Poco a poco/ Step by Step.

Arte/ Art, El día a día/ The days we're living, Música/ Music

   Me levanto. Hay mucho silencio. Tanto que casi no noto el ritmo de mi corazón.

   Sólo escucho el susurro que desprendes al dormir. Ese suave susurro que parece una caricia. Como las que nos dimos una y otra vez, como si no nos hubiésemos cansado, tú y yo.

   No sé qué me ocurrió. Después de tanto dolor, ha sido como una transmutación. El fuego quema y todo lo purifica. Si es así, lo de anoche ha sido un sacrificio de mi orgullo, una recapitulación de mi pensamiento, que parece arrodillarse ante mi corazón y rendirle pleitesía.

   Hay demasiado dolor entre nosotros, y sin embrago el mundo de la pasión, el de los besos abiertos sigue siendo nuestro país, nuestro punto de encuentro.

   Eres bello, quizá demasiado. Porque me hace dudar. Y siento que es una debilidad, pero es algo más. Demasiada historia juntos, demasiado ir y venir como para olvidar, y sin embargo…

   Y sin embargo te quiero.

   Todavía.

   Miro hacia afuera. El amanecer es perezoso en otoño. Los equinoccios me llenan de una rara energía. En primavera parece que explosiono y la sonrisa la tengo a flor de boca. Casi siempre al menos. Y en otoño me lleno de una sedosa melancolía, que tiene sabor a tu piel y que se parece a tu cuerpo, flexible y única.

   El amanecer se hace desear, con su velo de iris como un pañuelo a medio guardar. Y desde la ventana el vaho y la escarcha me hacen temblar. Y el recuerdo de esta noche y de tus dedos en mi espalda.

   Y pienso. Y no quiero pensar. Después del dolor, de las decepciones, de lo que creemos justo, llega la separación y el reencuentro posterior como si nada hubiese ocurrido pero sabiéndolo siempre. Y en cada caricia y en cada beso y en cada empuje desesperado los recuerdos se mezclaban en mi cabeza, tatuándoseme la memoria y las intenciones. Pero el oleaje de tu cercanía y el aroma de esa piel querida y el ruido de tu corazón en mi mano…

   Pienso demasiado en las cosas, tienes razón. Pero si no lo hago ahora, a la llegada del amanecer, no sé cuándo lo haré. Casi comienzo a notar ciertas formas oscuras…

   Ay, corazón mío… Si desoigo tus latidos moriré de tristeza; si me dejo guiar por ti, cómo acabaré… Adorando un imposible o ajustando mis sueños a la realidad: no eres lo que imaginaba, eres tú y yo soy yo. Tus defectos son los míos, yo no supe cómo amarte y tú cómo quererme. Y sin embargo sé que me amas y yo te quiero hasta en la distancia.

   Te has despertado. Lo sé porque respiras profundo y el ruido de tu cuerpo se parece al oleaje, que recorre cada una de las partículas de la arena hasta dejarlas empapadas y luego se va, desprendiéndose como una sombra o un suspiro.

   Yo no me muevo.

   El sol comienza a despuntar y el horizonte se llena de claridad.

   Me abrazas por detrás. Y tus manos acarician mi pecho. El calor de tu cuerpo cerca del mío es como un susurro de buenas intenciones y un mar de deseos.

   – Poco a poco, ¿vale?

   Me dices.

   Y puede que sea lo mejor. Poco a poco. Cada día un paso, cada día un afán.

   El día nace. Y puede que el amor también. Nuevo. A su manera.

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