Día de Reyes/ Epiphany.

Los días idos/ The days gone

En casa siempre se ha vivido el Día de Reyes, y toda la Navidad en realidad, con dos vertientes conocidas por todos: por un lado cierta melancolía cuando no verdadera tristeza y por otro de ilusión y alegría. Lo que resulta curioso de esto es que mi padre, el epítome del buen humor y el adalid del optimismo (a pesar de todo lo que le ha tocado vivir) es el que más tristemente vive estas fechas y mi madre, que tiende a ver las cosas por el lado más negativo (¿así se polarizan después de 45 años de matrimonio?), vive las Navidades con una alegría contagiosa aunque tiende a apagarse con el paso de los años.

Sus narraciones sobre cómo se vivían las Navidades es muy similar. Hace sesenta años la situación en España era muy distinta (crisis incluida). Un país de posguerra, una economía destrozada, en la que se luchaba por vivir el día a día, y una región olvidada como ha sido Galicia por centurias, convirtiéndose en máquina de emigración. En Navidades siempre había en casa de mis padres, en mayor o menor medida, dos pastillas de turrón (uno blando y otro duro) para Nochebuena y Navidad y otras dos para Fin de Año. Y a veces había bacalao con coliflor, claro; y caldo gallego y patatas.

Pero donde el cuento variaba mucho era en el día de Reyes. Mientras que mi padre era el menor de diez hermanos, con trece personas viviendo en su casa, mi madre era la mayor de tres y en su casa sólo eran siete. Las esperanzas, las añoranzas, el deseo de la noche de Reyes impregnaba a ambos niños, pero a diferencia de mi madre, mi padre nunca recibió un regalo de Reyes excepto un año, una sola vez, un balón de fútbol de trapo, que se perdió ese mismo día mientras jugaba con sus amigos…Mi padre, un aficionado entregado del fútbol, que hubiese sido un gran entrenador (su clarividencia aún me asombra en cada partido que ve), disfrutó ese día tanto con el regalo que su decepción fue demasiado grande cuando perdió un balón que a día de hoy ha sido incapaz de encontrar. En cambio mi madre, que dejaba en la ventana el vaso de leche y el plato de galletas, recibía siempre un detallito, un regalito que hacía de esos días un período de maravillas: un costurerito, una cocinilla, un paraguas, unos calcetines, unos guantes…

¡Qué diferencia con mis Navidades! A pesar de que yo no escribía cartas al Niño Jesús o a los Reyes, siempre tuve regalos, muchos sin ser demasiados (gracias a Dios) y como nunca he sido de pedir, pues me sorprendían año tras año. No recuerdo haber descubierto que mis padres y tíos eran el Niño Jesús o los Reyes, busco en mi memoria y no hallo ningún momento de decepción ni de asombro. Para mí ver esos regalos debajo del árbol era una alegría desbordante y con eso, aún hoy, cuarenta años después, me llega: nada más bonito que apilar debajo del árbol de Navidad regalos envueltos en papeles de colores.

Sin embargo mis padres no recibieron ese trato ni tuvieron esa oportunidad… Por eso los atiborro con cosas bonitas, por eso quiero que para ellos sea día de Reyes todos los días de sus vidas. Mi padre quería tener un balón de fútbol de cuero, unas botas para poder jugar, un futbolín y mucha, mucha comida…Ha trabajado tanto, ha estado tan enfermo y ha mantenido el humor a pesar de tantas decepciones… Mi madre, siempre suspiró por una muñeca y una casa de muñecas, en cambio recibía mariquitas que recortaba con delicadeza y que guardaba, con su guardarropa, en los libros del colegio…Las cambiaba según la estación, si iban a esquiar, si era invierno o verano…Su amor por la moda viene de esa época, y su buen gusto natural, se crió en esos juegos… Mi madre veía en las jugueterías a Mariquita Pérez con esos trajes encantadores, y los cochecitos y los abrigos a juegos y suspiraba por una muñeca… Mi padre, a los dos años de casados, le regaló una Nancy, y fue quizá el mejor regalo de su vida, y una vaca mecánica a pilas que mugía y movía la cola y la cabeza (¡aún hoy recuerda emocionada esas dos pequeñeces mecánicas!)…

¿Cómo no hacer que esas dos personas, que han navegado en las aguas turbulentas de la vida, y que han llegado juntos hasta aquí, tengan lo mejor el día de Reyes? Las discusiones, los malentendidos, los problemas, las decepciones, los baches de la Enfermedad, todo eso se deshace en pequeños regalos que van cayendo a lo largo del año, para que no olviden nunca, nunca, que para ellos el día de Reyes es todos los días, y que merecen todo lo que reciben.

Me hubiera gustado darle a aquel niño ese balón de fútbol y a aquella niña esa maravillosa casa de muñecas… Quizá algún día pueda hacerlo, y quizá ése sea el día más feliz de mi vida.

Para todos aquellos que tengan un regalito que abrir, para todos aquellos cuyo regalo es la Salud, para aquellos que no tienen nada y que lo merecen todo: Feliz Día de Reyes, de corazón.

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