Vamos caminando uno al lado del otro.
No hay palabras entre nosotros.
La grava cruje como celofán bajo nuestros pies.
Y los pájaros trinan y revolotean entre las ramas de los árboles, que bailan sedosas unas contra otras por el viento.
Así nace la primavera. Flores en botones entre enramados de verdor. Algún coche. El ladrido de un perro lejano. Y el tren que se oye pasar.
Ese es el sonido del silencio.
Nos cogemos de la mano. Y no hay palabras.
Los dedos parece que se amoldan unos y otros, en confianza, con certeza. Las palmas se besan y apenas queda espacio entre ellas.
El sol juega al escondite con los árboles enormes. De vez en cuando tropezamos con algún objeto tirado en el suelo. Y el ruido sedoso alrededor es el mejor lenguaje que podemos utilizar.
Y nos vemos a los ojos por un momento. Y sonreímos.
Callados, seguimos caminando. Enamorados más que nunca.
En silencio. Sin palabras.
¡Qué felicidad!