A veces me siento así/ Sometimes I feel this way.

Arte/ Art, Música/ Music

Viejos amigos/ Old Friends.

Arte/ Art, El mar interior/ The sea inside

   Todo pasa. El amor que creíamos infinito llega a su fin. La decepción juega en nuestra contra. Y la lluvia llega y la soledad también.

   Y como viejos amigos, cuando el amor acaba y estalla a mis pies el mundo que creía maravilloso, estamos sentados juntos; como viejos amigos que somos, oye mis cuitas como rosarios sin fin y asienta con la cabeza y me sonríe a veces y me dice siempre, siempre cuando yo le repito que nunca más: Lo volverás a hacer.

   Y lo hago. Me enamoro, me entrego, me acorazo, me olvido, y todo vuelve a empezar. El dolor de la pérdida, el riesgo del abandono, la llegada de la soledad.

   Y volvemos al café donde nos encontramos y escucha de nuevo mis letanías, mi constate hambre, una búsqueda que parece no tener sentido: la vida es tan extraña, la gente cambia, nada permanece. Menos nosotros dos, y el camarero que nos observa con cara de otra-vez-están-aquí.

   Como viejos amigos me escucha. Le pido consejos que sabe que no oiré, y me tranquiliza oír su voz siempre firme, como si nada perturbase su día a día, el color de sus mañanas.

   Hasta que, ya pasado tantos años que ni recuerdo, me toma de la mano y me dice que me quiere, que me quiere muchísimo, pero que no me lo había dicho antes porque la vida es extraña, la gente cambia, nada permanece, excepto nosotros dos. Y yo seguiría siendo el mismo mientras esperaba que me diera cuenta, así como si fuera tan fácil, que aquello que buscaba en todas esas camas, en todos esos abrazos, lo tenía desde el principio en sus brazos, en su quietud, en la serenidad del que escucha y del que dice lo que piensa sin temor a ser reprochado e incluso a ser escuchado.

   Pero hoy caí en la cuenta que la vida es extraña, que el amor es caprichoso como una semilla al viento, que la gente cambia, que nada permanece, menos nosotros, viejos amigos.

   El bar está por cerrar. El camarero lleno de polvo nos mira con cara cansada. Espera que despierte de una vez y que vea cuánto me ama con ese amor callado que habla día a día y que yo no escuchaba, porque la vida es extraña, nada permanece y la gente cambia, excepto nosotros.

   Viejos amigos que se cogen de la mano y salen a la lluvia y a la intemperie. Y que no volverán a hacer lo que acostumbran a hacer nunca más.

Jerry Herman: la alegría y la reinvindicación/ Jerry Herman: Joy and Vindication.

Arte/ Art, Música/ Music

   Es difícil encontrar en España este respeto al pasado, esta admiración ante aquellos que sobresalen por su talento, por su fuerza, por su constancia, por sus méritos propios.

   Es cierto que, de unos años a esta parte, al menos en el deporte se consigue algo de ese reconocimiento. Pero el respeto a todas de expresión de la calidad y la excelencia no existe en nuestro país. Ignoro la razón, pero no me cansaré nunca de buscarlo y de desarrollarlo. A través de esta ventanita o de todo aquello que conozca y consiga. Si vemos alrededor nos damos cuenta que los demás sí lo hacen y que logran no sólo hacerlos brillar sino que ellos mimos consiguen sentirse mejor al honrar con el cariño, y sobre todo, con la admiración, hacia aquello que los demás no podemos conseguir ni de lejos. Esas personas que  nos hacen vibran, disfrutar, reír, sufrir y aprender.

   Jerry Herman es un gran ejemplo de este cariño y de este saber y de este talento. Muchas, muchas de sus canciones las hemos oído, cantado, bailado y disfrutado por años sin saber que provenían de él y de sus musicales en Broadway. Sus canciones, a diferencia de otro grande como es Stephen Sodheim, están llenas de alegría, de color, de disfrute, pero además, de una intensa reivindicación por ser distinto, por sobresalir, por ser brillante.

