Si tú te atreves. Luis Miguel.
a Cris Montes y a Anita Tef.
Te veo. Larga la melena peinada en ondas, ojos rasgados, rojos los labios algo entreabiertos, cuello divino del que penden una perlas hermosas y suaves. Escote sencillo, urgencias resbaladizas sobre el terciopelo de tu piel.
Te veo. Y deseo tocarte. Te veo y deseo besarte. Sentir nuestras pieles unidas, nuestros dedos perderse en un bosque de secretos, tocar cada uno de tus pechos, rozar la espalda enorme que, desnuda, se ofrece a la caricia.
Jamás pensamos que esto pudiera pasarnos. Estamos lejos. Tú con ella, yo con otra. Pero cada encuentro es una revolución. Cada palabra que dices irrumpe en mi pensamiento y hace temblar cada poro de mi piel. Y tú ríes cuando te hablo, una sonrisa cómplice quizá, con un rictus de deseo que a veces se te escapa.
Me digo a mí misma que debemos ser discretas, que se nos tiene que notar, que vamos a cometer un desliz, una comentario fuera de tono, un deseo convertido en una caricia más atrevida, un quizá, un tal vez, un puede ser.
¿Quién le pone puertas al campo? ¿Quién puede detener la llama que enciende un corazón y lo llena de cenizas que bullen con tu nombre?
Si tú te atreves yo me lanzo contigo. Sé que te quiero. Sé que me quieres. Vernos es llenarnos de deseo, deseo desesperado de poseernos allí mismo, en medio de las cuatro, en la sombra y en la luz.
Si tú te atreves yo lo dejo todo. Te sigo al fin del mundo y te amaría hasta quedarnos cansadas, hasta sentir que del placer quizá pudiésemos morir. Ese vértigo, ese abandono, esa dulzura y ese éxtasis que deshace mundos, que revoluciona cielos, que destroza vidas que dejan de importarnos…
Pero me detengo. Desvías mi mirada y te quedas mirando a ella. Lo sabes: es el momento, o fuera o dentro, juntas o sin mí. Y sin ti. Siento que dentro de ti bulle una revolución que acalora el pensamiento, lleno sólo de corazón que late de deseo, que hierve en la piel. Y callas…
Me sueñas, lo sé. Yo te sueño. Una pasión así, que promete destruir nuestras vidas cómodas, nuestra forma de pensar, da vértigo. Pero es el momento, o fuera o dentro, de mí, de ti; no hay otra forma, lanzarnos al precipicio o dejarlo pasar… Pero no poder verte más, no poder oler el perfume fresco de esa piel blanca y flexible, el lento dibujo de los senos en la blusa, la promesa encerrada entre las piernas de bailarina… Me intoxica, me desarma, me desespera.
Te veo. Hay demasiada pasión para pasar desapercibida. Me levanto. Ella no me mira. Ella confía demasiado en mí. Sabe que no la dejaría, que no me atrevería. Pero se engaña. Porque eres tú. Tú me das fuerza bruta, me inflamas de sensualidad, haces que mi piel se abra como una flor nueva, embriagada con ese perfume salpicado de champán.
¿Quién le dice que no al amor? Puede que tú. Y puede que yo. Si tú te atreves, lo dejo todo. Si tú no lo deseas, mi corazón se romperá quizá para no volver a reparase, pero al menos me quedaría ella, la comodidad de un hogar de más de diez años, y la pasión apagada que enciende una llama tibia de vez en cuando. A veces debemos asumir que el tiempo pasa y que vivir ya no es para nosotros…
Es cierto, no somos libres. Es cierto, puede ser un error. ¿Pero quién le dice que no al amor? Si tú te atreves lo dejo todo atrás, y prometo abrirte a un mundo nuevo, al paraíso de lo real, a la magia escondida en la piel saciada y en el sudor pegajoso que no nos separa. Si tú te atreves, sería capaz de hacerte tan feliz como pudiera… Y tú a mí.
Y te veo. Y me ves. Y sonríes. Y giras la cabeza. Y las ondas de ese pelo maravilloso se deshacen y se rehacen como la marea de la mar. Lo mismo tu sonrisa, lo mismo tu atención hacia ella. Sí, no somos libres… ¿Y qué?
Mírame, deséame lo suficiente, ámame lo bastante como para dejarlo todo atrás…
Si tú te atreves, el mundo será nuestro, lleno de pasión, sí, y de amor, y de novedad. Dejándolo todo atrás, un dolor y una estabilidad, pero viviendo una nueva esperanza, una nueva oportunidad.