Las cosas (tontas) que me recuerdan a ti/ These Foolish Things.

Arte/ Art, El día a día/ The days we're living, Música/ Music

 

   Sentado en un piano-bar, pienso en ti.

   Estoy solo. El murmullo de las conversaciones bajo el sonido del piano; la dulce melodía que todo lo engarza; y una cerveza algo tibia ya sobre la mesa.

   Sentado miro hacia afuera. Hay una terraza. Algunas personas están allí al abrigo del ronroneo de la gente que va y viene; beben sus copas y pican en las aceitunas y en las almendras con piel.

   Las manos del pianista me recuerdan a ti. Largas y firmes, traslúcidas y suaves. Acostumbradas a un trabajo fino, a una actividad por lo demás intermitente y voluntaria.

   La sonrisa cuajada de estrellas que acabo de oír me recuerda a ti. Aire expulsado desde dentro, un ronroneo y finalmente una liberación, como en el amor.

   La soledad me recuerda a ti. Cuando te dabas la vuelta y, espalda contra espalda, nos sumergíamos en nuestros mundos internos.

   El perfume que ha dejado al pasar una sombra te atrae hasta mí. Qué milagro los sentidos primarios, que tan fuertes son sin embargo; no te veo, no te escucho, pero gracias a ese aroma te siento y te dibujo y hasta noto tu mano por mi pelo y un tirón de orejas cuando me portaba mal contigo.

   Cuántas cosas tontas me recuerdan a ti.

   El pianista sigue desgranando notas. Con su camisa impoluta, su pantalón oscuro ajustado y perfecto. Apenas sonríe , dueño de esa facultad de ser el centro de las miradas sin llamar la atención. Con sus melodías congela el espacio y lo dirige adónde desea. Las canciones que apenas oímos enzarzados en nuestras conversaciones, influyen en nuestro ánimo mucho más de lo que creemos y nos arrullan en la sombra, engañándonos.

   Eso me recuerda a ti. La habilidad detrás de la noche, el justo punto de engaño y verdad.

   Y la soledad me recuerda mucho a ti. Esa sensación de vacío algo opresivo, esa confirmación de estar abandonado a pesar de la compañía.

   Voy a pedir un cóctel o algo. Pero un Manhattan me recuerda a ti, y un Gin-tónic también, con tu boca de fresa posándose en los bordes de la copa. Y un Martini con cebollitas, un Margarita con la sombrilla que usamos para guarecernos de la tormenta de un sol tropical y la Mimosa de un brunch lento después del amor.

   Cuántas cosas tontas me recuerdan a ti.

   Se hace de noche; las estrellas pueden pender como la luna en el vacío oscuro; pero la ciudad está muy cerrada, y en la noche sólo veo reflejos amarillos de las farolas encendidas.

   Me recuerdan a tus ojos de gato hambriento, a tu sed sin control y a mi entrega absurda… Esas cosas tontas que me unieron a ti.

   La iluminación se aquieta; se hace suavidad, abriendo el camino de la caricia y del roce. La música sigue desliando melodías de amor y desamor, de acercamiento y dejadez.

   Esas cosas que me recuerdan a ti.

   Y yo. Sentado en un piano-bar, solo sin compañía, hablando con las sombras de un pasado que parece no haber quedado atrás.

   Y el pianista me sonríe y cabecea. Como si me leyera el pensamiento, escoge una canción que he intentado evitar. Pero ahora qué más da…

   Esas cosas tontas que me recuerdan a ti.

   Otra vez.

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