Creo que pertenezco al género de los románticos. O al menos antes lo era. Ahora crece en mí más el cinismo del tiempo pasado, o advierto con mayor claridad la realidad diaria. Sin embargo, conservo en mi interior al menos una ligera brisa de lo que, antaño, era casi un huracán de sentimientos apasionados, graves e inocentes.
Hoy, revisando la biblioteca, aparte de darme cuenta de la ausencia de libros prestados un día y nunca más devueltos, reparé en Maurice. Y, al abrirlo, cayeron en mis manos algunos pétalos de rosa. Su contemplación hizo que mi mente, y mi entera realidad, viajase al día en que leí este hermoso libro, hace unos catorce años (la tradición romántica también procuraba reseñar el mes y el año en que estos hechos se producían.) Y el viento de mi juventud, los sentimientos sentidos, y el asombro de la belleza llegaron a mí de repente conforme revisaba las hojas de este librito.
Escrito en 1913 por E. M. Forster (1879-1970), y de publicación póstuma en 1971, la historia de Maurice y Clive, tortuosa, tierna y, finalmente, tan cínica como cualquier amor que una vez creímos real, seguía allí, tan verde, tan poderosa y tan entusiasta como siempre. Ese es el milagro de las buenas historias contadas con magistral encanto.
Maurice es una novela muy profunda, pero es en su aparente ligereza en donde se encuentra encerrada su magia. No es una historia fácil; quiero decir con esto que la historia de su protagonista, Maurice, es dura y tierna, tortuosa y, por sobre toda las cosas, con esa inasibilidad del destino, única y esperanzadora. Y Maurice es un gran libro, como fue una excelente película, porque, a pesar de los muchos pesares y desaires que Maurice sufre a lo largo de sus páginas, el destino cruel de aquellos que se atreven (o que simplemente son) distintos, sólo le lega una felicidad absoluta como el cielo despejado y el mar en calma. Maurice nos gusta porque puede ser cualquiera de nosotros, enfrentado al amor y al desamor, a la burguesa aventura del día a día, a la caída, y finalmente a la recuperación y, por qué no decirlo, al incierto camino de la felicidad. Y Alec, con su espíritu salvaje y tierno, tiene mucho que ver con ello.
Además, como muchas otras obras de E.M. Forster, es un magnífico y satírico retrato de la sociedad inglesa de la época; cuya desaparición, aún incompleta, estalla en sus últimos estertores en los días que vivimos… Y para todos aquellos que, como Maurice, se enfrentan a sus fantasmas y logran aceptarlos, su final brinda un sabio sosiego y una súbita esperanza, que se dibuja en una espléndida sonrisa cuando la última página del libro cierra su historia para siempre.
Maurice is that kind of book (and movie). Maurice and Clive’s story, with its ups and downs, romantic and resentful, unconstant and far away from exceptional, but unique and tender, makes Maurice a touching, deep and beautiful book. Written by E. M. Forster in 1913, and edited after the death of the author in 1971, exhalates this breeze of modernity that keeps alive the beat of Maurice’s story and keeps alive its flame.
It’s not an easy story. Reflects the anguish; the fragile happiness; the deep deception and the joy of a man through his early life; and his constant fight, first against himself and, after he found true love and he savoured it, his battle against the society’s rules he is living at. Anyone that has to lived this kind of conflict, this kind of battle against the difference (gender, skin color, tastes, way of living) could find into its pages the torture and the anguish but, as well, the joy and the true beauty of freedom once Maurice met the real love and was prepared to face the world for it.
Plus, as many other E.M. Forster’s books, Maurice is a protrayed living memory of a time and a social conventions that, nearly to an end in our days, still have some kind of inffluence in our society. And it allows us to understand better from where we are now and to where we can head to, if we are capable to destroy the last barriers that try to keep Humankind in the tramps of these old fashion and restrictive social laws that have non sense in today’s world.
Creo que todos los románticos nos pasamos al cinismo en algún momento.
me consuela creer en el amor romántico en abstracto aunque no lo quiera más para mí!