Según la Real Academia de la Lengua Española (RAE, para los amigos), Afición es la inclinación o amor a alguna persona o cosa.
Uno de los encuentros fortuitos y más gratificantes que he tenido ha sido el de Javier Mantrana del Valle. Lo primero que me llamó la atención fue una foto suya, todo sonrisas, que invitaba a acercarse con tranquila curiosidad. Así lo hice. Y adentrarme en su mundo, después de obtener su permiso, se ha convertido en una constante fuente de sorpresa y de asombro. Toda persona guarda en su interior una galaxia llena de magia que refleja en sus amigos, en su quehacer diario y en su trabajo. En el caso de Javier Mantrana del Valle, esa sonrisa invitadora es sólo el umbral a un universo en plena expansión, repleto de brillos y de momentos de extrema intimidad, lleno de matices, de sombras y de luz y de una exquisita textura, que invita al roce, al goce y a la reflexión.
Javier Mantrana del Valle es fotógrafo, y es músico; apasionado, beligerante; curioso e irónico; pero, por encima de todo, él se define a sí mismo como aficionado, es decir, amante. Amante del arte de la fotografía y de la música.
Sus fotos encierran su visión del mundo: son curiosas, distinguidas, llenas de una sensualidad que explota lo sensorial; abarcan mundos llenos de texturas, en las que podemos admirar no sólo la belleza de un paisaje o de una obra arquitectónica, sino sentir la rugosidad de la piedra, el polvo del camino y el ulular del viento entre los árboles. Sus fotografías son elegantes, expresivas y sutiles a un mismo tiempo; incluso las más extremas ideas guardan en su interior una exploración, una constante interrogante, una búsqueda inacabada. Una estación de metro; una ventana; un edificio ajado; los adoquines de un camino; unos ojos lejanos; unas manos; el sonido del cristal al romperse; unas aves que crecen; la tranquila observación de mundos contrapuestos…, todo le sirve a Javier Mantrana para plasmar lo que ve y para sugerir lo que reverbera en su interior en ese juego de sombras, de encuadres y de sentimientos a flor de piel.
Todo de su trabajo me llama la atención, todo; y por encima de todo,la apasionada delicadeza, la capacidad que tiene de mostrarnos la belleza en el acto más nimio, en la más pequeña de las criaturas, en los más recónditos rincones donde la luz del alma sólo se revela ante el ojo más avizor, ante la más sensible de las miradas. Y la afición por lo que hace, es decir, el amor que destila en cada fotografía y en cada nota musical, y que es capaz de regalarnos con la absoluta generosidad de un verdadero artista.
From the many encounters I have had this year, one of the most enjoyable and wonderful has been to contact with Javier Mantrana del Valle.
He’s a talented artist, a photographer and a musician, two of his most notable abilities; but, above all, he likes to introduce himself as an Amateur. And I really like it, because inside this word we can find the roots of his work and the secret of his talent.
He loves what he does. His pictures are made with kind, elegance and a vivid eye. He’s capable to transmit to the viewers the roughness, the kindness, the meaningful and the heartfelt elements of our every day life. In his work we see more than we are able to see, because his feelings go beyond the elementary, and he mixtures his own love to what he sees and gives back to us a true reality, and more than that, a palpitant, a veridic and unique present. His work is all about senses. We are able to feel the touch and the scent; we can hear the sounds of the universe; we can see the real beauty of Javier Mantrana del Valle as he protrays the inner self of a bird, of the dust, of a couple in love, of this window, this empty building, this shattered crystal; this unique rainbow of choices that makes life worth living.
Everything about his work matters to me because it makes me feel, believe and dream; anything but, above all, his generosity, his kindness and the true spirit that emanates from his pictures and his music, all that make him an Amateur: a real and true artist.