Nunca sabrás/ You’ll Never Know.

El mar interior/ The sea inside, Música/ Music

   El sol en la distancia del lento atardecer. Se derrite en este calor inusual de octubre. Las hojas a medio caer, el mar rosa y naranja, las nubes surcando el horizonte lento y cansado. Como yo.

   Todo me recuerda a ti.

   Nunca sabrás lo mucho que te he querido. Nunca sabré porqué has sufrido tal ceguera, tal embotamiento de los sentidos que nos hacen humanos. Y sin embargo…

   Tu pelo, tus ojos brillantes, tu sonrisa plateada en la noche recortada de estrellas; una caricia escondida y disfrazada de ademán cortés; un latido ahogado, una palabra que se escapa y que no llega a los oídos, pues muere a flor de labios. Y tus labios…

   Nunca sabrás todo lo que te daría. Cómo viviría a tus pies, besando esas plantas divinas que te unen a la tierra. Nunca imaginarás si quiera el inmenso placer de la compañía, esa seguridad callada que todo lo obtiene con sólo un ademán, con un pensamiento que no llega a articularse en palabras sonoras. No sabrás del amor que se funde con la camaradería ni del deseo que se extingue tras un abrazo inocente, tras una sonrisa de circunstancias y un quizá.

   ¿Cómo decirte que te quiero? Ahora que te has ido, que has dicho hasta luego, ¿por qué mi corazón sigue latiendo por ti? Corazón animoso, para el que tus silencios eran discursos, para el que tus desmanes eran caricias oscuras, ¿por qué sigues latiendo por su nombre, cómo es posible que aún pienses en todo lo que no pudiste darle?

   ¡Oh! En el cielo se apagaron las estrellas desde que te fuiste. Desde que te fuiste la luz ha perdido fulgor y la esperanza del futuro sólo es oscura soledad, susurros de olvido en una esquina apartada y gris.

   ¿Cómo has sido incapaz de darte cuenta lo mucho que te quiero? ¿Cómo es posible que perdieras cada una de las caricias, cada uno de los besos que se enganchaban en el aire de tu aliento? Aunque pudiera, no podría esconder más este amor que me llega hasta las orejas, que me desborda respirando esperas, que me deshace en el líquido baile de tu nombre.

   Y sin embargo…

   Y sin embargo continúo pensando en ti. Un día y otro más. Y en esta tarde que se diluye en noche, y en esta soledad en la que sólo tu recuerdo es mi compañía…

   Nunca sabrás, nunca, todo lo que te quiero. No hay un pájaro que cante, no hay una fuente que brote alegre de entre las piedras como mi amor nacía entre los pliegues de un corazón inútil, en el medio de un pecho colmado de esperanzas convertidas en sin sabores. Si hay alguna otra forma de haber probado cómo te amaba, juro por Dios que no la conozco, pues nadie se ha entregado a otro ser tan completamente, nadie se ha quedado tan ciego porque el otro no ha querido ver.

   Nunca sabrás, nunca, lo mucho que te quiero. Porque nunca has deseado amarme, aun en la distancia, ni siquiera en la cercanía. Nunca sabrás lo que has perdido, porque todo lo tenías entre tus manos. Y en tus labios redondeados y entre tu pecho y espalda. Nunca sabrás cómo te amo, aun en la distancia, a pesar de no tenerte ya cerca. Una y otra vez.

   Hasta que se apague el cielo, hasta que las nubes cubran el horizonte fosforescente. Mientras tanto, te seguiré llevando como un tesoro entre los pliegues de mi amor, cuyo nombre compones, y seguiré velando por ti, aunque nunca lo sepas, en la mudez de un silencio atronador.

Mil atardeceres/ A Thousands Sundowns.

El día a día/ The days we're living

   La lentitud del sol aumenta la pereza de la tarde. Suave, sereno, se va hundiendo en el horizonte. Las montañas reflejan los tenues morados, el azul profundo que parece emerger por el oeste, el intenso naranja y el amarillo tostado que tiñen nuestros rostros, nuestras pieles morenas.

   Estás a mi lado. Apoyado en un hombro, siento tu peso naufragar entre tu cuerpo y el mío. Yo me refugio en tu sonrisa, que se ve iluminada por el atardecer, y por tu propia fuerza, a veces mucho mayor que la mía, y que a veces la complementa y la justifica. Yo estoy a tu lado, tomándote de la mano y sonriendo. Y tus ojos brillan al verse en los míos. Y una lágrima de sudor parece resbalar por tu frente dorada, azul y magenta.

   Nos acercamos un poco más. El sol al fundirse deja paso al fresco de la noche, que se levanta por detrás de nosotros y nos abraza de repente. El cielo se viste de un hermoso color rosa. Tu sonrisa ilumina las estrellas que van apareciendo una a una sobre nuestras cabezas. Las señalo riendo y tú me arrebatas el brazo que señala al cielo para apuntar tu corazón. En los atardeceres de verano, tu corazón y el mío laten al unísono a pesar de  discusiones banales, peleas indignas, luchas de poder que no llevan a ninguna parte. Cuando la luna se asoma tímida cerca del sol moribundo, todo parece recobrar un sentido más simple, que es el de querernos, el de dos corazones enamorados: haciendo planes, teniendo hijos, pariendo sueños que pueden salir bien o mal, pero que nos harán más fuertes, más únicos, más nosotros mismos.

