Me gustaría seguir la estela de Abel Arana. Es una persona meteórica, exagerada, extrema, tierna, dulce, ascendente, deseosa, tenaz y enamorada.
Me gustaría decirle, si lo tuviese cerca, lo que me gusta de él, lo que me atrae, lo que me asombra y fascina de esa personalidad desbordante y única, que lucha, lucha una y otra vez para mantenerse de pie, para ser él mismo, con sus extremos, su voluntad de hierro y su sed de justicia afilada como una espada, pero tan recta y templada como el acero.
Me gustaría que todos nos acercásemos a su talento cálido, a ese batiburrillo de ideas que es su mente siempre en actividad. Me gustaría que todos rieran con ese humor afilado y certero; que llorasen con esa ternura que se escapa de su piel; que supieran lo duro que a veces es y a veces lo sereno y apacible de una vida que da para muchas vidas y que, a veces, no llega a ser vida.
Todos dudamos, todos queremos. Abel Arana es un hombre que recorre la regla del ser humano a saltos, cada vez más altos. Y aunque no lo tiene todo, aunque lo tiene todo y sufre y ama como todos, me gustaría decirle que me quedaría corto si quisiera describirlo y que los colores del planeta no me llegarían para dibujarlo. Me gustaría tenerlo cerca para susurrarle esas palabras cariñosas que todos queremos oír, para abrazarlo tranquilo en medio de sus voces y de las mías; me gustaría atajarlo en esa carrera en la que siempre nos lleva ventaja y darle el mundo, no, regalarle el mundo y ponerlo a sus pies.
Porque en estos días está de cumpleaños. Y aunque me gustaría darle todo lo que la vida tiene de hermoso, todo lo que el dinero pudiese comprar: seguridad, tranquilidad, un avión, una isla, un brazalete de brillantes, un ático con vistas al Retiro, una cómoda cama y la colección entera de Gucci… Sólo puedo darle mi cariño, pequeño y encogido; sólo puedo regalarle sonrisas (que él me devuelve multiplicadas); sólo puedo llenarle de palabras y de abrazos y de caricias; sólo puedo darle las gracias por lo que ha dado a mi vida, por lo que me ha enseñado; por su música, su sabiduría; su hijo y su amor de horizonte siempre encrespado. Y aunque me gustaría darle todo lo que el hombre ha hecho de bello, el sol y las estrellas…, sólo puedo darle mi cariño. Y mi eterno agradecimiento. Y así es.
Feliz Cumpleaños, Abel. Feliz día de sol.
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