La continuidad del amor nocturno en la mañana; el aroma de unas sábanas todavía tibias mezclado con el de café recién hecho, unas tostadas, un poco de miel; una almohada a modo de respaldo, una sonrisa y una caricia velada, y el sol tímido por entre las rendijas de las persianas cerradas.
Desayuno en la cama, de Lawrence Schimel, discurre por entre estos espacios cotidianos pero no simples, y está cargado de una contenida dureza, de un sufrido querer y de una evocación tan sincera como directa; sus versos, preñados de cotidianidad, están escritos con una cuidada llaneza y llegan directo al corazón.
Son versos abiertos, escritos en un español con sonoridad anglosajona, y ése es el secreto de su poesía. En contra de lo que pudiera parecer, Lawrence Schimel imprime a sus poemas un descarnado acercamiento a lo sublime con el estilo, la pluma y la directriz angloparlante llenándose, al mismo tiempo, del ritmo, la sensualidad y la expresividad española, que le sirven de puente y de homenaje a ese tú homosexual, hombre con hombre, que en otras lenguas se desdibuja hasta casi desaparecer por completo.
Es un poemario lleno de retratos de Hopper con la desesperación, el amor, el vacío y la soledad hispanas, y, a la vez, repleto de calor, de colores tenues, de sobria belleza y sensualidad. Lo cotidiano se vuelve arte, y el acto de comer, como el de abrazar, como el de extrañar y el de amar, alcanza puntos sublimes y puros, íntimos y secretos, y por lo mismo poderosos, escritos con sangre y pulso y color humanos, que es en el fondo de lo que se trata el Arte, y aún más de la Poesía.