La orquesta parece cansada. Lleva tocando casi toda la noche.
Y qué noche. Templada de estrellas, con la luna tatuándose en tu piel. Y tus ojos entristecidos y pálidos, con el corazón enredado en tus pestañas.
Casi no nos hemos hablado en toda la velada. Decidimos no decir nada a nuestros amigos para no arruinar el momento, que no es el nuestro (¿cuándo ha sido el nuestro?)
Pero no podemos ocultarlo, o al menos tú no lo has intentado siquiera.
Tú y yo, con tanto en común y tanto amor, parece que ni siquiera nos conozcamos. No me ofreciste un sorbo de tu copa y el champán se calentó en la mía. No sé si te diste cuenta, pero los demás nos miraron raro.
Empleaste monosílabos cada vez que te dirigías a mí. Como si una oración completa significase una rendición en esta batalla absurda en la que nos hemos enfrascado.
Yo intenté mirarte toda la velada, entre la comida, el alcohol, la música y el aire. Y tú esquivando todos mis movimientos, distrayéndote con esto o aquello, fuese importante o no. Desdeñando mi corazón como nuestra vida en común.
Hasta que empezó la orquesta a tocar.
Has bailado toda la noche mirándome con cierto desdén. Y mis pies se morían de ganas de lanzarme a la pista y atraerte a mí. Y mis labios secos de ti y esas ganas locas de abrazarte una vez más, arrebatarte al orgullo y limpiar las heridas que nos hemos hecho y que pareces recordar tan bien.
Y he sido un tonto. Jugando contigo este juego de malentendidos. Toda la noche perdida entre el silencio, el orgullo herido y la pasión que aún nos consume, lo sé.
Pero ya no más.
Es la última melodía, la última canción. Y te he pillado en volandas antes de que pudieras marcharte. Y no te has resistido.
Siento tu calor, siento tu cuerpo moldeándose con el mío. Y la música es una compañera del amor, lo sé muy bien.
Siento tu fuerza abrazando a la mía, y tus intenciones con tactos, y tu silencio callado con una sonrisa entre los labios. Y nos miramos mientras la orquesta toca un baile más.
Y nos acercamos así, lento muy lento, y no nos decimos nada, que ya nos hemos dicho de todo. Y tu corazón y el mío que saltan mecidos por una emoción extraña, olvidada en el patio de atrás, evocada por el baile, arropada por la música…
Tú y yo, con tanta historia contada y tanta por contar, con amor de ida y vuelta, con almas que se tocan y deseos que se despeñan, nos entendemos tan bien y todo parece tan sencillo cuando estamos juntos, abrazándonos así mientras el mundo se detiene; danzando entre la oscuridad plateada de la luna un baile más…
Y todo termina y todo parece volver a empezar. Siento que muero… Pero tu boca se acerca a la mía y susurra un instante más… Y me besas, y revivo con tu sabor y me aferro a tus brazos líquidos y respiro de nuevo, atraído por el mundo de tu corazón y el mío, que pareció quedarse atrás.
Pero ya no.
Juntos estamos. Una vez más.