Ahora que todo ha terminado, viendo cómo dejamos nuestro hogar, el desorden y el dolor que nos infligimos, las caricias cambiadas por recriminaciones y los besos por gritos vacíos, ¿no es una lástima?
Amor desbordado, amor tatuado, amor disfrutado y gastado, que se deja a un lado y se olvida… ¿Así seremos nosotros? ¿Seremos capaces de decirnos adiós sin un mínimo de cortesía, sin una lágrima brotada de un lugar que no sea nuestro orgullo herido, sin una mirada velada pero resuelta? No lo sé…
Después de destrozarnos mutuamente, de querernos hasta quedar saciados; después de beber del sudor y del licor y del deseo; más allá de lo que una vez soñamos ser, ¿no es una lástima que esto acabe así?
Creo que sí. Y sin embargo…
Tanto amor destrozado, que tropiezo con sus trozos desparramados por el pasillo como tus besos y los míos por nuestras pieles; tanto amor absorbido de tus labios y los míos; miedos dejados atrás y recuperados; celos y mentiras cubriendo carencias como encendiendo querencias… ¿No da demasiada pena?
¿Cómo explicar que fallamos cuando lo teníamos todo a nuestro favor? ¿Cómo decirle a nuestros amigos que esto se ha terminado como una botella de champán a medio beber? ¿Podrán entender que el amor acaba aún antes de haber empezado? ¿Que agotamos las fuerzas del amor apenas al comienzo de tanto que nos quisimos? ¿Que olvidamos lo que era el amor entre el complicado ir y venir de la vida, escondido en los celos infundados, en las decepciones que vienen siempre tras los sueños bordados? Aún me lo pregunto, inmerso en esta soledad que me duele por tu pérdida y que me gusta porque la deseo ahora más que nada.
Incluso más que amarte a ti.
¿No es una lástima? Sin pensar nos unimos y sin pensar nos separamos. Parece que nada se detiene en el mundo y mi corazón se ha quedado inmóvil, ocupando un espacio de aire en mi pecho que me deja mudo. Mudo como se quedó nuestra casa al irte, tras el último portazo del adiós. Y ese sonido retumba en mi mente, onda sonora que reverbera una y otra vez en mis recuerdos. Y esa es la última imagen que tengo de ti: los tabiques temblando y el suelo llorando, en el suelo llorando, por tu despedida… ¿Y no es una pena que ésa sea la última imagen de mí que guarde de ti?
Toma mi amor, tómalo y olvídame. Como voy a hacer yo. Ese espacio vacío que hay en la cama, ese que ocupaste con tu ser y tus deseos, tus miedos y tus frustraciones, parece que me habla con voz pastosa. Y el amor sabe a hiel entre las sábanas y los recuerdos, grabados a fuego en mi memoria, no me bastan para reconstruir una felicidad rota y perdida en algún rincón de mi corazón.
Te amé. Tú también me has querido. En un tiempo ido como el amor gastado; en un momento congelado que no vale ni su peso ni su paso por la vida, puede que podamos sentir algo más que decepción y fracaso. En un tiempo que está por llegar quizá encuentre en este desastre algo más que sentidos abandonados, insultos huecos, desasosiego y dolor…
¿Y no es una lástima? ¿Haber roto nuestros corazones buscando un amor maravilloso que fuimos incapaz de darnos?
Pero así es la vida. O eso creo yo.
Y aunque sea una lástima, y aunque nos dé pena, debemos recoger lo que queda de nosotros y seguir, siempre hacia adelante, llenos de heridas y de temores, buscando un amor, o una justificación o un vacío.
Es una lástima, lo sé, pero más lo ha sido todo el daño que nos hemos hecho. Y aún seguimos aquí.
Es una lástima, los sueños no cumplidos y el dolor sufrido. Pero no lo es lo que ha escrito; gracias por compartirlo.
Muchas gracias por comentarlo y por sus palabras.