Pequeñas historias de amor (V)

El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside, Los días idos/ The days gone, Música/ Music

Entradabaja

@RalfPascual

La luz entraba tranquila por entre las cortinas. Era octubre. Y en Lugo ese mes es particularmente soleado y diáfano, fresco y dulce.

Domingo por la mañana. Algo adormilados por la noche anterior (de marcha) desayunando juntos. El aroma del café, las tostadas con aceite para engordar menos, estevia por azúcar y apoyados uno en el otro: la cabeza en su regazo, sintiendo la suave firmeza del cuerpo amado. Y los dedos entre el cabello liso y abundante, casi sin darse cuenta. Los labios moviéndose suaves leyendo el periódico; los ojos cerrados paladeando ese sencillo placer.

A veces no hace falta más. Aquella mañana de domingo, en otoño, fue perfecta. Sobraban las palabras: estaban juntos, hablándose en susurros de caricias, en esa facilidad de las cosas que se dan por hechas.

La alegría es eso: instantes eternos, libres de otro deseo que el de estar juntos sin ser conscientes de ello, ni del tiempo que pasa.

Mañana llegaría. Y pasado mañana. Mientras tanto, ese domingo, en el que fueron uno, fue quizá el mejor día de sus vidas. Y diez años después, en otros brazos, en otras latitudes, aún lo recuerdan y aún suspiran por él. Por ese instante de amor, de pura felicidad.

Pequeñas historias de amor (IV)

El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside, Los días idos/ The days gone, Música/ Music

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@RalfPascual

Te contemplo dormir. Me da un poco de vergüenza. Porque es más que estar desnudo a plena luz. Es ser nosotros mismos libres, sin disfraces, llenos de vulnerabilidad.

Pero es lindo. La libertad de tu cuerpo, la expresión serena de tu rostro. No hay luchas ni pretensiones, vives la inmensidad de ti mismo; no hay miedos ni dudas. Verte dormir es vivir la divinidad.

Huyes de todo; huyes de mí. No me importa. Desvelado intento atraerte a mí; vano intento. Pero me consuela sentir tu calor, ese toque sensual y ligero de la piel desnuda, ese movimiento planetario que tan pronto te acerca como te aleja de mí. Y me maravillo. Y me siento único. Me hallo amado.

Por ti. En tu dejadez. En tu abandono. En tu sereno dormitar.

Los párpados cerrados, la nariz suave, ese movimiento de los labios que apenas se tocan, y hasta el ruido juguetón de algún ronquido que se escapa, con ese tono grave de las cosas calladas.

Giras tu cuerpo. Duermes de lado, como los niños pequeños. Y es que tienes de infante ese gozo increíble, esa curiosidad infinita, esas ganas de reír y de no depender de nadie.

Quisiera decirte que te quiero. Como no me dejas hacerlo, intento demostrarlo en cada cosa que nos concierne, en cada detalle. Pero mientras duermes somos por entero libres, tú en tu mundo y yo en el nuestro despierto; me hago el valiente, me visto con mi corazón en la mano y te lo suelto así, con todas las letras: T-e-q-u-i-e-r-o. Y aunque baile solo conmigo mismo, compartiendo esto contigo transformo ese baile en un poema eterno, donde nuestros versos se entrelazan como piernas hambrientas y forman un universo nuevo, en el que ni tú ni yo pretendemos más de lo que queremos y obtenemos exactamente lo que anhelamos… Aunque sea un sueño (tuyo) y un desvelo (mío).

Te tapo con la sábana: comienza a refrescar. Ajusto mis almohadas. Me recuesto a tu lado. Así puedo seguir viéndote mientras se van cerrando mis ojos. Así puedo soñarte despierto mientras caigo dormido. Dormido en tu hechizo…