Expresión interesante. Mirada concentrada. Labios entreabiertos algo resecos. Parece que leyese en voz alta.
En un susurro.
Pestañea. Se esconden esos pozos de luz y me agito. Como si el atardecer llegase de repente y se hubiese ido sin permiso. Pero los abre de nuevo y todo parece brillar otra vez.
Y suspiro en un susurro.
Las piernas algo separadas. Se hunden en el suelo como las raíces de un árbol. Recias, tranquilas. Y las manos delicadas y templadas, acostumbradas al trabajo y a la caricia.
Como nos ocurre en los sueños.
Pero está ahí, hojeando una revista. Su pelo en cascada, su respiración armoniosa. Esa boca entreabierta y esos ojos de cama deshecha.
Sinceramente, correría a su lado para comerme sus besos. Para tocar esa piel pulida y envolverme en el tacto de sus dedos.
Sinceramente, me hierven las ganas de acercarme a decirle cuánta felicidad, estando ahí, le da a mi vida, con sus piernas como troncos y sus brazos como ramas colgantes. La sombra, el cobijo, el aroma a prado verde, el rumor de un riachuelo y las flores de su sonrisa adornando mis ojos.
Correría mil siglos para aprender de memoria todos sus gestos y el mundo se quedaría mudo si supiera cuánto amo.
Porque, sinceramente, le quiero. Y me alegra estar cerca, sentir su presencia, oler su perfume, escuchar su mirada y beber de su sonrisa, que es la pura libertad.
¡Qué felicidad!
«Sinceramente, correría a su lado para comerme sus besos. Para tocar esa piel pulida y envolverme en el tacto de sus dedos» 🙂