Desde el día que te fuiste sin decir adiós, esa tarde de tormenta boba. Hasta hoy, que te veo y se me deshace le corazón en la boca.
Parecía imposible, lo sé. Después del orgullo herido, de las razones que desconocemos, de todo el embrollo del corazón humano, ese hechizo que nace de tu pecho sigue envolviéndome, sigue haciéndome sentir.
Tu mirada que me dice tantas cosas que tu boca me niega, todos esos besos que podrías darme, todos los abrazos que una vez se tejieron entre los dos y que ahora parecen disueltos en una intención no dicha y en el temblor de mis brazos.
Ahora sé que siempre seguiré siendo tuyo y que tú sigues siendo lo que fuiste: el centro de mi universo, el motor que pone en marcha mi corazón. Quise luchar contra tu recuerdo; quise olvidarte. Pero no he podido. Porque sigues siendo tú, aquel que me quiso y me dejó, y ése que ha vuelto para poder quedarse entre mi espalda.
Si tan solo me hubieras dicho adiós. Si tan sólo me dijeses cuáles eran tus intenciones, no habría albergado en mi corazón todos los reproches, todas las duda y la esperanza pura del amor.
Nada es más doloroso que la espera estéril.
Porque sigues siendo tú y nos pertenecemos. En la cercanía de una intención, en la lejanía de los cuerpos.
Y sé que nunca más podrá ser. Y de que quizá tú también sientas lo mismo.
Pero hay niños por medio y una promesa que debes renovar cada año… Aunque mi energía eres tú, a pesar de que mi vida y el aire que respiro provenga de ti… Nada hay que hacer.
Tienes tu vida completa lejos de mí, y quizá seas hasta feliz…
Pero cierro los ojos y aún te dibujo hermoso y delicado, y sostenido y fuerte…
Tú eres tú, lo mejor de mi vida, lo más bello y con sentido en este sinsentido del día a día
Sigues sendo tú. Por más que luche para olvidarte. Por más que, lejanos, nos veamos.
Sigues siendo tú, mi hombre y mi sueño.