Toda vida tiene un motivo, una causa y un centro de los que dimanan las intenciones, los actos, los sueños y los logros.
Si perdemos ese equilibrio, por lo demás demasiado delicado como para no protegerlo, ¿qué nos queda?
Me he preguntado varias veces por esto. ¿Podemos seguir viviendo una vida productiva, quizá feliz, si carecemos de un mínimo de estímulo, de razones y aspiraciones que nos impelan a ir hacia adelante?
Por todas partes vemos vidas a medio hacer, muy inferiores a sus sueños, a aquello que imaginaron una vez. ¿El secreto está en aceptar las circunstancias vitales que nos han llevado a esa situación: la dejadez, las desavenencias del destino o simplemente la mala suerte, y vivir el presente tal cual lo tenemos? ¿Qué es el futuro entonces, si no una entelequia disfrazada de destino? ¿Dónde está el centro de una vida, la causa que la inflama, el motivo que la lanza a conquistar nuevas metas?
No lo sé…