Llueve. El viento agita las ramas de los árboles y esparce las gotas por las ventanas.
La chimenea chisporrotea y emite un calor dulce y tranquilo.
El sofá con una manta de lana, gorda y sabrosa. Dos manos entrelazadas. Y el televisor a todo volumen.
Un click de apagado. Y hay sombra y luz y una rara paz. No hay nadie más ya.
– Pero, ¿qué haces…?
Se miran. Y unos dedos navegan por el cabello revuelto. No se dicen nada más.
Un beso.
Y sólo tranquilidad.
No hay día como el de hoy.
Qué felicidad.