Es difícil encontrar en España este respeto al pasado, esta admiración ante aquellos que sobresalen por su talento, por su fuerza, por su constancia, por sus méritos propios.
Es cierto que, de unos años a esta parte, al menos en el deporte se consigue algo de ese reconocimiento. Pero el respeto a todas de expresión de la calidad y la excelencia no existe en nuestro país. Ignoro la razón, pero no me cansaré nunca de buscarlo y de desarrollarlo. A través de esta ventanita o de todo aquello que conozca y consiga. Si vemos alrededor nos damos cuenta que los demás sí lo hacen y que logran no sólo hacerlos brillar sino que ellos mimos consiguen sentirse mejor al honrar con el cariño, y sobre todo, con la admiración, hacia aquello que los demás no podemos conseguir ni de lejos. Esas personas que nos hacen vibran, disfrutar, reír, sufrir y aprender.
Jerry Herman es un gran ejemplo de este cariño y de este saber y de este talento. Muchas, muchas de sus canciones las hemos oído, cantado, bailado y disfrutado por años sin saber que provenían de él y de sus musicales en Broadway. Sus canciones, a diferencia de otro grande como es Stephen Sodheim, están llenas de alegría, de color, de disfrute, pero además, de una intensa reivindicación por ser distinto, por sobresalir, por ser brillante.
El mejor momento es ahora, siendo quienes somos, para conseguir ese sueño de la eternidad. Este pequeño homenaje pertenece a los premios Kennedy Center Honors del año 2010. Y nos sirve sin duda como introducción al maravilloso mundo de Jerry Herman.