Al arrullo del viento/ Embraced by the Wind.

El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside

El sol, cayendo de lado, alarga las sombras hasta hacerlas frondosas, transformándolas en hojas secas, reflejos verdes y castaños, una misma cosa entre el cielo y la tierra.

Al arrullo del viento, que mece la alta hierba todavía seca, ahíta de verano, sedienta de agua, debajo del castaño la vida discurre tranquila, con las ansias justas, el tiempo exacto.

La luz se filtra por entre las ramas frondosas, aún llenas de la clorofila que se desgasta con los rayos del último verano, jugando con las sombras alargadas y sinuosas, como besos eternos.

Y bajo el castaño lleno de frutos, medito sobra la fugacidad de la vida, de la mía al menos; de lo que transcurre sin final aprente y de lo que llega a su fin, como el verano. E intento que bajo el castaño su sabiduría penetre en un corazón atribulado, que se siente seco como las hojas, terroso como el verano que termina, y cuyo fin parece contemplar inexorable.

Rodeo el árbol que crece exhultante hacia el cielo, buscando en sus ramas lanceadas el cobijo de las estrellas y el amparo de Dios. Nace árbol y vive árbol, sin pensar en qué puede hacer mal, si lo hace bien, y en lo que obtendrá por ello.

El sol se cuela por entre las ramas, haciendo brillar las hojas y los ojos que lo contemplan. El sol vive para sí mismo, como el árbol en su totalidad, como la Belleza que nos persigue y obsesiona. Y hace de su existencia a veces un arrullo, a veces una tormenta; a veces una lucha y a veces un sereno latir. El sol se entreteje por entre las ramas del castaño latiendo como un corazón cansado. El otoño llega, y el tiempo del descanso también.

Y el viento corre por entre las ramas abiertas como un paraguas, por entre mis piernas y mis brazos, erizando el vello que los cubre… Llega el otoño con su sereno caminar, cambiando la percepción de las cosas que nos pasan, bailando el sereno vals del perpetuo retorno.

Y, aunque la oscuridad a veces todo lo cubra con su manto de intranquilo peregrinar, como todo lo que nos rodea, incluso nosotros mismos, pronto se irá y retornará de nuevo, encontrándonos más heridos, más cínicos quizá, pero más sensibles al dolor, al abandono y, por ende, en ese juego absurdo del que se compone la vida, más sensibles al amor.

Al arrullo del viento la vida sigue, impasible, imposible, y única.