En la penumbra nos acercamos lentamente.
Siento tu aliento acariciando mis labios. Y el estallido de mi piel al contacto de tus manos.
En la penumbra sólo estamos tú y yo.
No hay un sonido salvo el vaho de tu respiración y la mía. Y el rocío de tu boca en mis pestañas.
En la penumbra bailamos una canción que brota de nuestros corazones. Bum, bum, bum.
Tu pecho y el mío juntos hasta fundirse en uno solo. Tu mejilla en la mía y el cuello extendido y un cosquilleo de perfume en mi nariz. Y los dedos como ríos diez y veinte y cuarenta entrelazados. Y el calor del roce y el frotar de la caricia.
En la penumbra, en la que todo pasa, se detiene el tiempo y navegamos por ríos separados hasta encontrarnos en el romance de un beso.
Y otro más.
En la penumbra perdemos el sentido llegados al punto de no retorno. Y quemamos los puentes de la ternura alcanzando la pasión.
Y sólo hay gemidos que se transmutan en silencio. Y el silencio que cae entre los dos, unidos como un garabato sin principio ni fin.
En la penumbra brillan las sábanas cansadas.
Y las espaldas hechas un lío y un mar de besos.
En la penumbra todo se aquieta. Menos el amor.