Quilombo

El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside

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Me encanta esta palabra tan sonora, llena de ecos directos, rotundos, que no reverberan, instalándose en la mente casi de forma definitiva. De origen africano, la he oído sobre todo con acento argentino.

Quilombo es un desastre sin igual. Una situación que se desmadra por incapacidad, falta de sentido común o mera incompetencia… Nuestra realidad es así: gracias a los incompetentes que pretenden gobernarnos con su inexistente sentido común, nuestro presente se haya desmadrado, con pocos visos de arreglarse de inmediato.

¿Por qué? Porque hay que ser muy valientes para dejar prebendas, títulos, honores (esos más superfluos como es la pelotudez ajena) y dirigir con sensatez y verdad un gobierno (y tenemos 18 en España, más o menos), un país. Hay que ser muy sensato y muy valiente para confesar errores y mucho más para asumirlos, para cortar las riendas de un sentimiento nacionalista falso (por favor, esa pobre gente engañada hasta el tuétano después de años de lavado cerebral), de ideologías vacías (ya no hay izquierdas y derechas en la vida, la actividad humana es una sola, y va dirigida hacia la vigilancia, el cuidado y la libertad colectiva e individual, lejos de la esclavitud en la que vivimos hoy) y, sobre todo, de personajes de cartón piedra que se pirran por honores falsos, helicópteros, teatros, cámaras de televisión y sí, títulos universitarios.

Un quilombo nos ayuda a distraer a la turba (un mecanismo tan antiguo que sigue asombrando lo bien que continúa funcionando): pantallas de humo que pretenden esconder una realidad como Ícaro pretendía llegar al sol con alas de cera. Sombras chinescas que intentan desviar la atención de lo urgente a lo banal, considerando la afición de la masa humana por preocuparse más en naderías ajenas que en sus propios líos. La esclavitud del siglo XXI es ésta: seguir encadenados a ideas ajenas, a actos ajenos, a deseos ajenos, mientras somos esquilmados, ofendidos y, sobre todo, sobornados por los políticos de turno.

La vida se repite hasta la saciedad, y también hasta la náusea. Nuestro quilombo actual merece ser detenido de inmediato, pero no hay personas sensatas (hay demasiado artista del trampantojo en la política y demasiado palmero en el periodismo, que se presupone el látigo de los políticos) que parezcan ser capaces de frenarlo a tiempo. La masa humana se mide en votos, tendencias, encuestas, margen de poder, porcentaje de éxito, manipulación y caos. Sigamos la estela de nuestros políticos de pacotilla y la merienda de negros continuará.

El quilombo no es eterno. Pero viviremos con sus consecuencias por siempre. Y no habrá educación manipulada (como lleva medio siglo habiéndola) ni sentido de lo distinto que lo soporte.