Cosas que no te dije/ What I didn’t tell you.

El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside

La última vez que nos vimos quería contarte tantas cosas, tantas, que no me cabían enteras en la boca y no pude decirte. No es que las escondiera, es que no encontré tiempo para explicarlas. Cuando estoy a tu lado el tiempo se desmorona en múltiples partículas informes y se deshace en las manos, pasa veloz y desaparece en las esquinas y no me doy cuenta de que el mundo continúa girando en esa singladura eterna que no se detiene ante nada, ni siquiera ante nosotros dos.

Siempre tan ocupados, tan liados, tan cansados. Pero siempre haciendo los mejores esfuerzos, las últimas energías, las últimas horas compartidas. Aunque las distancias se dilaten y los encuentros breves sean, la intensidad de la alegría, el arrullo de la compañía están siempre ahí, y encontrarnos es para mí una fuente de alegría y de asombro, y no importa cuánto dure el encuentro, cuán ínfimo sea, un roce de pieles, un abrazo, una sonrisa, un café, ya es suficiente. Tu presencia, firme y volátil, vale de por sí cualquier esfuerzo, que ni esfuerzo es, ya ves.

Pero había tanto que decir, tanto que contar; cuántos cambios a los que acostumbrarnos; cuántas expectativas a la espera; cuántas esperanzas materializadas; cuántos sueños que comienzan a tocarse con los dedos…

No pude decirte cuán orgulloso me siento por ti. Eres un hombre completo. Entero, cabal, un hombre que está de pie, ante todo, y eso me ha atraído siempre hacia ti.

No te dije cuán cambiado estabas, lleno de esa energía tan especial que nace del amor y al amor vuelve. La luz se escapaba de tus ojos, de tu sonrisa, de esas manos en las que cabe el universo. Y el nombre repetido y ocultado, en el fondo y en la superficie, que genera todo ese brillo de intensidad nuclear y duración eterna.

Cuán bello te encontré, ¿te lo dije? Bello de alma escapada como la locura de la mente, y sin embargo tan tú, que tu sombra no era más que la extensión de la luz, de esa luz que se enciende contigo cada mañana.

Estabas cansado, atareado, siempre en movimiento. Menuda novedad. Y sin embargo no te recuerdo de ninguna otra manera; no sé si sabrás quedarte quieto. Sueño con verte tendido al sol, respirando tranquilo, acariciado por esa tibieza y esa inmaterialidad tan cercana; con el rostro relajado y el cuerpo abandonado a un descanso más que merecido, ganado a pulso por tu tenacidad y tus sueños.

Porque nadie es más tenaz que tú. Nadie más entregado, más enérgico, más soñador. Seguir tus sueños, arando esos campos estelares, me inspira y me transpira, me eleva y me rescata de los hondos médanos en los que me pierdo a veces. Sin ti en mi vida, la lejanía desharía el tejido de mi vida con una facilidad pasmosa; sin haberte encontrado, puede que ni un sueño llegase de nuevo a la orilla de mis ojos. Pero estás tú y el mundo parece operar bajo tus pies, y las mil dificultades, todas pasadas y repasadas, vueltas a encontrar, superadas y anuladas, sólo son escalones que nos llevan al destino más anhelado, a la locura más cristalina y a la máxima felicidad, que es la del día a día.

¿No te he dicho que eres como el Universo? Cálido como el sol, cercano como el atardecer. Espíritu de agua, tus orillas húmedas absorben el bien del mundo y lo devuelven en tu sonrisa, en tu avidez, en tu agitación y en tu descanso. Dispuesto como la aurora, plateado como la luna, intenso como el mediodía. Todo en ti es humano, y por eso se torna divino cuando mis ojos te ven y te oyen mis oídos y mis sentidos te palpan aún en el baile de las horas que pasan.

Porque las horas vuelan, y los días se deslían en momentos intensos, breves encuentros de los que extraigo una voluntad, una energía y un carro lleno de sueños que no pesa, que no pasa, porque proviene de ti.

¿Te he dicho que eres un soñador? Mi principito favorito… Tan feliz, tan niño pequeño, tan grandote e ilusionado. Y loco, deslizando por el túnel de la vida tus máximas ilusiones, tus aspiraciones que nunca son vanas. Y amante de boca abierta, de brazos fornidos, de sonrisa suave. Y de besos escondidos, abiertos como libros de cuentos, sacros como un altar.

No te dije que adoro tu risa. Que sonríe con sonoridad, ecos que reverberan pasiones olvidadas ya, amores perdidos que hicieron daño una vez y de los que quedan apenas leves cicatrices. Y adoro tu voz, profunda y grave, llena de ecos, de sonoridad de cueva, tan enigmática y atractiva, tan sensual y estridente. Y tu historia, que me hace pensar.

Y entre lo que quería decirte y no pude, lo bien que te sienta el amor, y el ser querido y el ser cuidado y el ser mimado y el ser el centro del mundo. Porque mereces una felicidad prístina, delicada como el cristal, intensa y resistente como el acero y tan duradera como la propia vida.

Y lo que me inspiras y lo que me enaltece tenerte cerca, y lo que me enriquece, dentro de la pequeñez de mi existencia, que se sofoca en mares de miedos inhóspitos, que se queja ahogándose en oceános sin nombre y cuya balsa, cuya boya, cuyo puerto puede llegar a imitar tus fronteras, tu fuerza y tu integridad.

Porque eres un hombre completo, un sueño de hombre, una meta de hombre y un patrón a seguir.

Y no te dije que me has parecido siempre mejor que yo. En todo. Un hombre al que seguir, un hombre al que tener al lado. Porque no tienes miedo; porque sabes reconocer, en medio del dolor más profundo, un rayo de esperanza al que aferrarse; porque siempre has confiado en ti; porque, a pesar de las tormentas del mundo y del siempre cambiante sino de los hombres, has conseguido, a fuerza de un tesón que mueve montañas, vivir día a día más cerca de tu piel, y ser libre, libre por sobre toda las cosas, por sobre todo tú.

Y aunque no pude decírtelo, te lo digo ahora. En la distancia que todo lo diluye, menos el amor. Me gusta que seas feliz, me gusta que hayas anclado tu serenidad y tus cuidados en él, que ríe con sonrisa de plata y cuya mirada roba el brillo a las estrellas. Y, aunque no pude decírtelo, te lo digo ahora: me hace feliz que tú seas feliz, aún en la distancia, aún en la nimiedad, aún en unas líneas que permanecerán escritas hasta que se calme el viento.

Ya ves, esas pequeñas cosas que no te dije…, ayer.

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