Palabras/ Words.

El mar interior/ The sea inside

Las acciones hacen daño, y las palabras curan. A veces, cuando discutimos por tonterías, procuro recordar que lo que te digo pronto lo olvido; lo que hago pronto lo lamento; y cuando me haces daño yo respondo y tú respondes, y hacemos cosas que no debemos y decimos palabras indebidas, y la herida se hace profunda y la curación parece imposible.

Esta última vez hemos descubierto cosas de nosotros mismos que nos han dado miedo, miedo porque se han materializado, se han hecho reales, y no está mal que haya ocurrido, no está mal saberlo ahora, pero cuando discutimos por tonterías, el mundo se me acabó por un segundo y no supe hacia dónde ir.

Y no podía verte, no quería verte. Mi orgullo herido, tu orgullo herido, mi decepción a flor de piel, y también la tuya. Pero extrañaba tanto el roce de tu pelo, el aroma de tu pecho, que no pude resistirme a llamarte, a acercar posiciones certeras, a rendirme a nuestro amor. Y sé que a ti te ha pasado lo mismo. Ahora ya no somos los mismos, pero somos más nosotros y eso me basta por ahora.

Por ahora me basta tenerte de nuevo entre mis brazos y acunarte hasta que te quedes dormido, mientras te hablo y te cuento lo que hice durante el día, lo mucho que te he extrañado, lo mucho que me importas. Y tú te quedas sonriendo y me dices, con esa voz dulce de arrullo, lo mucho que me quieres, que me extrañas y que me deseas. Y en nuestras palabras ya no cabe el miedo ni cabe el orgullo ni la discusión. Porque acercarnos a hablar ha curado nuestras heridas, las tuyas y las mías, y ha tendido un puente entre el sueño que soñábamos hasta ahora y nuestra realidad.

Ahora te conozco más; sé quién eres tú. Tú sabes más de mí mismo, y quizá más de lo que yo sé. Ya no discutimos por tonterías, sino por buscar razones, por hallar salidas. Y cuando sonríes en medio de mi discurso, y cuando me quedo embobado mirándote a los ojos mientras disertas sobre no sé qué, el mundo se detiene en el dintel de nuestra casa y penetra una paz de cielo y una pasión de fuego y gira nuestro horizonte para acercarnos lentamente hasta tocarnos los dedos, los labios y los corazones.

Y cada palabra que decimos entonces es un bálsamo para nuestro amor. Cada palabra que te digo brota del alma y se escapa desde mi boca hasta ti; cada palabra que dices, desprende el universo de tu cuerpo y se clava en lo más hondo de mi interior y hace brotar flores y frutos con fuerza indomable e inaudita.

Cuando hablamos somos más nosotros, y podemos perseguir la realidad de nuestro sueño común. Somos un sólo núcleo que se divide hasta la eternidad, y nuestros brazos y nuestras piernas y nuestros labios recorren un universo paralelo y sincero, cubierto de azul y de oro, cargado de presente y de futuro feliz.

Por eso intento recordar que, a pesar de las distancias aparentes, juntos formamos un solo universo, un universo unido por las palabras que aman, por las palabras que pueden llegar a separarnos. Y por eso intento tener siempre presente que las palabras duelen y producen profundas heridas, pero también curan, curan porque nos desnudan, nos acercan y nos aceptan y hacen de nuestro amor una aventura nueva, llena de firme fantasía y de conexión.

Y yo te amo, por encima de todas las cosas posibles, y así te lo demuestro, y así te lo digo, una y otra vez.