Naturaleza/ Nature
Flores en el jardín/ Blossoming Garden.
Arte/ Art, Música/ Music, Naturaleza/ NatureEl (maravilloso) planeta azul/ Blue Planet.
Naturaleza/ NatureVuelve el color/ Color is back!
El día a día/ The days we're living, Naturaleza/ NatureLuz de invierno/ Winter’s Light.
El día a día/ The days we're living, Lo que he visto/ What I've seen, Naturaleza/ Nature
Me gusta la luz caída, aguda, llena de sombras alargadas y sinuosas de los días de invierno.
Los colores relucen con un brillo especial; parecen más vivos; más reales. El día transcurre sereno en su brevedad, y el aire es más fino y delgado; casi se puede sentir como el rayo de sol al atardecer, que tiñe de violeta y rosa el horizonte.
Me gusta la luz del invierno, que se despereza lenta y desaparece tímida a las seis de la tarde. Los días van creciendo lentamente, despertando a la primavera que comienza a prometer en el interior de la tierra, entre las ramas de los árboles.
La luz del inverno es generosa y suave, a veces caprichosa, pero siempre amable, regalando un poquito de calor y una transmutación de colores y sobras maravillosa. Lejos de la verticalidad del verano y sus ensoñaciones engañosas, la luz de invierno nos revela las coas tal cual son, en su verdadera esencia y con su natural belleza y melancolía. Atrás queda la luz naranja del otoño con su sinfonía de rosas, naranjas y ocres, y aún queda muy por delante la profusión de verdes, el alargamiento de las sombras, la asombrosa belleza de los pétalos abiertos tras la tibia caricia del viento.
El invierno llega para enseñarnos el ciclo de las cosas que pasan, y que todo pasa cuando las vemos tal cual son, sin disfraces de ningún tipo. No promete nada y lo da todo.
La luz de invierno llega y pasará, como todo, en este baile eterno que es la Vida.
El mundo del papel/ Paper World.
El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside, Lo que he visto/ What I've seen, Medicina/ Medicine, Naturaleza/ Nature
Hay dos mundos, imbricados y dependientes, simbióticos, que intentan parecerse pero son muy diferentes: el mundo del papel y el mundo real.
¿Qué es teoría? La necesidad que tiene la realidad de ser posible. ¿Qué es la realidad? La piedra de toque, el molino en el cual la teoría se torna posible. Sin el esqueleto que sustenta los acontecimientos, el mundo no puede ser y, sin embargo, los acontecimientos que nacen de ese mundo liman las aristas del esqueleto, moldean la estructura base y le permite adaptarse a los cambios que generan con el mínimo de problemas. O eso creemos.
La burocracia, las ideas, los engranajes de la vida: eso es a lo que yo llamo el mundo del papel. Es ese universo teórico, en el que la realidad se cristaliza hasta hacerse tan pura, tan irreal, que es imposible si quiera reconocerla en el día a día. Es lo que anhelamos de perfección, es lo que deseamos que sea posible. Es un mundo precioso porque en él todo es posible. Tanto lo es, que podemos perdernos en sus entresijos, arriesgando nuestra estabilidad en el mundo real, aquel hecho de pruebas, de ensayos y errores, con sus leyes implacables, con sus frutos obsesionantes y profundos y, por lo mismo, absorbentes y desestabilizantes.
Asistimos a un hiato imposible entre ambos mundos. Las personas que habitan el mundo del papel piensan que todo es como lo imaginan, mientras que los seres que conviven en el mundo real se asombran de este proceder y se olvidan de soñar, tan acostumbrados están a los vaivenes y frustraciones que trufan la vida diaria. Y no debería ser así.
Desde hace unos meses habito en una extraña frontera entre los dos mundos. Unos se asombran y otros se alegran, pues piensan que puedo traer un poco de sentido común a las ensoñaciones burocráticas. El mundo del papel es duro, hay demasiada gente demasiado acomodada y demasiado embebida en su labor, demasiado desconectada de la realidad, y su peso es enorme y su gravidez, aplastante. Y sin embargo tiene una pasión contagiosa, un modo de ver quizá absolutista y severo por perfecto, y por lo tanto, inviable. Asisto, en esta orilla de dos mares, a veces sin palabras, a veces lleno de frustración, a una batalla que no debería tener lugar, a un encuentro entre el desencanto y la obligación, entre lo que debe ser y lo que es, todo tan distinto, que puede llegar a ser muy confuso.
