El viento ruge. La lluvia cae. El mar se agita.
Piensa con el corazón. Que retumba como el viento y arrastra como el mar.
El pelo se le enreda en la frente y le cubre los ojos a veces y a veces el pensamiento.
Siente, como sienten los solitarios. Y calla, como hacen los deslenguados, que hablan de todo menos de amor.
Lo tiene todo. O eso cree. Hasta un agujero en el alma.
El viento ruge y cae la lluvia; el mar embravecido retumba y todo lo arrastra.
Y lanza su mano al vacío. Se llena de aire revoltoso, de deseos entre los dedos, de sueños desnudos.
Y de repente otra mano le abraza por detrás. Y los dedos parecen encontrarse en una danza húmeda. Y se unen con fuerza. Y no hay mar ni viento ni lluvia que los separe.
Con eso es suficiente para sentir la felicidad.
Una mano, un brazo, una sonrisa, un corazón. O dos. Y el mundo envuelto en tormenta y el agujero del alma repleto de alegría.
Sólo eso para ser feliz.
Al menos para siempre.
Que bello blog Juan. Es un placer visitar tu espacio. Un abrazo, amigo!
Personas como tú, Sombra Bohemia, lo hacen así. Muchas gracias, buen amigo. Abrazo de vuelta!