Casi todo/ Fifty Percent.

El día a día/ The days we're living

   10707109_645630085535893_699107116_nNo comparto la noche con él.

   No me presenta como suyo. No intenta que le cuide o que le alimente. No pretende que le lave la ropa o que le escoja los zapatos a juego con su traje.

   No quiere llevarme al fin del mundo. Ni siquiera al bar de la esquina. Ni piensa llenarme de sueños ni colmarme de alegrías.

   Y sin embargo es mío. Cada minuto que paso con él, cada hora que me regala, es un paraíso que no tiene final. Su voz oscura, sus palabras sedosas, sus manos sedientas del placer que yo le doy; y sus silencios al final y el arrullo de sus brazos cuando de la locura que nos une ya no queda nada.

   No me pide nada. No le exijo nada. No pasará conmigo un día de fiesta, ni recordará mi cumpleaños ni me regalará rosas… Él es así.

   Es de otra. O puede que lo sea. Aunque calla, sé que tiene niños que mimar y un trabajo al que cuidar.

   Otra se ocupará de su ropa y de su peinado, de su manicura y de su dieta. Y se llamará su dueña, como si fuese un trofeo que exhibir, una presea que alcanzar.

   Pero es todo mío cuando atraviesa la puerta de nuestro paraíso. Y no hay memoria que lo aleje de mí, ni suficientes mañanas ni años enteros; cuando me abraza, el mundo se detiene y se llena de constantes sorpresas y de escondidos suspiros. Y su risa estalla en la cara pálida y sus ojos sonríen tras el hartazgo de nuestros cuerpos. Y yo me ocupo de su perfume, para que siempre huela a mí.

   Ella lo sabe. Ella me ignora. El mundo no sabe; el mundo no perdona. Por eso no salimos juntos de este paraíso, por eso nunca podré llevar su nombre en mi dedo, ni podré disfrutar su compañía a cielo abierto. Yo lo sé, y no lo pretendo ni lo espero. Yo sé quién es él y yo así lo quiero. Aunque al amanecer nunca me vea a su lado ni yo duerma seguro lejos de él.

   Porque lo amo. Y no busqué amarlo. Pero cuando toca, toca, y no hay lucha, sólo capitulación. Ay el amor que nos desbarata la vida y nos regala sorpresas, sorpresas que nos dan la vida.

   Como él.

   Y no me dice nada. Y sólo me abraza. Y no me cuenta qué le pasa ni cómo le va su vida; sólo suspira y me sonríe y me ama y me deja hacer. Ni soy suyo ni él es mío. Pero somos de los dos.

   Y no hay papel que indique que estamos juntos, y no hay lugar que sepa que nos queremos, salvo estas paredes y esta cama, que aún conserva grabado el calor de su costumbre, y los límites de mi piel.

   Soy casi feliz. O más de lo que hubiera podido serlo nunca. Lo tengo casi todo. Casi todo de él y de mí. Y no pido más a la vida, salvo seguir así. Porque no puede ser más de lo que me da y así es el mundo. Y mientras en él estemos juntos, tengo más que suficiente.