   El mejor momento es ahora, siendo quienes somos, para conseguir ese sueño de la eternidad. Este pequeño homenaje pertenece a los premios Kennedy Center Honors del año 2010. Y nos sirve sin duda como introducción al maravilloso mundo de Jerry Herman.

Bajo los tilos/ Under the tilos.

Arte/ Art, Música/ Music

   Bajo los tilos, buscando un poco de refresco, se miran.

   No hay palabras entre ellos. El silencio llega. El susurro de las hojas al rozarse, del viento entre las ramas y el de las manos al tocarse.

   Las pupilas brillantes. Pequeñas lágrimas al borde de los párpados. Se miran. Y se ríen.

   Sin palabras.

   Una mano atrapa los dedos temblorosos. Los dedos, protegidos, parecen relajarse un poco. Y se dejan llevar.

   La mano roza la muñeca y la alza al aire. Parece flotar en aquel espacio único bajo los tilos.

   Labios que se abren. Para besar. La palma abierta, los dedos libres, la muñeca fresca. Y la boca ansiosa.

   Tiemblan de deseo. Y de novedad. Aún a sabiendas que se quieren, que han nacido para conocerse.

   Se acercan. Se tocan con el cuerpo, se abren como flores. Y los labios se encuentran con la boca y el mundo parece detenerse bajo los tilos.

   El viento arrecia, las ramas se agitan, las hojas caen una y otra. Y el beso funde las intenciones, diluye los miedos, templa los sentimientos.

   Amor.

   Bajo los tilos se quieren y se desean. Y se dicen muchas cosas sin hablarse. Bocas ocupadas, lenguas entrelazadas; brazos enmarañados; torsos como cimitarras. Intenciones y certezas.

   Y el mundo gira de nuevo bajo el hechizo del amor. Del que se tienen ahora y del que transmutará con el tiempo que vendrá. Porque han nacido para conocerse y para quererse de muchas maneras.

   Pero nadie quiere saber lo que vendrá. Ninguno de los dos se ocupa ahora mismo del futuro.

   Bajo los tilos ondulantes dos personas se quieren y se callan. Y parecen amarse para siempre. Al menos mientras el viento susurre entre los árboles y las manos se acaricien y haya ganas, muchas ganas, de un nuevo beso.

Las dos caras del espejo/ Mirror Has Two Faces.

Medicina/ Medicine

   Este mediodía, mientras procedía con la información a los familiares, algo en mi interior pareció despertar. No siendo mala, la guardia tampoco había sido buena; el trabajo se había acotado a ciertas horas y momentos; en general prefiero que el trabajo venga de continuo más que de forma tormentosa, pero eso es algo que es difícil de predecir, por más que pongamos medidas para evitarlo.

Justo antes de empezar, eché un vistazo a la lista de enfermos con su variedad de enfermedades y de gravedad. En una manía que ya es costumbre más bien, dividí mentalmente aquellos a los que debía dar malas noticias y aquellos que sólo recibirían palabras alentadoras y de esperanza. No es un momento fácil. Aunque hay cursos para aprender, creo que la experiencia y cierto tacto es lo que nos ayuda a sobrellevar situaciones de este tipo. Podemos jugar con el rapport, la identificación; podemos ser asépticos y fríos, lo que es más seguro para el médico; podemos ser abiertamente antipáticos; excesivamente positivos o todo lo contrario, amargamente pesimistas. Cada rasgo depende con mucho del médico: todos nos inclinamos de un modo u otro según nuestra forma de ser; también juegan en esos momentos las personas que reciben la información, su propia personalidad y su estado de ánimo. Que puede ir desde abiertamente hostil a la confianza más exquisita.

