Llevo un tiempo planteándome algunos cambios a los que la vida que vivimos parece abocada a realizar en mí. Todo cambio de una situación da miedo o como poco aprehensión, puesto que aquello que está por venir no siempre es mejor. De sobra sabemos que lo que dejamos atrás nunca vuelve, y que todo cambio depara en nosotros una transformación tan profunda, que aquel que dejamos de ser se pierde para siempre en el recuerdo: aquello que no forma nuestro presente simplemente se diluye en el día a día y se pierde.
La pérdida, el dolor que genera, la ansiedad, son elementos que conforman el parto de esa nueva persona que somos siempre que nos vemos sometidos a las fuerzas telúricas de la vida. Por eso somos incapaces de aprehender lo que dejamos atrás, porque el cambio se opera en nosotros, y ya no encajamos tan bien, aunque queramos, en el tiempo ido.
Pues en esta situación estoy y, como no es tampoco novedad, no sé exactamente qué hacer, qué camino es el correcto ni qué deparará el destino de aquí a mañana. Esa fragilidad natural agrega mayor inestabilidad a mi mundo, de por sí bastante delicado ya, y me somete a las mareas insomnes y a los devaneos de lo que puede ser y no será.
Fuerzas que nos arrastran hacia un lado; responsabilidades que cuelgan de nosotros como fardos pesados, aceptados y queridos, pero estorbos a fin y al cabo; sueños que pugnan por nacer por fin, tras años de obstrucción y de olvido; oportunidades que se diluyen dejando en su lugar un vacío incierto… Y el mundo que gira lejos, por fuera de nuestro mundo de cristal, cuyas paredes nos rodean hasta limitarnos, ahogarnos o darnos la última libertad.
Me pregunto qué es lo correcto, dónde está el error (si lo hay) y cómo hacer para corregir lo que no tiene remedio: por todas partes afloran oportunidades encantadoras que esconden en su interior un alto precio; cambios radicales que generan revolución de estrellas; y renuncias, muchas renuncias a la nada; para acabar desnudo en la noche que pasa, y solo en los días que pasan uno tras otro, como una masa informe sin peso ni gravidez.
Me pregunto, mientras oteo a través de las paredes de cristal de mi mundo, por qué hay tanto dolor, por qué las personas envidian los bienes de los demás, desean aprehender la belleza, el aprecio, la locura ajena; se lamentan por lo que no tienen, sufren por lo que pueden tener y se hacen daño unas a otras, por efímeras consecuencias, por vacuos honores, por una sonrisa cómplice, una mirada perdida y un abandono… Soy parte del mundo, soy uno más; pero a veces me encuentro prisionero dentro de estas paredes de cristal y me pregunto, cuando me doy cuenta de eso, por qué me siento distinto, por qué no entro en ese juego, por qué me alejo de ese juego que llamamos vida, y por qué el mundo no puede ser aquello que queremos que sea: un lugar plácido en donde desarrollar nuestros potencialidades sin sumar más daño, más locura y más dolor del que el propio proceso de vivir nos da.
No lo sé…
Y acepto con cierta tristeza que mucha gente sea dueña de una mirada cansada o triste; que mucha gente espere de los demás una mala palabra, una mala acción, una absurda consecuencia; acepto que el mundo humano esté lleno de decepciones y de intrigas, y de falsos testimonios y de dureza…Sé que, en el fondo, está repleto de seres tan asustados como yo, y con tanto poder como yo para la serenidad, la belleza y la quietud.
Mientras tanto me pregunto, entre estas paredes de cristal, qué debo hacer, hacia dónde girar mis velas, y si aquellos que encontraré en el camino se darán cuenta que no tengo más ambición que hacer bien mi trabajo, que es vivir con bien, a través del umbral cada vez más grande de mis paredes de cristal; y ser feliz, y hacer felices a los demás, con eso.
No lo sé…
Llevo un tiempo planteándome cambios, muchos cambios, y nada parece ser lo correcto…
Cada vez que te sientas perdida, confusa, piensa en los árboles recuerda de qué forma crecen. Recuerda que, un árbol con una gran copa y pocas raíces es arrancado al primer golpe de viento, mientras que, en un árbol con muchas raíces y poca copa, la savia apenas corre. Las raíces y la copa deben crecer en la misma medida, deben estar dentro de las cosas y estar por encima de ellas, sólo de esta forma podrán ofrecer protección, solo de esta forma, en la estación adecuada podrán cubrirse de flores y de frutos.
Y después, cuando ante ti se abran tantos caminos y no sepas cuál de ellos escoger, no cojas uno porque sí, sino siéntate y espera. Respira con la profundidad confiada con la cual respiraste el dia que viniste a este mundo, sin que nada te distrajera; espera y espera aún más. Quédate quieta en silencio y escucha tu corazón. Cuando te hable, entonces levántate y ve donde él te lleve.
SUSANA TAMARO
Charo: Susana Tamaro sabe lo que dice. Muchas gracias por este extracto lleno de simbolismo.
Por fin en tu Blog, ya ves¡, no se que escribir, sabes que no se me da bién, solo decirte con respecto a todas esas dudas que estrangulan, no te preocupes estoy seguro que acertaras con la elección que tomes (siempre es así, raar vez no arrepentimos de tomas una decisión y cientos de no hacerlo) aunque eso nunca lo sabrás hasta que la tomes y veas las cosas con perspectiva.
Un saludo Tu amigo.
Se te da muy bien escribir, qué dices…
Y es muy cierto, el arrepentimiento viene generalmente por lo que dejamos de hacer y no por lo que hacemos…
Perspectiva… Falta me hace.
Un abrazo.
¡Diego! Sé bienvenido. ¡Qué gusto encontrarte aquí!
Pues sí que estoy en un pequeño lío…
Gracias!!