Ayer/ Yesterday.

Música/ Music

   cf8d48cc6e1811e2a96422000a1fbc12_7Ayer estuvimos juntos. Paseamos, hablamos (hablé) mucho. Oí su silencio como antaño y su sonrisa escondida y el juego de esa voz oscura y suave, como el terciopelo.

   ¡Qué guapo estaba! Ya no somos los mismos, pero sigue siendo él.

   Hay nieve en su pelo, negro como el azabache. Y sus ojos de miel y desierto siguen brillando de una forma maravillosa.

   Venía con su niña en brazos y una cara de suficiencia enorme. Algo de torpeza y un poco de vergüenza.

   Venía tan guapo. Le gusta ir guapo. Siempre. Esa americana, ese vaquero, ese pecho enorme como un sueño esperado. Lo ha hecho para gustar, para gustarme a mí. Sonrío. Porque lo ha conseguido.

   Siempre lo ha logrado conmigo.

   Y charlamos de la vida que tenemos, tan opuesta a la que una vez compartimos. Y me oye, porque hablo por los codos y la boca y las manos, y se ríe como antaño, cuando no paraba y él callaba, complacido y juicioso. Mucho admiro su sentido común.

   Es él. Siempre ha sido él. Hasta que muera será él. Aunque no estemos juntos y nuestras vidas sean diametralmente opuestas.

   Es él. Y ayer lo vi. Y estuvimos juntos por un rato que se hizo eterno. Como antes estábamos, tiempo atrás, según mis recuerdos. Y también los suyos.

   Porque somos como un par de zapatillas cómodas y suaves: nos amoldamos uno al otro con una facilidad divina. Y esa química sigue intacta, y esa física ya acabada, y juntos conseguimos descubrir lo que no hemos conseguido y lo que nos ocurre en el presente, tan lejos y tan diferente de lo que una vez pensamos.

   Es él. Ayer lo supe. O lo recordé. Porque lo había olvidado.

   Hasta que me muera lo será. Él.

Nacer para perder(te)/ Born to lose.

Arte/ Art, El mar interior/ The sea inside, Música/ Music

   El que se va se aleja poco a poco.

   El que se va pierde el contacto de lo que queda detrás.

   La vida que conocía, en la que estaba inmerso; los amores cosechados, las amistades conseguidas, todo queda atrás, suspendido en el tiempo, en el tiempo que fluye para todos menos para la memoria del que se va.

   Nada es para siempre. La mañana, la tarde, el anochecer. Los sueños se diluyen en la realidad del día a día. Y las oportunidades también. Y el amor.

   Sobre todo el amor que te tengo.

   Nacer para perder, así ha sido mi vida. Nacer para ver cómo te alejas de mí. Nacer para perderte.

   Decir que te amo es casi una redundancia. Pero te amo. Y aunque te amo, no tiene importancia. No para ti.

   Nacer para amarte con los ojos cerrados y el cuerpo abierto. Para darte todo mi alma y el contenido de mi corazón.

   Te embadurnaste de mi vida; llenaste el hueco de tus manos de los besos que te daba y de la libertad que me pedías. Bebiste de mí hasta decirme basta.

   Nacer para perderte cada día. Al amanecer, en el aroma de la noche y entre las sábanas. Un minuto primero, después horas que se transformaron en meses y en años y en calendarios que quemábamos en la chimenea encendida. Como mi amor.

   Que no fue suficiente.

   Y lo supe cuando nos conocimos. Y cuando nos deseamos por primera vez. Había nacido para amarte. Pero también para perderte.

   Y no te culpo. Ya no busco responsables. Quizá fui yo; quizá fuiste tú. Quizá los dos. No lo sé.

   Los amigos preguntan; los conocidos me paran en la calle queriendo saber de ti. No lo sé. El que se va corta los lazos por más que jure mantener el contacto, por más que pretenda arrastrar esas cadenas. Y tú más que nadie.

   Y tú más que yo.

   Nacer para verte marchar. Nacer para saber que no dudará. A pesar de la entrega, a pesar del cariño; a pesar de la necesidad y del deseo.

   El que se va se aleja hasta que se pierde de vista. Así muere el amor también. Poco a poco hasta que dejamos de sentirlo en cada latido, en cada beso.

   El amor se acaba, el amor se pierde. Y todo lo demás.

   El que se va deja todo atrás. Todo. Y allí estoy yo. Que he nacido para amarte. Pero también para perderte.

   Y no has dado la vuelta ni una vez. No me has visto ni una vez.

   Nacer para perderte. A pesar de amarte todavía.

Viajera/ Traveler.

Arte/ Art, El mar interior/ The sea inside, Música/ Music

   Mira la ventana. El paisaje cambia rápidamente a medida que el tren se desplaza. Como a veces queremos que la vida también pase.

   Ojos fijos, labios finos. Expresión meditabunda. No parece conocer a nadie excepto el paisaje, al que mira sin ver, perdida como está en sus pensamientos. O en sus ensoñaciones.

   ¿En qué pensará? ¿O en quién?

   ¿Qué puede haber de difícil en una vida joven que corre con el tren en marcha?

   Manos finas, un anillo de oro brilla en el dedo anular. A veces creemos que la vida es así, rubia y brillante como el oro, eterna como esa aleación que lo hace moldeable e imperecedero.

   Pero la vida no es así. Ni el amor que todo lo inspira.

   ¿Qué espera esa mujer? ¿Hacia quién va?

   Ensimismada, gesto de cansancio o de aceptación. Y la imaginamos llorando y la imaginamos rabiosa y la imaginamos sudorosa al lado del cuerpo deseado y la imaginamos risueña, cubierta de sol a la sombra de una encina.

   Y en silencio pasa los minutos como kilómetros. Y el tren corre veloz por la vía que nos lleva. Y ella callada, en esa lucha interior que se refleja en sus pupilas y en el cristal. Yendo y volviendo, un cuento de nunca acabar.

   Como el amor.

   Contigo ni sin ti.

   Y nada hay qué hacer si no esperar. Y a veces luchar y a veces aceptar que todo debe cambiar o que todo debe seguir igual para nunca, nunca, nunca quedar sin vida.

   Mirando por la ventana la viajera ve al paisaje cambiar. Y al corazón retratarse en sus ojos. Y a la espera continua en su corazón.

   ¿En quién pensará? ¿O en qué?