Mientras hojeaba la lista se me dio por recordar que aquella misma noche en Madrid se estaba celebrando la marcha del Orgullo Gay. Un millón (o dos) de personas arrebatadas y atiborradas por la Gran Vía madrileña en una parada festiva en la que hay de todo, quizá menos diverso de lo que gustaría, quizá menos abierto de lo que pensamos, pero sin duda lleno de un abanico de formas de ser y de expresarse casi único, y por lo mismo, tan cercano a la propia Humanidad que a mí, particularmente, a veces me espanta y a veces me admira a partes iguales. Tenía amigos disfrutando de las festividades. Homosexuales o no. Es que me gusta muy mucho la diversidad. Y yo estaba de guardia lidiando con las miserias ajenas y con las mías. Gente sufriendo padecimientos físicos que se traducían en una afectación total de la personalidad y de la vida individual y de la familia más cercana. Vaya paradoja.

La misma que, en aquel momento, tenía delante de mí: unos familiares recibirían noticias realmente buenas, otros desalentadoras y otros, las peores posibles. En la misma habitación, en la misma UCI, por la misma fuente; qué diversidad de destinos, de pareceres, de caracteres, de noticias. Como un espejo que reflejara las dos caras de la vida.

En aquellos instantes en otras partes del planeta el día proseguía o moría, habría gente amándose u odiándose por tonterías; habría sufrimiento y hambre, esperanzas y alegrías; tristezas, pérdidas y decepciones… Y yo allí, pensando en todo eso justo antes de empezar a llamar a los familiares de los enfermos de la UCI.

Dentro de unos momentos España e Italia van a jugar la final de a Eurocopa de fútbol. Nervios, tensión; alegría para unos, decepción para otros: dos caras de una misma moneda.

La economía se derrumba lo mismo que la política, puesto que se han imbricado demasiado y se han enconado mutuamente. Hay una tasa elevadísima de paro (yo me considero afortunado pese a la precariedad del trabajo porque mis compañeros me ayudan a no ser uno más de esa triste y larga lista), y por lo tanto de pobreza. Resulta increíble que nuestros dirigentes no acaben de darse cuenta que no tienen dinero porque no hay personas que, al trabajar, lo generen. La Seguridad Social y otras características del manido Estado de Bienestar no son alegrías políticas, si no que las pagamos todos de nuestros bolsillos; no son gratuitas como nos quieren hacer ver; bien que nos cuesta (al menos en mis mejores momentos laborales a mí) la mitad del sueldo (sin contar el Impuesto sobre la Renta). Con una tasa cercana al 26% de paro, ¿quién puede sostener todo este tinglado? Es difícil, pero lo increíble es la lentitud de respuesta de nuestra clase política, caduca y viciada, que busca desesperadamente con emplastos y ungüentos, una supervivencia frente a lo que claramente se ve que es su fin: un saneamiento que debería ser una purga profunda del Sistema, pero como los sacrificios deben afectarles, no los llevan a cabo. Si en una guardia como ésta yo, cansado y hastiado, le dijese al paciente de la cama 14 que entró en edema de pulmón: apáñese como vea, que yo estoy cansado y ahí lo dejo, no quiero pensar lo que ocurriría. Si yo debo hacerlo, ellos también. Pero no lo hacen. Y por encima tienen el poder. No me extraña que veamos el presente tan oscuro: los médicos políticos no tienen lo que hay que tener para llevar adelante su propio seppuku. Y es una pena…. ¿No es una paradoja? Otra más: el espejo tiene dos caras.

La Medicina no es más que el reflejo de la Vida: está llena de sus más sórdidos secretos y de sus más excelsas maravillas. Como todo lo que atañe al hombre, es un espejo que refleja dos oportunidades: la Salud y la Enfermedad; la vida y la muerte.

Resoplé hondo. Me aclaré la voz y puse mi mano en el pomo de la puerta. La abrí y dije, como siempre que salgo de guardia: ¿Familiares con enfermos en la UCI? Y todo volvió a empezar.