Que sobra talento en España es innegable. Que éste tiene que emigrar para ser reconocido, desgraciadamente también.
Decimos que el cine está en crisis, que las producciones teatrales también; que la Literatura agoniza; que las Artes Plásticas y la Danza sucumben por las faltas de ayudas.
Sin embargo en España se producen películas, se hacen series de televisión, se editan muchos libros, se subsidian proyectos… ¿Qué ocurre, entonces? ¿Qué se hace mal?
Puede que la mayoría de esas ayudas, de esos proyectos, sólo agraden a unos pocos; que tengan el beneplácito de ciertos amigos; que sólo consigan alcanzar la finalización de un proyecto un puñado de nombres que tuvieron suerte o que tienen buenas conexiones. Y nadie va a verlos, nadie consume cine, nadie compra un libro, qué pocos saben admirar producciones de nueva factura.
El ámbito español carece de carácter, adolece de miedo, de falta de fuerza. Por eso el Talento debe emigrar hacia zonas que saben apreciar el brillo de la ganga en medio de los estratos de tierra a medio pulir, y que no temen arriesgar para generar obras de arte que puedan llegar a resonar en los corazones adecuados.
No hay que tener miedo de apoyar el Arte, no hay que dejarse vencer sólo por una camarilla de amigos que reciben ayudas, denegándolas a otros. Si no queremos evitar que la factura, la marca, el «Hecho en…» no diga nunca España.
Este es el caso de la cineasta Cristina Molino, que encontró apoyo en una televisión británica para financiar su corto Baila conmigo, ambientado como se le exigió, de una manera brillante, con la Danza. Una historia de una belleza visual sin igual, de una delicadeza única y llena de sentimientos a flor de piel.
Sí: será mejor salir de España para pensar a lo grande y dejar los restos de lo que aquí se considera válido en las manos de quienes lo poseen en la actualidad, y seguir admirando lo foráneo. Esa quizá sea la única solución.