El nadador en el mar secreto: poesía de la tristeza.

Arte/ Art, Libros que he leído/ Books I have read, Literatura/Literature

El nadador en el mar secreto William KotzwinkleWilliam Kotzwinkle escribió a principios de la década de 1970 un librito maravilloso. Un éxito fulgurante que cayó en el olvido y que ahora, tras reaparecer en el año 2012, lo ha encumbrado (aún) más, llevándolo al lugar que ha debido merecer desde su originaria publicación.

Es maravilloso cómo puede condensar una historia tan intensa, un plenario de sentimientos, en cien páginas. Para nuestros tiempos eso es milagroso. Y ninguna de ellas trata sobre robos, secuestros, persecuciones, misterios, drogas, maltrato u olvidos. Es maravilloso que cien páginas contengan el dolor del mundo, del vacío y la desilusión, y que lo hagan con tanta poesía y cercanía, con un lenguaje onírico pero tan vívido y con una delicadeza tan absorbente y cercana.

El nadador en el mar secreto no es más que el relato de un nacimiento. La espera, los nervios, los sentimientos encontrados, el dolor de la pérdida y la tenue esperanza de seguir con vida. Aplicada con imágenes del realismo mágico latinoamericano, la narración en tercera persona del trocito de vida de los Laski se nos presenta dulce, intensa, tierna, terrenal y triste a la vez. Somos ella y somos él y somos la nieve eterna de un invierno del Norte, el suave crujido del hielo al pisarse y las salas asépticas de un hospital, el habla seca de los profesionales de la vida y la muerte, y el enfrentamiento, individual y como pareja, de un naufragio único, la pérdida del nadador que nace en medio del mar secreto de un parto.

William Kotzwinkle nos regala un arte quizá ya perdido: el de la concisión, el de la belleza encerrada en las palabras justas, donde cada sentimiento tiene un peso comprensible envuelto en imágenes sencillas, directas y, por lo mismo, conmovedoras.7060_1

Presenciamos el inicio de un parto, su consecución, su final y los sentimientos entrecortados, rotos en la orilla de la realidad y asumidos (asumidos de la manera menos asumible posible) dentro de la dureza de la vida diaria, sin embargo dulce, sin embargo delicada y llena de amor.

No hay vida sin pérdidas, escribí una vez en un relato que algún día espero vea la luz. El nadador en el mar secreto parece opinar lo mismo, sin mucha palabrería pero con mucha sensibilidad; sin mucho artificio, salvo la desnudez de un corazón doloso que necesita expresar la pérdida y el duelo de la mejor forma que puede: escribiendo pura poesía.

Una divinidad.