Cuando te conocí se erizaron todos mis cabellos. Había algo en ti que hacía que me sintiera especial y deseara estar a tu lado a todas horas.
No sé si era tu mirada, intensa y fija como un planeta; o sólo tu presencia cercana, que me hicieras caso y esas cosas: una sonrisa, un guiño cómplice, un pequeño golpecito en el hombro. Pero era cierto: todo dentro de mí cambiaba y sé que mi piel brillaba y mi risa sonora traspasaba el universo llegando de vuelta a mi corazón multiplicada y llena de energía; mis sentidos se agudizaban y todo lo que sentía estaba preñado de inmensidad, lo que me trastornaba un poco.
No sabía a qué se debía tanta ansiedad por verte, no imaginaba que me sentía único, diferente, tocado por una marea de sentimientos que me llenaban de raíz porque tú estabas cerca. Eras un catalizador de todo aquello que más anhelaba; me hacías partícipe de lo que hasta aquel momento pensaba que no me pertenecía.
Tu belleza me hacía a mí más bello; tu cercanía más cálido, y me creía el sueño de valor, repleto de una vanidad un poco tonta e irreal. Hacías de mí un hombre nuevo, transmutado en aquellas cualidades, en aquellas metas que siempre había anhelado y que desconocía.
Pero todo era un espejismo. Al final del día, cuando te despedías de mí con cierto alivio y me quedaba solo, el reflejo del espejo me revelaba la cruda verdad. Nada había en mí que mereciese no ya tu compañía, si no la de cualquiera. Me veía y no me gustaba lo que veía. Nada de esa perfección que sentía a tu lado estaba presente cuando no estabas cerca, o al menos estaba yo demasiado enamorado de ti para sentirme bello, valioso o afortunado cuando te alejabas de mí con un beso casto en la frente o un abrazo que apenas duraba unos segundos.
Estaba lleno de sentimientos opuestos. Aquellos que habitaban en mí cuando tu cercanía los sacaba a la luz, cuando creía que el amor todo lo transforma; y aquellos otros, más oscuros y menos reales, en los que me decía a mí mismo que no merecía tanta suerte o tantos mimos de la vida. Contigo y sin ti emergían de mi interior todas las contradicciones, las medias tintas, las vueltas de una vida desteñida que no era atractiva para nadie, y mucho menos para mí.
Quizá debía adelgazar; o coger más forma aquí y allí tras un comentario tuyo dicho al azar. Cuando hablabas al viento de cómo sería mi mirada sin gafas, corría al espejo a ver de cerca, con la vista de miope intensa, cómo eran mis ojos. Y los examinaba tan de cerca que se empañaba el espejo y mis propios ojos. Cuando quería que me abrazaras y no lo hacías, girabas la cabeza hacia un grupo que pasaba y me reclamabas más comportamiento o menos fruslerías. Y aquellos grupos eran hermosos, de risa tintineante, de bellas formas y facies atractivas; eran delgados y bien proporcionados, vestían de forma encantadora y estaban llenos de virtudes. De virtudes de lejanía, claro. Eso me angustiaba. Y me espiaba en un reflejo cualquiera: un coche, un cristal; buscaba ansioso una respuesta a ese comportamiento tan errático y que, dándomelo todo, lo que más me regalabas era ese dolor extraño que me llegaba de raíz y me trastornaba.
Tu voz, tus gestos, tu propio corazón. No lo sé. Me sentía bello y divertido, brillante y feliz cuando cedías a mis peticiones y juntos caminábamos por la alameda, o cuando de la nada llegabas con el regalo de un abrazo, el arrullo de un beso espontáneo y discreto. Bebía de esos regalos escasos con una sed enloquecida. Tu corazón, tus gestos, tu voz de ultratumba. Deseaba atisbar tu interior, deseaba poder descubrir qué hacía que me sintiera, a la vez, feo, poco apreciado y hasta triste; porqué aquella presencia ambigua hacía nacer en mí tantas preguntas, tantas inseguridades y tan opuestos sentidos y realidades.
Casi todo se puede modificar: una cicatriz, una caída de párpados, una cintura o un perfil. Pero la imagen que nos devuelve el espejo, a pesar de la superficie pulida de la que procede, nada la puede alterar a no ser un amor demasiado puro, demasiado ajeno al querer, al deseo, a la pasión. Porque yo sentía todo eso por ti y mi propia imagen se empequeñecía al compararme contigo o tus amigos; con cada comentario hiriente que recibía del aire que respirábamos, ante cada desaire que tu compañía me daba, mi mundo se aplanaba, se estrechaba y me hacía caminar por un sendero estrecho. Y sin embargo… Yo te seguía como un loco enfebrecido, como un enamorado. Y hacías de mí un juguete amargo, un pelele roto, un mundo de dudas y de sentimientos opuestos.
Se puede teñir el pelo y llevar lentillas de colores; nunca se es demasiado delgado o demasiado cincelado; siempre hay tiempo para la dieta o el ejercicio extenuante o para que alguien, cualquiera, se fije en nosotros y nos haga sonreír… Y sin embargo, me sentía triste y poco querido, por ti sin duda, y más por mí. Y, sin embargo, teniéndote sin tener, no era feliz; a tu lado compré un ticket vacío hacia la felicidad y me lo creí.
Qué pequeño se vuelve el mundo cuando dependemos de un solo ser para destacar, para vernos diferentes, para sentir que nadie es mejor que nosotros o que, al menos, estamos a la altura de las circunstancias que nos rodean… Qué imagen tan distorsionada de la vida, de nosotros mismos, podemos llegar a tener por anhelar sueños erróneos, por considerar un amor de puñados como un amor de plenitud, por tener miedo al abandono, al fracaso o a la soledad.
Cuando te conocí se erizaron todos mis cabellos. Había algo en ti que hacía que me sintiera especial y deseara estar a tu lado a todas horas. Ese algo era mi miedo y mis anhelos soñados preñados en ti. Y mi miedo hacía que nacieran sentimientos opuestos en mí, de dudas e inseguridades, de placidez y hueca plenitud, cuando buscaba anhelante tu compañía, cuando creía que tu cercanía me hacía más bello, más perfecto, más yo… Y estaba equivocado. Pero ya es tarde para eso, y para muchas cosas más.
Bello y feo; cálido y frío; gordo y delgado; fibroso o blando; rubio o moreno; alto o bajo: sentimientos opuestos que buscan darme la libertad. Y el primer paso es dármela a mí mismo y, después quizá, a tu amor de puñado que nunca me dará la felicidad.
Los vídeos de Vodpod ya no están disponibles.