Till There Was You. Kristin Chenoweth & Mattew Broderick (The Music Man).
Las estrellas brillaban en el cielo y la luna plateaba su camino hacia el alba.
La luz se derramaba frente al mar, y lo teñía de púrpura y oro.
El fuego besaba a la leña, y del encuentro entre piel y llama nacía un calor discreto y una cálida caricia.
Nada de esto veía, pese a que mi vida se llenaba de toda belleza, hasta que te encontré.
Y las rosas se abrieron a mi paso, y su perfume elevaba mis pasos desnudos en la hierba. Y los gorriones gorjeaban y el cuco, tras la lluvia, hendía el silencio de septiembre con su canto lánguido y lejano.
Los perros correteando cerca de mí espantaban a los cuervos y a las palomas hambrientas. Y el agua del estanque, cristal transparente, me dibujaba tu rostro cerca del mío.
Nada me parecía bello hasta que te encontré a mi lado. Y de la sorpresa brotaron emociones como flores y un sentimientos desbordante como las esquinas del mar, que vacían la playa hasta el fin del universo.
Nada de eso soñaba, nada veía, hasta que te encontré.
Y el mundo se plasmó a mis pies y la belleza de la vida se retrató en tu mirada. Y el amor que cantaba a mi lado llegó a mis oídos, puro y vital, desde que te encontré.
Y hasta que te encontré, todo me parecía oscuro y carente de sentido. Pues el único sentido eres tú.
Y aunque hubiese campanas sonando en el horizonte, no las oía, y aunque las bocas soñasen con ser besadas, sedientas quedaban, hasta que te encontré.
Y desde entonces hay música en el riachuelo, y las peonías gigantes florecen como soles y escancian su perfume embriagador, y tus ojos, verdes y profundos, me sugieren muchos sueños, y tus labios, un puerto donde atracar mis sueños liberados y preciosos.
Había amor en el aire, en todo lo que me rodeaba, pero jamás lo hube apreciado antes, hasta que te encontré, y me regalaste el don de la vida, de la vida contigo. Y todo lo cambió para mí.
Hasta que te encontré estaba dormido, y ahora que estás aquí, sólo sueño despierto.
Contigo.
Junto a ti.