermoso que nace de tu pecho de alabastro, más blanco por la luz de la mañana. Y una desnudez divina que sigue, como aquella noche, sonrojándome, asombrándome, liberándome y haciéndome único. Porque estás aquí, junto a mí.
Ya no somos los mismos. Pero, guapo mío, yo te sigo viendo como la primera vez. El abrazo firme, el beso perfecto: los labios refrescados por la saliva y el deseo, y la búsqueda tranquila que une más que separa, que fortalece más que desgasta.
Guapo.
Siempre tú. Y siempre juntos.
Siempre tú. Y siempre conmigo. A mi lado.
¡Qué felicidad!
Como me gusta.
Muchas gracias!!!
precioso .
Muchas gracias!!!