El que se va se aleja poco a poco.
El que se va pierde el contacto de lo que queda detrás.
La vida que conocía, en la que estaba inmerso; los amores cosechados, las amistades conseguidas, todo queda atrás, suspendido en el tiempo, en el tiempo que fluye para todos menos para la memoria del que se va.
Nada es para siempre. La mañana, la tarde, el anochecer. Los sueños se diluyen en la realidad del día a día. Y las oportunidades también. Y el amor.
Sobre todo el amor que te tengo.
Nacer para perder, así ha sido mi vida. Nacer para ver cómo te alejas de mí. Nacer para perderte.
Decir que te amo es casi una redundancia. Pero te amo. Y aunque te amo, no tiene importancia. No para ti.
Nacer para amarte con los ojos cerrados y el cuerpo abierto. Para darte todo mi alma y el contenido de mi corazón.
Te embadurnaste de mi vida; llenaste el hueco de tus manos de los besos que te daba y de la libertad que me pedías. Bebiste de mí hasta decirme basta.
Nacer para perderte cada día. Al amanecer, en el aroma de la noche y entre las sábanas. Un minuto primero, después horas que se transformaron en meses y en años y en calendarios que quemábamos en la chimenea encendida. Como mi amor.
Que no fue suficiente.
Y lo supe cuando nos conocimos. Y cuando nos deseamos por primera vez. Había nacido para amarte. Pero también para perderte.
Y no te culpo. Ya no busco responsables. Quizá fui yo; quizá fuiste tú. Quizá los dos. No lo sé.
Los amigos preguntan; los conocidos me paran en la calle queriendo saber de ti. No lo sé. El que se va corta los lazos por más que jure mantener el contacto, por más que pretenda arrastrar esas cadenas. Y tú más que nadie.
Y tú más que yo.
Nacer para verte marchar. Nacer para saber que no dudará. A pesar de la entrega, a pesar del cariño; a pesar de la necesidad y del deseo.
El que se va se aleja hasta que se pierde de vista. Así muere el amor también. Poco a poco hasta que dejamos de sentirlo en cada latido, en cada beso.
El amor se acaba, el amor se pierde. Y todo lo demás.
El que se va deja todo atrás. Todo. Y allí estoy yo. Que he nacido para amarte. Pero también para perderte.
Y no has dado la vuelta ni una vez. No me has visto ni una vez.
Nacer para perderte. A pesar de amarte todavía.