Jorge Ricoy o el Corazón/ Jorge Ricoy or the Heart.

El día a día/ The days we're living, El mar interior/ The sea inside

Jorge Ricoy Gabaldón es un un gran hombre. En todos los sentidos. Nada hay en él que sea pequeño. Sus espaldas de mundo y medio, sus brazos enormes, sus piernas que se clavan al suelo con determinación, y una mirada dulce y un corazón enorme, lleno de cariño, que escapa de su pecho y le llega a la boca.

Jorge Ricoy es un excelente médico, porque es bueno, comprensivo, comprometido, responsable y trabajador. Porque es empático y preocupado; porque ama lo que hace. Y eso lo hace grande. Eso, y ese corazón de atleta que prosigue latiendo, una y otra vez, sin importarle los tropiezos del camino, las decepciones varias, los eternos reveses de lo que llamamos vida.

Es un marido atento y un padre amoroso, un hijo dedicado y un hombre enorme lleno de mimos. Porque a Jorge le encantan los mimos: darlos y recibirlos. Los abrazos, los besos. Y cuando acoge a alguien entre ese pecho de acero y esos brazos infinitos, transmite la energía de las estrellas, porque pocas personas están más cerca de Dios en amor, en cariño, en desinterés y en preocupación que él. Jorge es padre preocupado y amante, y acoge bajo su luz a todo espíritu indomable, herido y necesitado. Jorge Ricoy es un hombre por encima de todo, y es un gran médico precisamente por eso, porque no pierde nunca de vista la integridad, la entidad y el sentido de ser persona.

Sus pacientes son su labor; darles lo mejor de sí mismo, su meta. Y Jorge es aún mejor amigo, porque extiende sus cuidados, sus preocupaciones y sus  quehaceres a todos aquellos a los que ama.

Y Jorge Ricoy es amigo mío. Nos conocimos el primer día de trabajo, hace ya diez años, y esa empatía y esa corriente de simpatía ha ido creciendo y fortaleciéndose con los años que han pasado hasta florecer en una amistad que supera las distancias, los ritmos y los cambios. Aún recuerdo una guardia que compartimos en Urgencias, en donde se reveló capaz, eficaz y eficiente: todo lo que siempre he deseado en un compañero de juegos y de la vida… ¡Cuántas cosas han pasado en diez años! Cuántas. Hemos crecido, evolucionado; se ha casado con una mujer excepcional, y ahora es padre de dos niños preciosos, y su ser sigue intacto, más profundo si cabe, y su gran capacidad de dar cariño, exponenciado al máximo y por siempre eterno.

Mi vida no sería igual sin él a mi lado. Yo no sería lo que soy si él no estuviese cerca. Y eso es algo que le agradeceré siempre y siempre tendré en cuenta.

Es un hombre cariñoso, que demuestra su afecto con la generosidad y el desprendimiento de un corazón que late. Porque Jorge Ricoy es muchas cosas, todas buenas; pero, sobre todo, es un hombre todo corazón. Y está de cumpleaños, y desde aquí le saludo, le homenajeo y le digo, como siempre que le veo, que lo quiero desde el primer día, y que ese cariño, gracias a su constancia de jardinero, sigue intacto pese a los años que pasan, y crece, pese a los años que pasan, alcanzando con sus raíces la eternidad.

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