No debería decirte esto porque apenas nos conocemos. Pero es como si nos conociéramos de toda la vida.
Estamos compartiendo una mesa, una cena frugal en medio de un cielo que se cae a trozos. Una vela entre los dos. Y una sonrisa y un silencio.
No debería decirte que has despertado algo muy profundo que creía marchito y que no era para mí.
Gracias a este encuentro y a tu voz de cristal todo parece posible. Mi corazón late alterado, y se me atraganta en la boca de tanto que quiere salirse y llenarte de besos.
Pero mejor sigamos comiendo. Y sigamos charlando. Y riendo. Que es como mejor estoy: a tu lado oyéndote; a tu lado sintiéndote; a tu lado enamorándome.
Enamorándome. Después de mucho tiempo.
Y de ti.
Y no creas que es imposible. Porque sí lo es. Ahora sé que es posible. Gracias a ti.
Enamorarse de una sonrisa, de una palabras sencillas, de unos ojos que chispean y de una voz única, como no hay otra igual.
La última vez que me sentí así fue hace tanto tiempo que ya creía muerto al tiempo… Hasta que te conocí a ti.