   Somos dos. Ahora que el sol teje su encaje naranja, transparentando las nubes de papel, puliendo la bóveda bordada de estrellas tempraneras, nuestras manos se entretienen bailando un vals de eternidad; y nuestras miradas, prendidas de malvas y dorados, se reconocen, se intensifican y hasta se besan. Como nuestros labios, como nuestras bocas. Como nuestras intenciones.

   Y en estos momentos, cuando el sol se hunde lentamente tras las montañas para iluminar el día de los otros, me doy cuenta que te quiero. De una forma simple, como la de los niños; de una forma generosa, que no pide nada a cambio. A ti. Y a mí. Que no pide nada a cambio, salvo quizá que te mantengas a mi lado, en días como éste, mil atardeceres más, hasta la llegada de la noche estrellada, plateada por el brillo de una luna menguante; salvo que quieras estar conmigo, junto a mí, mil atardeceres más, hasta la llegada del último descanso, de la última meta, que siempre será, siempre, la de querernos bajito, hasta la eternidad.

Ésta es nuestra vida/ This is our life.

El día a día/ The days we're living, Música/ Music

A veces me lo pregunto.

Si hemos hecho bien, si hemos hecho lo correcto.

Abandonamos un amor al conocernos; deshicimos lazos que parecían eternos para atarnos nuevamente con las mismas promesas.

Aún me lo cuestiono.

Ésta es nuestra vida: todo nuevo, fresco, demasiado brillante aún, pero lleno de posibilidades, con un futuro tambaleante pero valeroso.

Ésta es nuestra vida: caminamos de la mano tejiendo día a día nuestras costumbres, consolidando un sueño que parecía inviable.

Porque éramos otros cuando nos conocimos. Teníamos otra vida, otras leyes, otras necesidades. Sin esperanza. Hasta que nos encontramos. Y todo cambió.

Íbamos por el mundo sin sentirlo nuestro, sin participar ni embadurnarnos con sus lodos, sin saborear sus jugos. Nos sentíamos inertes, piezas de un juego jugado por otros; fotos desenfocadas y sin nitidez.

Hasta que nos encontramos. Y todo cambió.

La mañana cobró sentido. Cada suspiro, cada aliento parecía vibrar; cada sonido de tu boca eran notas, cada caricia de mis manos parecían regalarte el universo.

Qué maravilla. En mucho tiempo sentí, sentimos, vida de nuevo, alegría de nuevo; vimos al sol aparecer, a la luna dormir y al mar, sereno, llegar a nuestros pies.

La lluvia caía para alimentar una ilusión quebradiza pero firme; y la noche que nos mantenía alejados fortalecía ese sueño que nos encontramos, esa esperanza que nació aquella tarde en un parque.

Niños nacidos de nuestros cuerpos a través de otros cuerpos: promesas en movimiento; lazos atados tiempo atrás con otros seres que no éramos nosotros; problemas llenos de una cotidianidad que no nos incumbían cuando estábamos juntos. Casas construidas para durar más de una vida humana. Jardines que requerían cuidados.Amores que, muertos, nos rodeaban de cenizas.

Qué difícil es dejar todo atrás. Cuánta valentía hace falta para decir adiós: sueños rotos, rostros entristecidos, orgullos heridos, recriminaciones veladas y la mirada que, sin querer, viaja hacia un pasado donde todo parecía distinto y peculiar.

Y ahora, ésta es nuestra vida. Que empieza callada, embravecida, enérgica y alegre. Nada parece imposible estando juntos, nada puede dañar esta burbuja en la que nos movemos, respiramos y nos acariciamos. Las mañanas son más puras, las tardes más lentas, las noches tiñen sus orillas con sueños nuevos que encierran, ahora sí, una certidumbre imperecedera.

Te amo. Me amas. Nos amamos. Y esos niños de otros cuerpos son nuestros niños en común. Y los sueños que soñamos juntos enmarcan el futuro que vemos a nuestros pies: días inolvidables, quizá muy parecidos entre sí, con esa cotidianidad que acaba definiéndonos y defendiéndonos; viejos amigos se mezclan con los recién llegados, y tus brazos aún sin estrenar reciben a los míos todavía recién pulidos; y nos amamos con la lentitud y la ansiedad de lo desconocido y de lo que sabemos que será para siempre…

Porque, aunque naciese de una pérdida, este amor que nos ha unido, que ha creado esta vida, es más poderoso que el destino y más dúctil que el acero. Sé que podremos construir una dicha llena de cimas y altiplanicies, repleta de esperanzas y de porvenir; con niños nuevos venidos de nuestras entrañas e hijos de otros cuerpos que aún eran nuestros y que encontrarán en esta vida nueva la savia que les hace falta para volar y cambiar.

Ésta es nuestra vida, la que hemos construido con el valor de la renuncia y el abrazo de lo nuevo, de lo inesperado, de la entera libertad y del verdadero amor.

Y, aunque a veces me lo pregunto y parezco dudar, ésta es nuestra vida, la vida del corazón.

Y sí, me doy cuenta y sonrío: hemos hecho lo correcto.

Entonces corro a esconderme entre tus brazos, como ahora, y hundo mi rostro en tu pecho y todo, ésta nuestra vida, es felicidad.