Sigo desde hace ya tiempo a Borja Sémper en su cuenta en Instagram. No veo la televisión casi nunca, así que desconocía a qué se dedicaba; me gusta la política, pero no el panorama actual y las posiciones enconadas que vivimos, en esa especie de círculo eterno donde todo se repite. Pero yo sigo a Borja Sémper por sus fotos, que parecen poesías en blanco y negro, y por sus poemas, que nos regala de vez en cuando, pequeños bocados de realidad tamizados por una sensibilidad nostálgica y atlántica tan propia de todos los que somos oriundos del Norte de España.
Descubrí posteriormente su carrera política y de contertulio televisivo. Y, también, con menos sorpresa, su faceta de (buen) escritor publicado.
Hay algo en la poesía que evoca la marea de la mar: una ritmicidad, un ciclo. La poesía actual, libre ya de los cánones que la sujetaban y la obligaban a adquirir un cariz más de artesanía que de sentimiento, se hace honda, se hace íntima, desgarra corazones, desnuda latidos, hace de la sencillez sendero y de la sinceridad, más que un arma que sacude sensaciones (que también), retrato.
Maldito (Des)Amor es el poemario de Borja Sémper. Un libro que va ganando en hondura y, a la vez, en levedad, a medida que los poemas se van desgranando. Una palabra altisonante aquí, una expresión desconcertante allá, y dibuja la vida misma, con sus vaivenes de mar y sus tormentas interiores. Nada hay de típico en su pluma (me recuerda, con sus diferencias, a la de Iñaki Echarte Vidarte por directa, por concatenante, por segura en su sencillez, por el uso de los paréntesis para remarcar la verdad poliédrica del amor y del sentimiento) y, sin embargo, todo lo que rima se nos hace cercano, como un susurro cerca del oído, como los restos de un beso o una caricia al corazón.
Me gusta el estilo Sémper. Me gusta que sea cotidiano sin ser prosaico, me gusta que sea directo pero a la vez sutil; me gusta que no se avergüence de enseñar su interior, o lo que su interior siente (¿no es lo mismo?), ni que se enorgullezca de ello; me gusta su poder evocador, su fuerza intrínseca, ese peso que le da a cada palabra y ese ritmo (sí, eso es poesía), esa danza que es un vals pero también un tango y también una caricia y una erupción y una nada que es la vida.
Para Borja Sémper, el poeta de las palabras y las imágenes, el mundo fluye en blanco y negro, y también en rojo sangre, en corazón bermellón. Sus fotos de San Sebastián, su nostalgia llena de bruma, su sonrisa libre junto a su pequeño, sus cigarrillos a medio fumar, su vida itinerante, se traduce en cada una de las páginas de Maldito (Des)Amor, y sabe que todos, todos, hemos pasados por alguno de esos estadios, por alguna de esas facetas cálidas y áridas de eso que llamamos Amor.
Los poemas que nunca se leerán están llenos de encuentros y desencuentros, de erupciones y de destrucción, de pasión, hedonismo, sutileza, sensibilidad, melancolía y calma. Los poemas que Borja Sémper nos permite leer lo están de puro corazón abierto, de pura alma desgarrada, de un sólido sentimiento que traspasa su experiencia personal haciéndose múltiple, transformándose en eco.
Su corazón habla, nuestro corazón retumba. Y eso, también, es poesía.