Siempre supe cuándo llegaría el amor. Cuando llegarías, el lugar y la hora exacta, y cómo serías.
Tengo el corazón revuelto. Y las ideas fundidas.
No como, no duermo, y sin embargo me lleno de ti y te sueño.
Siempre supe que rondabas cerca. Porque los dedos latían con las ganas de tocarte y la risa se me escapaba tonta de la boca, los dientes al aire y la voz entrecortada llena de suspiros.
Lo supe cuando te vi. Cuando te acercaste. Cuando me saludaste y me inundó tu olor, a mar y a arena. Y al ver tu piel de bronce y el guiño gracioso del sol en tu pelo.
Si, lo supe aquí mismo: el amor me llegó como la marea y lo impregnó todo: mi cabeza que ahora no piensa y mis pies, que llegan volando hasta ti.
Aquí, a mi lado, un corazón late lento, y unos brazos me rodean. Aquí, cerca de mí, alguien desea ser amado como yo, desea ser deseado como yo, sueña con ser idolatrado y comprendido y aprendido como yo siempre lo he querido ser. Y ese alguien eres tú.
Tú: quien siempre supe que llegaría. Y a quien he amado toda la vida en secreto. Un secreto que brota de mi pecho y llega hasta tus labios dejándonos sedientos.
Te quiero, te dije. Te quiero, dijiste. Te necesito, dijiste. Te necesito, te dije. Aquí. Sí. Y ahora.
En esta noche, mientras nos enredábamos en un lío de pieles y brazos y piernas. En esta noche, cuando recibía el oxígeno de tu aliento y la calma que yace tras la pasión y quizá la locura serena y también las esperanzas, supe que eras tú aquél por el que valía la pena esperar, y ensayar y desear. En esta noche, aquí, junto a mí, lo supe. Y no puedo más con el corazón, que hace que llore una y otra vez, enjuagando tu sudor y tragándome las palabras.
Aquí, contigo a mi lado tan dormido que pareces una estatua cansada, mi amor se funde con tu cuerpo y somos uno, y soy más feliz de lo que nunca hube sido. Porque estás junto a mí.
Alguien que desea que le ame, que le cuide, que le proteja, y que le deje libre, de esa manera única que nos regala el verdadero amor.
Aquí yaces, conmigo. Y todo es felicidad.