El mundo del papel es atroz por enrevesado, repleto de leyes no escritas, con sus ambiciones y avaricias; como un reflejo, el mundo real no es mejor. Es más tangible, menos ilusionante, igual de severo e incongruente. Pero es real.
Poco de la vida teórica se puede llevar a la práctica, porque la práctica es el resultado del choque de fuerzas telúricas de lo real contra las de lo posible, y nada en un encuentro semejante puede quedar incólume. La teoría, la base del mundo del papel, es siempre perfecta, impoluta, intachable. En el mundo real todo está lleno de manchas y de errores.
La situación que vivimos es un gran ejemplo de todo esto. Existe un grado de frustración y de desilusión incontestable; en vez de preguntarse las razones de ello, nos pasamos el tiempo intentando tapar errores con más errores, perpetuando estas sensaciones y esta desazón creciente y eterna. Para curar una enfermedad debemos diagnosticarla, conocer sus síntomas: una teoría que nos sostenga, una experiencia que nos enseñe qué es lo mejor y qué es lo prescindible. Eso no lo estamos haciendo y así nos va.
El mundo del papel es remilgoso, no quiere ensuciarse las manos; el mundo real responsabiliza a su esqueleto teórico de que no se sorprenda de su imperfección. Uno y otro se acusan sin darse cuenta que en ambos hay patrones que modificar, conductas que cambiar, y que en ambos, en la actitud responsable de ambos, están las soluciones que anhelamos con tanto fervor.
La política, enfangada pero jamás resuelta no ya a pedir disculpas, si no a purgarse a sí misma, es nuestro espejo más elocuente. Porque todo es política, incluso el mundo de la Salud. El pasillo de la Salud perdida no existe para el mundo del papel, pero es real; esa inconsciencia hace que la realidad sea demasiado dura y termine estallándonos en la cara.
Hemos tenido un gobierno pusilánime, lleno (al parecer) de buenas intenciones. Eso es papel mojado. El mundo del papel de aquel que va a cazar nubes quizá sea maravilloso, pero es irreal. Lo mismo pasa, lo mismo, con la dirección de la Salud, de la Educación, de la Economía. Debemos hacer una labor de reflexión profunda, real; debemos buscar ese punto de encuentro entre ambos mundos para poder sobrevivir, para vivir con dignidad.
Ahora que habito en el mundo del papel se me reprocha constantemente que viva en el mundo real, pero creo que es necesario que lo haga. Porque el sentido común es vital, debe insuflar energía a la aparente perfección de lo teórico para poder transformase, sin grandes cambios ni agobios, en lo real. Estar en la Dirección implica responsabilidad y, sobre todo, tener los pies sobre la tierra. Quizá el principal problema del mundo del papel es que se encuentra lleno de cazadores de nubes: buenas intenciones, pero demasiado alejadas del mundo real para que lleguen a cristalizarse. Y esto se refleja en el mundo real con retrasos, impuntualidades, colapsos y errores.
¡Qué difícil es vivir así y qué maravilloso sería si así lo quisiésemos!
Si sólo nos diésemos una oportunidad…
Enrique Toribio: Arte vivo./ Enrique Toribio: Life and Art.
Arte/ Art, El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside, Naturaleza/ NatureEl maravilloso Enrique Toribio juega con la luz, la fotografía y el dibujo para crear Arte en perpetua búsqueda de la Belleza.
Cada artista tiene su misión en el mundo: los hay comprometidos con la realidad que viven y los hay que intentan atrapar y transmitir a los demás lo que hay de bello en el mundo, tamizado por su talento, su visión y por el corazón que poseen.
Enrique Toribio nos trae de vuelta el juego de claroscuros del Barroco, de suerte que se transmuta en Caravaggio o en Murillo para desvelarnos secretos y verdades encerradas en una expresión, en un ademán, en el simple gesto de recoger un fruto o en el más sencillo aún del abandono, la apatía a veces, la querencia y el deseo. En Enrique Toribio todo es Sensualidad y Belleza: Arte vivo, sin duda.
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