Desde que te fuiste mis ojos apenas se abren; pero lo hacen, día tras día. El sol aparece por la rejilla de las persianas cerradas, desafiando mi voluntad. Mi cuerpo me pide descanso, comida, aseo. No le hago caso. ¿Para qué?
Desde que te fuiste las estrellas siguen saliendo en la noche, pero yo sólo veo oscuridad sin sentido.
Desde que te fuiste no paro de pensar en ti. Cuando estabas aquí no paraba de pensar en ti, en las mil tonterías que me irritaban, en tu forma de andar, como un pato mareado; en tu forma de hablarme, con esa voz aguda y única; en tu forma de mirarme, como quien mira a un santo.
Cuando estabas aquí, y de esto hace un tiempo que ya no recuerdo, el mundo parecía otro. El gato ronroneaba; las tardes se unían a las mañanas en caricias y en abrazos, y la risa parecía inundar el hogar que fundamos juntos. Juntos.
Cuando estabas aquí todo eran problemas: las goteras, la colada, la cocina. El dolor de espalda, el dolor de muelas, el aire acondicionado, la calefacción. Desde que te fuiste todo se ha arreglado: hace frío, hace calor; no hay qué comer, ni sueño, ni peleas. El mundo se ha detenido, y yo con él.
¿Por qué las cosas han tenido que ser así? ¿Por qué nos empeñamos en destruir nuestra felicidad? Que era nuestra, única, propia, indivisible, imperecedera… ¿Por qué hemos tenido que separarnos si lo único que hemos querido siempre es estar juntos?
No lo sé…
Y sólo sé que el sol sigue brillando; que el mar rompe en la orilla, que las estrellas fulguran de noche y que el mundo sigue girando. Mientras yo estoy aquí quieto, solo y bajito, encerrado en mi interior como emparedado al destino, y el gato se queja por tu ausencia; y el vacío de la cama, que antes me era muy deseado, ahora me ahoga en su inmensidad…
¿Por qué el de la ONCE no oye que te extraño cuando paso a su lado? ¿Por qué tú eres incapaz de sentir mi dolor, si eres su causa, su fuente? ¿Por qué te fuiste así, diciéndome sólo adiós?
No lo sé…
Y sólo sé que el mundo continúa girando y no le importa nada: ni mi dolor, ni tu ausencia. El mundo se ha destruido a mis pies y yo estoy tan cansado que ni sus trozos recojo, porque, en el fondo, me recuerdan a ti. Nadie sabe lo que te amé; lo que te sigo amando. Ni tú, perdido en la distancia. Nadie sabe por lo que estoy pasando, lo que estoy sufriendo, lo que intento engañarme, lo que intento mentirme.
¿Por qué mi corazón sigue latiendo? ¿Por qué mis ojos cansados continúan llorando por ti? ¿Acaso no saben que es el fin del mundo y que ya no hay más quien sienta, quien comparta, quien sonría y quien acaricie?
No lo sé…
Sólo sé que mi corazón se ha detenido, que mi mundo ha dejado de existir, y que ya nada puede ser. Nunca más. Desde que me dijiste adiós.